Una 'Estación Espacial Internacional' para desentrañar el fondo del océano
Frente a la caribeña isla de Curazao, a 20 metros bajo el mar, el proyecto Proteus creará una base para que científicos de todo el mundo estudien las profundidades marinas, donde aún se esconden millones de especies desconocidas y compuestos revolucionarios
Hallan 5.000 nuevas especies en la zona de mayor interés para la minería submarina
Recreación de Proteus, con un sistema modular que albergará un laboratorio, un estudio de vídeo, dormitorios y un huerto
En la carrera por explorar lo desconocido, el espacio ganó a las profundidades marinas hace décadas. Se conoce mejor la Luna que el fondo del océano. Fabien Cousteau, nieto del famoso explorador, quiere cambiar eso. Ha ideado una versión acuática de la Estación Espacial ... Internacional, que se ubicará a unos 20 metros bajo el mar y servirá de base para que científicos de todo el mundo puedan pasar meses explorando el medio marino. El proyecto está prosperando: en mayo cerró un acuerdo con la NOAA, la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de EE.UU., que quiere utilizar la base.
La futura estación se llamará Proteus y se erigirá en un área protegida frente a la costa de Curazao, una isla en el mar Caribe. Con 371 metros cuadrados, la instalación tendrá capacidad para albergar hasta a 12 personas durante meses. Será el hábitat submarino más grande construido hasta la fecha.
«Estudiar el océano es una de las cosas más difíciles que existen», asegura Eugenio Fraile, investigador científico en el Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC), quien valora la creación de un laboratorio submarino permanente como un paso «realmente relevante».
Porque en las profundidades marinas queda un amplio campo inexplorado. El ser humano solo conoce el 5% de los océanos y las estimaciones dicen que faltan hasta dos millones de especies por descubrir. Los científicos tampoco han averiguado la forma en la que interacciona la fauna; faltan series completas y estables de datos microambientales vinculadas al cambio climático; y para la medicina, la farmacia o la cosmética aún se esconden activos que auguran un futuro prometedor.
«El mayor reservorio de genes nuevos están en el océano, a la espera de que nosotros los descubramos», dice Fraile, quien también apunta a que obtener observaciones de larga durción de un punto concreto del oceáno permitirá alcanzar nuevos hitos científicos. «Verlo es fundamental a largo plazo para entender los procesos climáticos y biológicos», asegura el investigador.
Recreación de Proteus
Sin embargo, la presión creciente del agua, la falta de luz, de oxígeno y las temperaturas juegan en contra de los oceanógrafos. El medio marino se estudia mediante expediciones, una forma muy limitada por tiempo, espacio y coste. «Nuestro conocimiento marino está sesgado por todos lados», reconoce Fraile. Lograr una observación continua y directa será igual que ver por fin la película completa, en vez de limitarse a ver fotogramas salteados, ejemplifica Jaume Piera, investigador del Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC).
Vida a bordo
La solución: vivir bajo el mar, una idea que no es nueva. Solo entre 1960 y finales de los años 70 se crearon unos 70 hábitats submarinos para observar el lecho marino, pero acabaron desmantelados.
«Las dificultades del entorno submarino, especialmente en lugares remotos y profundos, así como los grandes gastos asociados con el funcionamiento de estaciones de investigación submarinas, históricamente han demostrado ser un factor en la desaparición de las estaciones de investigación submarinas», reconoce por email Roger García, director de Operaciones de Aquarius, el único hábitat submarino permanente que existe actualmente en alta mar para investigación y que se ubica cerca de Los Cayos de Florida (EE.UU.).
La vida en el fondo marino es un reto. Veinte metros de profundidad equivalen a unas tres atmósferas de presión, explica Piera. Llega luz, pero atenuada. Y está el aislamiento social.
La experiencia no es fácil, cuenta Roger García. Aquarius se encuentra a unos 18 metros de profundidad y es del tamaño de un autobús escolar (apenas 38 metros cuadrados para un máximo de seis personas). En esta estación construida en el 87, los primeros días de expedición siempre son apasionantes, pero «a mitad de semana, la gente comienza a cansarse por los largos días y la tensión que el entorno submarino, en estas condiciones, ejerce sobre el cuerpo humano». Al final de la inmersión por saturación (que adapta el torrente sanguíneo a la presión del agua circundante), la gente tiene sentimientos encontrados. «Están listos para irse, volver a ver la luz del sol, a sus familias, etc., pero también les entristece un poco el hecho de que es posible que nunca más tengan la oportunidad de vivir bajo el agua», dice el director de Operaciones.
Las condiciones extremas han convertido el hábitat en un campo de pruebas para los astronautas de la NASA. «La mayoría, si no todos, los que han estado en el espacio y también en una inmersión en Aquarius durante una misión análoga espacial, han dicho que los desafíos operativos que han experimentado en ambos entornos extremos han sido muy similares», asegura García.
Proteus será casi diez veces mayor que Aquarius, mejorando la falta de espacio. El diseño inicial que ha elaborado el estudio Fuseproject muestra una gran estación redonda con dos alturas, rematada por módulos ampliables que albergarán los laboratorios, dormitorios, baños, bahías médicas, una sala de estar, cocina y hasta el primer invernadero submarino -hidropónico- para que los residentes puedan cultivar alimentos vegetales frescos y resolver el desafío de no poder cocinar con llama.
«Cocinar con llamas abiertas es demasiado peligroso, considerando la concentración de oxígeno en el espacio», explica Roger García sobre el problema que comparten estas estaciones submarinas. Según sus cálculo, un incendio dentro de Aquarius se propagaría unas 25 veces más rápido que en la superficie. «Se puede usar un microondas para calentar o cocinar alimentos, aunque nuestras comidas principales en realidad son alimentos deshidratados que se reconstituyen con agua caliente», cuenta.
Aislamiento
En Proteus, a los problemas técnicos y logísticos se añadirán los sociales. «Dos de los mayores desafíos para permanecer bajo el agua durante más tiempo es el aislamiento social y la falta de luz natural», aseguran los responsables del diseño de Proteus. Fuseproject ha plagado de ventanas la estación submarina, ha incorporado salas comunes y una rampa en espiral que une los dos niveles de la estación y permitirá que sus 'habitantes' puedan dar paseos. También habrá una sala de producción de vídeo con internet que brindará transmisión en vivo para los investigadores.
Construir Proteus y mantenerlo durante los primeros tres años costará aproximadamente 120 millones de euros, según reconoció Costeau a 'Forbes', una cifra que empezó a recaudar hace tres años. La empresa no ha querido hacer declaraciones a los medios de comunicación tras la tragedia del sumergible Titán, pero está previsto que una vez puesta en marcha la estación, el coste operativo anual será de unos dos millones y medio de euros, que serían recuperados gracias al alquiler de las instalaciones para investigación.
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«Tener una estación internacional que cubre gastos, con objetivos comunes y diferentes campos de estudio es la forma de que el conocimiento avance», opina Fraile, quien destaca la idoneidad de la ubicación escogida, al borde de un talud que permitirá investigar no solo lo que hay sobre la plataforma continental sino lo que existe a profundidades mayores. La idea es aprovechar al máximo esta nueva residencia. Dejar de ser meros observadores del medio marino para ser habitantes del océano.