«Mis hijos llevan años sin comer pescado fresco; la fruta la reservo para días especiales»

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«Mis hijos apenas comen alimentos frescos. Pescado fresco llevan años sin comer y la fruta la reservo para ocasiones especiales», señala esta mujer que llena el congelador de alimentos congelados. «Compro paquetes grandes de verdura porque me salen mucho más a cuenta», asegura. No hay más que echar un vistazo a los precios de las paradas para constatar su argumento. Las judías verdes rondan los nueve euros el kilo, mientras que un paquete de verdura congelada de un kilo no supera los tres. Sonia utiliza pequeños trucos para preservar la salud de sus hijos sin «empeorar la de su monedero». «A veces -según dice-, si veo una oferta muy buena de pimientos aprovecho y compro. Llego a casa, los lavo y los troceo, hago paquetitos y los congelo». También hace excepciones con la fruta: «La compro en ocasiones muy especiales cuando el precio no es prohibitivo». La carne, también la consume congelada. «Un paquete de muslitos de pollo sale muy a cuenta», afirma.

Lidiar con el alquiler y la manutención de la familia no es fácil para Sonia, que combina dos trabajos para poder llegar a fin de mes. Eso le resta mucho tiempo para cocinar. «Cuando salgo de casa es aún de noche y cuando llego estoy agotada, pero tengo que cocinar». Reconoce que a veces compra «precocinados», pero que con la subida de los precios de estos últimos meses «tampoco» puede permitirse adquirirlos muy a menudo. «Espero que bajen los precios y podamos volver a comer fresco», concluye.

Su caso no es excepcional. La inflación obliga a muchas familias como la suya a hacer encaje de bolillos. El incremento de los precios de los alimentos -atenuado en algunos casos por la reducción del IVA- está teniendo un impacto directo en la composición de la cesta de la compra. Así lo constata Aecoc, la patronal que reúne a fabricantes y distribuidores, que en un informe reciente apuntaba que un 45 por ciento de los consumidores compran menos carne y un 39 por ciento menos pescado debido a la subida de precios. Otro informe de la misma patronal confirma el impacto del factor precio en los hábitos de consumo.

«En el caso de la compra de productos frescos, un 77 por ciento de los consumidores han cambiado sus hábitos de compra y consumo debido al aumento de precios. Y el principal cambio es que ahora buscan más productos en oferta o promoción», dice la entidad. En este sentido, según sus estimaciones, un 57 por ciento de los consumidores compran menos cantidad, un 33 por ciento más a granel o al corte y un 23 por ciento compra productos de menor valor.

Este último caso es el conocido como 'downtrading', tal y como apuntan los profesores de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) Jaime Romero de la Fuente e Ignacio Cruz Roche en un estudio premiado por Asedas (la Asociación Española de Distribuidores, Autoservicios y Supermercados), que remarca cómo una parte importante del consumidor español opta por comprar «productos de menor precio y, supuestamente, de menor calidad: por ejemplo, sustituir carnes rojas por carne de pollo de menor precio, sustituir proteínas animales (carne y pescado) por proteínas vegetales (legumbres), o también sustituir productos de marca por marcas blancas».