Papa León XIV, pescador y pastor
El anillo de pescador simboliza la misión de evangelizar, proclamar la Buena nueva a la humanidad, y el palio representa el cuidado de la grey, del rebaño ya evangelizado
En la Misa de inauguración del Pontificado del Papa León XIV – y conforme a la secular tradición histórica-, dos símbolos han destacado sobre todos los demás: el anillo del pescador y el palio de pastor.
Con el anillo del pescador, León XIV ... podrá firmar, rubricar, los documentos que emanen de su magisterio pontificio. Este anillo o sello pontificio atestigua la transmisión de la fe de Pedro, como vicario de Cristo. Esa fe, por la que ha rogado el mismo Jesús y que le ha comunicado diciéndole: «Yo he pedido por ti, para que tu fe no vacile y tú, una vez firme, fortalece a tus hermanos» (Lc 22,32).
La referencia histórica más antigua al «anillo» se remonta al siglo XIII. Se trata de una carta del Papa Clemente IV, en la que menciona el sello papal con el cual timbraba sus documentos oficiales. Es evidente que esta función práctica ha decaído, en gran medida, debido a las actuales formas de certificación de los escritos. No obstante, se mantiene su carga simbólica y conforme a esta tradición se mantiene su entrega al nuevo Papa, en el inicio de su Pontificado.
Durante siglos el mismo anillo se traspasaba de un Papa al siguiente, pero desde el siglo XVI, se instaura la costumbre de destruirlo con un martillo a la muerte del Papa -como símbolo de la finalización de su Pontificado- y con el mismo oro se hacía el anillo del nuevo Papa. Ello se quebró con Benedicto, ya que debido a su renuncia no se destruyó sino que se inutilizó, y también con Francisco que quiso un anillo de plata.
En el interior del sello se graba el nombre, en latín, del nuevo Pontífice, en este caso, «Leo PP. XIV». En el exterior está representado el apóstol Pedro sosteniendo las «llaves» y la «red».
Las llaves encarnan el primado conferido a Pedro en Cesárea de Filipo. A la pregunta de Jesús: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?», el apóstol lo confiesa como «el Mesías, el Hijo del Dios vivo»; y Cristo le dice: «Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del reino de los cielos. Todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos» (Mt 16, 18-19).
La red, por su parte, simboliza la misión evangelizadora. Ésta se ha querido mostrar, en la Misa de hoy, a través un tapiz denominado 'La pesca milagrosa' que se encontraba colgado en el protón principal de la Basílica de San Pedro. Se trata de una reproducción de un paño flamenco de seda y lana -conservado en los Museos Vaticanos- que fue confeccionado en el siglo XVI, desde el dibujo de un catón realizado por el propio Rafael. En el referido tapiz, más precisamente que la propia pesca milagrosa, se representa el momento siguiente en el que Pedro -asombrado del milagro que acaba de presenciar-, cae de rodillas ante Jesús y le dice: «Apártate de mí Señor, que soy un pobre pecador». Con ello expresa el sentimiento de indignidad que le invade, de estar al lado del Jesús. Pero el Señor le confirma diciendo: «No temas, desde ahora vas a ser pescador de hombres». (Lc 5, 8-11)
El palio es una banda de lana blanca que se coloca sobre la casulla litúrgica y que cae levemente, con dos tiras, sobre el pecho y la espalda. Rememora al Buen Pastor y simboliza el compromiso que recae sobre el Pontífice que lleva sobre sus hombros el rebaño confiado. Ese importante valor alegórico, se inserta en el texto del Evangelio que se ha proclamado. Se trata de la última aparición de Jesús Resucitado y tiene lugar en el lago de Genesaret o mar de Tiberíades.
La escena es especialmente emotiva. Por tres veces el Señor se dirige a Pedro y le dice: «Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?» (Jn 21, 15). Repárese que no le pregunta si le ama, sino si le ama «más» que los demás apóstoles. Pedro, que es de carácter apasionado y efusivo; que le dijo en la última Cena: «aunque todos te abandonen yo jamás no te dejaré» (Mt 26,33); ahora ha aprendido la lección de la humildad y no se atreve a decirle que le ama «más» que los otros, sino que solo intenta ponerse, plenamente, en manos de su Señor y le responde entristecido: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo». Y, por tercera vez, Jesús le manda: «Apacienta mis corderos…Pastorea mis ovejas». (Jn 21, 16). Con ello, le confirma en el primado de su Iglesia frente a los demás apóstoles.
Además, Jesús le profetizó que ese mandato de pastor estaría lleno de dificultades y que le llevaría a ofrecer su vida por cumplirlo: «Cuando seas viejo, extenderás tus manos, y otro te ceñirá, y te llevará a donde no quieras». Y por fin añadió: «Sígueme» (Jn 21, 19).
Existe pues una identificación de continuidad entre la condición de pescador y de pastor. El anillo de pescador simboliza la misión de evangelizar, proclamar la Buena nueva a la humanidad, y el palio representa el cuidado de la grey, del rebaño que ya evangelizado. La barca de Pedro es, pues, para pescar, para convertir a los hombres y el palio para cuidar al rebaño congregado.
Hemos visto, contemplado, al Papa León conmovido al escuchar este Evangelio que le interpelaba directamente… y al recibir esos símbolos de su ministerio petrino. Hemos podido vislumbrar, la responsabilidad que le embargaba al iniciar su misión como Sucesor de Pedro.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete