Fundación BBVA

Elke Weber, la psicóloga del cambio climático: «Hay 'fatiga climática', la gente está muy cansada»

La experta, premio Fronteras del Conocimiento, asegura que los discursos catastrofistas no sirven para movilizar a la sociedad a largo plazo

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La psicóloga Elke Weber, en la sede de la sede del BBVA en Bilbao ABC

Elke Weber (Alemania, 1957) dejó su país natal al ver que había «demasiados alemanes» diciéndole lo que tenía que hacer con su vida, confiesa entre risas. Desde entonces, se ha dedicado a la Psicología y a entender la toma de decisiones, pero aplicadas a ... un campo ignoto hasta su llegada: el cambio climático. Así descubrió que esta crisis es una 'tormenta perfecta' también a nivel social, ya que hay pocos incentivos para actuar. Su investigación la ha llevado a ser la primera psicóloga en formar parte del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU y, ahora, a ganar el premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento, en la categoría de Ciencias Sociales, que este jueves recoge junto al resto de premiados en Bilbao.

—Después de décadas oyendo hablar del cambio climático, ¿tenemos 'fatiga climática' igual que tuvimos 'fatiga pandémica' durante el Covid?

—Sí, en efecto, hay fatiga climática. Cuando empezó la pandemia, le pedimos a 5.000 estadounidenses que nos hablaran de sus actitudes y de su respuesta al Covid y al cambio climático. Averiguamos que la gente en general está muy cansada de gestionar ambas cuestiones, la pandemia y el cambio climático.

—El discurso ecologista ha estado durante muchos años plagado de catastrofismo, ¿cómo ha afectado eso?

—Está muy relacionado con cómo tenemos que comunicar los peligros sociales. Podemos propiciar emociones negativas, como el discurso catastrofista que incita emociones negativas. Pero en mi trabajo he visto que las emociones negativas funcionan con peligros para los que hay una respuesta sencilla. Por ejemplo, en medicina. Si quieres que la gente se haga una prueba para el cáncer, está bien asustarla, porque lo único que tiene que hacer es ir al médico y someterse a un examen. Pero cuando la amenaza requiere una acción sostenida en múltiples frentes, y tienes que cambiar de estilo de vida y necesitas múltiples acciones, no es una buena idea utilizar las emociones negativas porque nadie quiere sentirse asustado o culpable durante mucho tiempo. Es mucho mejor hacerles sentir bien y orgullosos de formar parte de la solución.

—¿Hemos entendido que el discurso catastrofista no funciona?

—Probablemente no. Tiene que haber un equilibrio delicado. El cambio climático es un problema grave y lo tenemos que trasladar. La pregunta es cómo combinar la comunicación sobre la gravedad del tema con una comunicación positiva sobre el hecho de que hay soluciones. Y eso no es tan fácil, porque la gente no sabe qué medidas tiene que adoptar y esto se aplica al público en general y también a muchos políticos y empresas.

—¿Se parecen en algo las decisiones climáticas y las económicas?

—Hay un componente económico en las decisiones medioambientales. Por ejemplo, tienes que invertir en un aire acondicionado más eficiente. Hay personas que lo compran porque quieren ahorrar; pero otros porque es bueno para el medio ambiente o porque sus amigos lo hacen. Hay distintas motivaciones. A la hora de tomar decisiones adecuadas para el planeta tenemos que hablar con las personas que tienen distintos valores. Es muy importante trabajar sobre estas cuestiones de formas distintas.

—¿Y por qué se suelen aplazar las medidas sobre cambio climático?

—Por el período temporal en el que se producen las consecuencias negativas. Hasta hace poco el cambio climático era un fenómeno estadístico, algo de lo que hablaban los científicos con gráficos. No era algo que nosotros, afortunados en el mundo occidental, sufriéramos en casa. Pero eso ha cambiado.

—¿Cómo están afectando esos primeros efectos a la toma de decisiones?

