El experimento alimentario para que el oso pardo resista al cambio climático
Un proyecto LIFE planta frutales y castaños a mayor altitud en León para neutralizar la falta de arándanos y prevenir que los plantígrado busquen comida en los pueblos
Páramo del Sil (León)
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Iniciar sesiónEn la cordillera cantábrica los osos pardos buscan comida hasta debajo de las piedras. Es verano y las hormigas se han convertido en su principal fuente de alimento ante la escasez de arándanos. Una helada tardía en la primavera acabó con la producción ... de ese año, rememora ahora Luis Fernández, patrulla de la Fundación Oso Pardo. El incidente es reciente, pero no será el último. Bajo los efectos crecientes del cambio climático, la escasez de frutos silvestres se repetirá. Así que el proyecto LIFE 'Osos con futuro' está preparando el menú del porvenir de esta especie en peligro de extinción. Garantizará su alimento y prevendrá que estos plantígrados bajen a los pueblos en busca de comida.
Los 370 osos pardos que habitan en el área cantábrica están sufriendo los primeros impactos del calentamiento global. Ante inviernos cálidos y primaveras adelantadas, aumentan los ejemplares que hibernan menos o no hibernan. Y a mayor actividad, mayor necesidad calórica. Pero los frutos que hoy sostienen su alimentación también merman o producen solo algunos años.
«Algunas fuentes de alimentación van a pasarlo muy mal, pero otras no, e incluso van a poder producir comida a mayor altitud», asegura Guillermo Palomero, director de la Fundación Oso Pardo (FOP), que coordina este proyecto LIFE de la Unión Europea, en el que también participan la Fundación Biodiversidad del Ministerio para la Transición Ecológica y la Fundación Patrimonio Natural de Castilla y León.
Menos arándanos y más castañas
Los arándanos serán los perdedores del cambio climático en esta zona, junto a las hayas y los robles; pero manzanos, abedules, cerezos y castaños podrían prosperar a mayor altitud. El oso tendrá que adaptarse. Dejar de comer un alimento que escasea y empezar a consumir otros que sean más abundantes.
En esta zona, María Gómez, ingeniera forestal de la FOP, se vuelca en lograr el cambio de dieta de estos plantígrados, que pueden llegar a los 200 kilos. Las plantaciones están en marcha. La prueba está en el valle de Valdeprado, en el municipio de Palacios del Sil (León), en donde hay cerezos a 1.300 y 1.400 metros de altitud entre unos escasos restos de nieve para ser mediados de febrero. Lo habitual es que crezcan a unos 800 metros.
A poca distancia, entre antiguas minas a cielo abierto, una cuadrilla de empleados locales planta a más de 1.000 metros sobre el nivel del mar, en un valle sin nombre del vecino Páramos del Sil, una variedad de castaños del Bierzo que en otros lugares estarían a unos 400-800 metros de altitud. Cuando el proyecto termine en 2025 habrá 150.000 nuevos frutales y 25.000 castaños.
«Las plantaciones tienen un componente experimental», reconoce Palomero. La idea es que, si se cumplen las proyecciones científicas, entre 2050 y final de siglo las nuevas condiciones climáticas serán las adecuadas para estas especies y los osos tendrán manzanas tardías y castañas casi hasta final de año. «Es importante porque vamos a ver cómo funciona y si, como todo parece, funciona bien, tendremos que tomar nota nosotros y las administraciones y subir la cota de plantación. Eso empezará a orientar las plantaciones en toda la cordillera», dice Palomero.
El proyecto ha dado sus primeros frutos incluso antes de lo esperado. Luis Fernández se recuerda el pasado otoño mirando a través de los prismáticos unos castaños que se cimbreaban con fuerza. Encaramados en ellos, una osa con sus oseznos estaban dejando limpia de fruta la copa de un manzano colindante que él mismo había plantado un par de años atrás.
Evitar conflictos
La situación ha cambiado, no solo por los efectos del calentamiento global. Hace tres décadas los osos de la cordillera cantábrica «eran fantasmas», reconoce Fernández: escasos y casi imperceptibles. Pero los esfuerzos de conservación han logrado que los ejemplares hayan pasado de unos 60 en los años 80 a 370. «Todos los años vemos a los osos en algún cerezo», cuenta Borja Martínez, alcalde pedáneo de Anllares del Sil. «Son parte del paisaje, nadie se asusta».
Pero no es una buena idea que los osos se habitúen a visitar poblaciones, a la presencia humana y, muy especialmente, a alimentarse en estas zonas. El trabajo diario de Raquel Martínez en el Parque Nacional de Jasper (Canadá) lo atestigua. La colaboradora de la FOP usa desde palos hasta pistolas de 'paintball' para expulsar a los plantígrados de zonas de tránsito. Allí las papeleras blindadas a prueba de osos son obligatorias para evitar que consuman alimentos procesados. En el momento en el que aprenden que pueden obtener comida de los humanos, es un problema. Sobre todo si la buscan y no la encuentran. «En una noche un oso arrancó las puertas de tres coches», rememora Raquel Martínez.
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Por eso, si el proyecto logra que los osos encuentren la comida en el monte «se evita que llegue al pueblo», asegura María Gómez. «No queremos ni un solo oso habituado en la cordillera cantábrica», dice tajante Palomero. La concienciación social también será vital, otra de las patas en la que trabajan, junto a la prevención de incendios en la zona. Todo para lograr que, a largo plazo, este siga siendo «el país de los osos».
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