Sin hijos por el cambio climático: «No quiero traer un niño a un mundo peligroso»

Para las nuevas generaciones, vivir en un mundo que se calienta no es una idea etérea. Los impactos crecientes del cambio climático están haciendo que los jóvenes se planteen incluso su propia trayectoria vital. Según una encuesta de Unicef, dos de cada cinco reconocen que los impactos del cambio climático les han hecho reconsiderar su deseo de formar una familia. En el caso de África, la cifra se eleva a casi la mitad de los consultados.

«Estoy realmente preocupado por el futuro», asegura Geoffrey. La perspectiva de un mundo donde las olas de calor sean constantes y extraordinarias y las lluvias se intensifiquen aún más le hacen dudar sobre su paternidad. «Mi mayor temor es criar a un niño en un mundo donde haya un aumento de los impactos del clima. Quiero que mis hijos crezcan en un lugar seguro e inclusivo, donde se sientan protegidos, amados... Pero eso se está muriendo», explica. «Me encantaría tener hijos, pero no por el momento. No quiero traer un niño a un mundo peligroso».

Como «mentalmente agotador» define el dilema una joven de 22 años que prefiere quedar en el anonimato. Procedente de una isla de Fiji, define su vida «en la primera línea del cambio climático». «Veo todo lo que está pasando en nuestro país y no quiero tener hijos que tengan que pasar por lo que está pasando: ciclones, aumento del nivel del mar…», asegura. Los nacidos en torno a los 2000 verán seis veces más desastres en comparación con la generación nacida en los años 60, comenta.

En estas pequeñas islas del Pacífico, mantener el planeta a 1,5ºC de calentamiento global es una cuestión de supervivencia. «Si lo sobrepasamos será horrible para las comunidades locales, lo que necesitamos para sobrevivir. Ya tenemos islas como Tuvalu pensando en dejarlo todo atrás», explica la joven. Los datos que maneja la ONU demuestran que el planeta está ya a 1,15 grados sobre la era preindustrial y proyectan que las temperaturas seguirán aumentando hasta los 2,4-2,6 grados a final de siglo con las políticas prometidas.

Jada, de Bélgica, habla de justicia climática al ser preguntada por si formaría una familia, también de racismo y de colonización en el sistema, donde solo «los más privilegiados» consiguen «vivir su vida en esta sociedad». «Para mí, no hay razón para poner a un niño en mi posición, tratando de luchar por la justicia climática mientras los políticos simplemente asienten con la cabeza mientras hacen otra cosa».

Nikka, en cambio, se siente incapaz de renunciar a tener hijos, aunque sabe que estos no tendrán las cosas fáciles. Siendo apenas una adolescente de 13 años vio cómo el tifón Haiyan, uno de los peores registrados en el país, se cobró 10.000 muertos y dejó la tierra arrasada. «Sé lo duro que es sobrevivir, y sobrevivir como una víctima. Todo el mundo busca niños felices mentalmente», cuenta la joven antes de que le entrecorten las palabras. «Ahora los tifones en Filipinas parece que son más frecuentes. Si no somos capaces de solucionar el cambio climático, no creo que los niños de las próximas generaciones sean capaces de sobrevivir». Por esa razón, Nikka quiere ayudar a limitar el aumento de las temperaturas antes de que sea muy tarde para los que vendrán detrás.