—La experiencia personal de sufrir consecuencias negativas es importante y afecta. Lo hemos estudiado en la pandemia, con el seguimiento a 5.000 estadounidenses para que nos hablaran del Covid y del clima extremo. Hay una fuerte diferencia ideológica entre republicanos y demócratas, tanto hacia el cambio climático como hacia el Covid. Los demócratas están más preocupados, los republicanos menos. Esa es la media. Pero cuando esas personas han vivido experiencias muy negativas, ya sea con eventos climáticos extremos, como huracanes, o con el Covid, la experiencia personal se impone sobre las diferencias ideológicas. Aquellas personas que han sufrido más se mostraron más activas para protegerse y más preocupadas por el cambio climático independientemente de su inclinación política. Pero hay que tener en cuenta que ante consecuencias negativas repetidas, como inundaciones u olas de calor, nos acostumbramos, nos adaptamos. Lo que era terrible en 2020 es una nueva normalidad. Y la verdad es que nos hemos acostumbrado a un clima más extremo.

—¿La ecoansiedad puede llevar a generar un choque generacional?

—No hay duda de que la preocupación por el cambio climático depende de la edad, es generacional. Tiene sentido, porque quienes están naciendo hoy van a ver cómo es el mundo en el 2100 y tienen todos los motivos por los que estar preocupados. No solo les tiene que preocupar el cambio climático, sino muchas otras cosas. Mi generación vivió una vida cada vez más sencilla, pero ahora la situación está empeorando y la ecoansiedad es lógica, nos tendríamos que preocupar por nuestro futuro en la Tierra. Lo que está en juego es la supervivencia de nuestra especie. En cuanto a si va a haber choques entre los más jóvenes y los más mayores, yo creo que sí, sinceramente. No solo en relación con el tema del clima. El clima es solo uno de los síntomas de que hay cada vez más desigualdades. Hay mucha gente que se está quedando atrás en el planeta y esto ocurre incluso dentro de un mismo país. Así que llegará un momento en el que haya incluso revoluciones.

—¿Por qué el cambio climático, que se basa en información científica, provoca un rechazo tan visceral a veces?

—Creo que parte del problema es que se ha politizado.

—¿Entre hablar del 'impuesto al carbono' y hablar de la 'tasa de carbono' hay mucha diferencia?

—Sí, creo que el lenguaje es muy importante. Distintos términos implican distintas motivaciones. Si hablamos de 'impuesto al carbono' pensamos en el gobierno que te quita el dinero de tu bolsillo. Ahora bien, si lo llamas 'tasa o tarifa al uso del carbono', básicamente estás diciendo que quienes utilizan el carbono tendrían que pagar por ello. Y la gente entiende la justicia y que quien se beneficia de algo es quien tendría que asumir ese coste.

—¿Por qué, en las políticas medioambientales, los incentivos y las obligaciones no funcionan del todo para luchar contra el cambio climático?

—A nadie le gusta que le digan lo que tienen que hacer: yo me fui de Alemania de adolescente porque había demasiados alemanes diciéndome lo que tenía que hacer. Es algo que nos afecta a todos. Todos queremos sentir que tenemos influencia sobre nuestras vidas, que podemos decidir sobre nuestras vidas. Y a veces estamos forzando a la gente a hacer algo que no quiere. Creo que al final los partidos políticos que no quieren que se adopten medidas climáticas tienen este enfoque, pero se trata de algo que los gobiernos hacen constantemente: no permiten que sustancias químicas venenosas entren en nuestra cadena alimenticia o regulamos, por ejemplo, el horario de apertura de las tiendas. Creo que las decisiones medioambientales no están siendo bien enmarcadas.

—Según uno de sus estudios, los ciudadanos creen que las políticas medioambiente tienen menos apoyo del real. ¿Cómo es posible?

—En los países que hemos analizado, la mayoría de las personas quieren que sus gobiernos y el sector privado hagan algo contra el cambio climático, entre el 60 y el 80% de la gente. Pero se tiende a pensar que solo un 30% quiere acciones en defensa del clima. Cuando tú crees que formas parte de una minoría, no hablas de ello en el trabajo, en la cena de Navidad… porque temes el conflicto, temes que la gente no esté de acuerdo contigo. Y fruto de ello tenemos un círculo vicioso: la gente no habla de ello y como no se habla de ello, todo el mundo piensa que a nadie le importa, cuando en realidad les importa. Así que la gente tiene que saber que forman parte de una mayoría. Los políticos tampoco saben lo que quiere la mayoría de la gente o dicen que no lo saben. A veces no quieren escuchar.

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