Los endocrinos coinciden en que hay «un uso abusivo de bloqueadores de la pubertad» en jóvenes que piden cambiar de sexo
Un informe internacional entregado a los ministros de Sanidad de siete países, entre ellos España, alerta de los efectos adversos de estos tratamientos: desde cataratas a la infertilidad
El traje nuevo del emperador, artículo de opinión de Sonia Gómez, de Confluencia Movimiento Feminista
Feninistas ayer en Edimburgo, satisfechas por el veto de Londres a la 'ley Trans' escocesa
El «escándalo sanitario» que supone tener solo en España, y según los cálculos más mesurados, a mil menores de edad «sanos» reclamando al sistema público un tratamiento hormonal que bloquee su desarrollo madurativo mientras debaten sobre si se identifican con el sexo biológico con ... el que nacieron traspasa el plano ideológico y se ha convertido ya en un problema de salud pública. Al margen queda el debate de si lo hacen por modas o influenciados por el movimiento internacional que los favorece, llegado el punto en que toca a su salud. Estos mil jóvenes lo solicitaron entre 2019 y 2021, pero el ejemplo se extrapola a los sistemas sanitarios británico, sueco o finlandés. Así se expone en el dosier entregado ayer en una acción del llamado Frente Feminista Internacional a los ministros de Sanidad de siete países –EE.UU., Canadá, Italia, Francia, Alemania, Bélgica y España–, donde exigen poner fin a los tratamientos hormonales para detener la pubertad. En torno a un 85% de los menores con malestares de género desisten espontáneamente tras superar la pubertad.
En nuestro país, la agrupación de madres de niños con disforia de género Amanda, la Confluencia Movimiento Feminista o la Alianza Contra el Borrado de las Mujeres, entre otras entidades, están detrás de este informe que refrenda con los datos solicitados a todas las comunidades autónomas que hay un 'boom' de los adolescentes por cambiar de sexo –tal como publicó ABC el 2 de julio–. «Lo hay», aseguran desde las unidades de identidad de género. Por ejemplo, solo en Málaga, en 2014 un 8% de quienes lo solicitaban eran menores de 18 años; ahora son el 50%, aseguran facultativos de la unidad a este diario.
Las organizaciones feministas adjuntaron al informe presentado ayer al ministro de Sanidad, José Manuel Miñones, un catálogo de efectos adversos que conlleva el abuso de esas inyecciones que paralizan la producción de la GnRH (la hormona secretada por el hipotálamo que es esencial para el correcto control del sistema reproductor masculino y femenino). En torno a las 11.30 horas de ayer, Sonia Gómez, miembro de Confluencia Movimiento Feminista, que acudió junto a integrantes de otras plataformas al ministerio, dijo que no obtuvieron «respuesta de este Gobierno, ni antes ni ahora», señala Gómez.
El peligro final del que advierten estas organizaciones es la mutilación de cuerpos sanos a menores que se autodeterminan 'trans' y la extracción de órganos mediante cirugía que no tiene vuelta atrás. Según las firmantes, el menor que acude a una unidad de identidad de género es probable que salga con la receta de un bloqueador bajo el brazo, una afirmación que se apresuran a rechazar desde estas unidades.
Fármacos como Lupron
El primer paso para bloquear la pubertad es administrar fármacos como Lupron, que son conocidos por los facultativos para el tratamiento de la endometriosis, reproducción asistida y el cáncer de próstata, por ejemplo. Pero entre las consecuencias probables que provocan en el organismo de un adolescente se encuentran las cataratas, el deterioro en la tiroides, vómitos, y síntomas más agresivos como la micción con sangre, riesgo de diabetes de tipo 2 y en último grado, con una terapia continua de más de cuatro años, la esterilidad. «En algunos estudios se recoge que los bloqueadores son castración química y no es desproporcionado«, recoge el informe del Frente Feminista, que acompaña cada afirmación con artículos médicos publicados en distintos países, aunque según los endocrinos consultados hay falta de una literatura médica cerrada sobre el tema.
También escasean los estudios que avalen la propia fiabilidad de los medicamentos usados para bloquear hormonalmente los primeros indicios de la pubertad (llegado el estadío 2 de Tanner, como se conoce, descifra el endocrino y profesor de Ciencias de la Salud de la Universidad de Alcalá Antonio Becerra, una fase que suele coincidir con los 11 años de las niñas, algo más temprana que en los niños). Becerra referencia dos estudios que han acreditado el riesgo de arritmia cardiaca y la disminución de la talla por el bloqueo de la placa ósea si hay un tratamiento supresor prolongado. «Sí daña el hueso y su densidad mineral y existe un alto índice de episodios cardiovasculares», revela. El profesor Becerra, quien coordinó todas las unidades territoriales de género en el país, se retrotrae a que el propio estudio inicial de la doctora Peggy Cohen-Kettenis con su equipo en Ámsterdam –que dio alas al uso mundial de estos fármacos en el abordaje de la transexualidad– es del todo «experimental».
En un punto medio de la discusión se sitúa el doctor Marcelino Gómez, coordinador del grupo Gónada, Identidad y Diferenciación Sexual de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (GIDSEEN), que manifiesta su temor de que «paguen justos por pecadores». «Hay personas que están sufriendo mucho», lamenta.
«No dispensamos bloqueadores al tuntún»
Gómez explica que una vez administrados bloqueadores como la triptolerina se paraliza la producción de la GnRH. «Todos actúan igual, pero su efecto es reversible –incide–. Nuestra experiencia es que la gónada bloqueada recupera su función a las pocas semanas de retirar el fármaco. No recomendamos administrarlos más de dos años en ningún caso«. Reconoce que la 'ley Trans' genera confusión, porque lo que facilita es la autodeterminación de género y la petición registral de cambio de sexo.
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«Una cosa es la autodeterminación y otra el autotratamiento», acentúa. Es el médico quien evalúa si se encuentra ante un caso de trastorno de disforia de género o de transgenerismo y prescribe un bloqueo puberal. «Comparto cierta inquietud por el uso abusivo de estos fármacos, pero los profesionales de la Medicina de este país no somos dispensadores al tuntún» de supresores, disiente.