Gisele Pelicot, la Bella Durmiente francesa
La mayoría de titulares hoy en día se centran en ella a pesar de ser la víctima pasiva, cuya historia de abusos vivió inconscientemente dormida. Esto la coloca en un lugar central, y por suerte, ha tenido la capacidad de coger ese papel ante la Justicia y los medios, cuestión poco probable en casos de tal gravedad
Patricia de Santisteban
Al margen de la provocación del titular, la historia de Gisele Pelicot se parece más al cuento de la Bella Durmiente original, que la propia historia de amor que nos contó Disney. Para empezar, la mayoría de titulares hoy en día se centran en ella ... a pesar de ser la víctima pasiva, cuya historia de abusos vivió inconscientemente dormida. Esto la coloca en un lugar central, y por suerte, ha tenido la capacidad de coger ese papel ante la Justicia y los medios, cuestión poco probable en casos de tal gravedad.
En el cuento de la Bella Durmiente original, titulado 'Sol Luna y Talía' (Basile, 1636), la Bella Durmiente es descubierta en su castillo por un rey, que aprovecha su estado de inconsciencia para violarla y no solo eso (spoiler), sino que acaba teniendo dos hijos fruto de los abusos.
Dominique Pelicot expresó que de no haber sido descubierto habría continuado con los abusos, tal y como hizo el rey del cuento que nos ocupa, que no era un príncipe apuesto como nos hicieron creer, sino un hombre casado que, en la citada historia (spoiler), acaba incluso asesinando a su mujer. El cuento acaba «bien» a ojos de la época en la que fue escrito, porque nada cuestiona la jerarquía social y el rey continúa ejerciendo violencia a su alrededor desde su posición de poder.
Sin embargo, Dominique no tiene esa suerte a pesar de ser claro con su anhelo e intenciones, lo que genera confusión entre la población y los medios, que tratan de buscarle un sentido patológico a su historia. Este individuo estuvo drogando a su mujer con ansiolíticos entre 2011 y 2020, para violarla y ofrecérsela a decenas de hombres de la misma forma y así grabar los abusos.
Se han hecho muchos juicios sobre Dominique Pelicot, y muchos medios hablan de una personalidad narcisista, cuya ausencia de moralidad está por encima del bien y del mal, y que podría tener una especie de «doble personalidad» al ser un buen marido y padre de día y un monstruo de noche.
Cabe decir que todo esto es especular, porque para saberlo habría que sentarse con él el tiempo suficiente y con la mente muy abierta para escuchar. Estos «diagnósticos rápidos parecen más bien describir las conductas indeseables que cometió, centrando demasiada atención en una posible explicación patológica.
¿Se puede ser un marido y padre ejemplar de día y un depravado de noche?
Pues no. Para empezar porque a Dominique le pillaron tras detenerle grabando bajo las faldas a mujeres en un supermercado. Es imposible determinar cuánto tiempo llevaría teniendo conductas de este tipo; solo se sabe que, en algún momento, fueron lo suficientemente llamativas como para ser visto y detenido.
Por otro lado, el trabajo de conexión con otros hombres para concertar los abusos, la creación de contenido clasificado y posiblemente distribuido, etc. muestran que Dominique no cambiaba de personalidad ni era un enfermo, si no que sabía perfectamente lo que hacía y probablemente se entretenía largo y tendido en ello.
Los otros hombres
Hay otros 70 hombres que participaron en las violaciones, 51 de ellos reconocidos. Uno de ellos incluso se encontró que realizaba las mismas prácticas a su propia esposa, junto a Dominique. También guardaba fotos de su hija.
De cada 10 hombres a los que Dominique les ofreció participar en los abusos, solo 3 dijeron que no, y no llamaron a la Policía. Este dato es especialmente importante, porque revela como mínimo, la existencia de un entorno masculinizado donde, a pesar de no querer participar, el encajar con la fratría es más importante, ya no sólo que la empatía hacia una víctima, sino que el señalamiento de un delito.
El efecto acontecido es similar al fenómeno que se produce en las inmediaciones de las violaciones grupales. Esto se vio muy claramente en el año 2016 con las filtraciones del chat de 'La manada de Pamplona'. No todos los hombres de ese chat participaban en violaciones. Había diversos espectadores que se implicaban en mayor o menor medida en el discurso central o veían el contenido generado tras los abusos. Es posible que también hubiera hombres que no estuviesen de acuerdo con las conductas de sus amigos, que no vieran los vídeos o que incluso sintieran rechazo a todo ello. Sin embargo, hay un factor común: No lo contaban. Tampoco parecían expresar rechazo abiertamente, ni cuestionaban a sus pares.
¿Y ella, cómo no se dio cuenta?
Esta es una pregunta que se ha planteado mucho y es que, sin darnos cuenta nos desviamos constantemente del punto central: Los agresores.
En las violaciones grupales la violencia suele incrementarse dentro de la conexión que se establece entre los participantes mientras abusan de un cuerpo que trata de sobrevivir desde le desconexión emocional. Suele haber más consecuencias (hematomas, desgarros, etc.) porque la propia efusividad es retroalimentada entre los pares que se observan y proyectan sus deseos en el resto.
Sin embargo, en el caso francés, parece surgir otra dinámica de conexión entre la fratría, diferente a las ofertas habituales de conexión a través de la exaltación de la masculinidad.
En este caso, las medidas llevadas a cabo para que la víctima no se despertara podían tener en sí mismas un efecto estimulante para los participantes, que experimentaban de forma individual o conjunta del poder absoluto sobre un cuerpo totalmente vulnerable, dormido, de una mujer de 70 años.
Es importante entender esto no como una filia, sino como una forma más de violencia que se ejerce sobre el cuerpo de las mujeres, dentro de la amplia oferta existente. Esta oferta, puede abarcar desde lugares exclusivos de intercambio de parejas (donde es habitual que ellas accedan para satisfacer los deseos de ellos), el sexo en grupo, la prostitución y consumo de cuerpos vulnerables como mujeres muy jóvenes, embarazadas, con discapacidad, etc. los límites son insospechados.
Y los más importante, sabemos que los hombres que acceden a ello son de toda clase, edad y condición, como los 51 agresores identificados de Gisele Pelicot.
Es doctora en Psicología clínica, experta en trauma, violencia sexual y de género. Autora del libro de reciente publicación «El mito de la violación» por Serendipia Editorial.
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