Dinamarca indemnizará a las mujeres inuit esterilizadas sin permiso en los 60

«Un día escolar de 1974, cuando tenía 14 años, todas las niñas de su clase fueron enviadas a una revisión médica sin previo aviso. Una por una, llamadas por lista, fueron entrando en la consulta. Cuando mis compañeras iban saliendo se veía en sus caras que no había sido agradable, pero ninguna decía nada y se las llevaban a otra sala», recuerda la espera, «cuando me tocó, me indicaron que elevase las piernas en la silla ginecológica, yo entonces no sabía lo que era eso... Fue horrible. Yo estaba llorando. Notaba que me introducían cosas, pero nadie me explicaba nada... salí de allí dolorida y avergonzada».

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S. F.

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Hedvik no había tenido relaciones sexuales ni educación sexual. No sabía lo que era un DIU, un dispositivo intrauterino para evitar la concepción. Tardó años en entender que le habían insertado un anticonceptivo en el útero y nadie le advirtió que debía retirarlo pasado cierto tiempo.

«Las menstruaciones empezaron a ser dolorosas, hablé con mi hermana porque me quería ir del colegio, pero no le dije el motivo y me contestó que debía continuar con mi educación», recuerda la mujer, que hoy tiene 62 años. «Solo después, de casada, tras una revisión, el médico me lo retiró para que pudiera tener hijos y casi muero por un embarazo ectópico causado por tantos años de inflamación».

Hedvik ha pasado casi toda su vida sin entender del todo lo ocurrido hasta que, en mayo del año pasado, descubrió un podcast en la radio danesa DR que le abrió los ojos. El suyo no había sido en absoluto un caso aislado. Entre 1966 y 1970, Dinamarca llevó a cabo una política demográfica destinada a reducir la población de Groenlandia, que en 1953 había pasado a ser una provincia danesa. Como parte de la denominada «Campaña espiral», se instalaron alrededor de 4.500 anticonceptivos intrauterinos a aproximadamente la mitad de las mujeres en edad fértil de la población y la mayor parte de ellas menores. Sin su consentimiento. Sin siquiera su conocimiento.

Las víctimas sufrieron las consecuencias en soledad y en silencio, aunque el sistema sanitario danés sí tenía constancia de lo que había ocurrido. «Sucedió que, en los años 90 y 2000, muchas mujeres acudían a hacerse revisiones, preguntándose sin saberlo por qué no podían quedar embarazadas», ha reconocido a la emisora danesa KNR Aviaja Siegstad, ginecóloga del hospital Dronning Ingrids de Nuuk. «Iban al médico por otros síntomas o enfermedades y se descubría que tenían insertado el DIU sin ser conscientes de ello».

Les era retirado y se intentaba paliar las consecuencias, a menudo sin demasiado éxito. Pero si la cadena de radio DR accedió a esta terrible historia fue sólo a través de la psicóloga Naja Lyberth, a la que le fue insertado el DIU cuando tenía 13 años. Después de toda una vida sufriendo en solitario aquel trauma, decidió contar su historia en Facebook y crear un foro en el que mujeres con la misma experiencia pudiesen poner en común las consecuencias.

El número de usuarias se multiplicó a tal velocidad que llamó la atención de los periodistas. «El objetivo del Gobierno danés era doble: por una parte económico, reducir la creciente necesidad de inversión en Groenlandia, y por otra parte étnico, porque la campaña no se limitó a Groenlandia, sino que también se dirigió a los groenlandeses de las escuelas e internados daneses», explica Søren Rud, profesor asociado de la Universidad de Copenhague y autor de un libro sobre Groenlandia como colonia danesa. Las afectadas fueron mujeres y niñas muy jóvenes, solteras o casadas ya con varios hijos.

«La tasa de natalidad en todos esos poblados inuit se redujo prácticamente a cero en aquellos años», ha reconocido el ministro danés de Sanidad, Magnus Heunicke. Las víctimas que presenten su solicitud podrán ser ahora indemnizadas con 250.000 coronas danesas, unos 38.000 euros, pero muchas de ellas ya han fallecido.

La primera ministra danesa ha pedido públicamente perdón, en nombre del Estado danés, por aquella política: «Fue injusto, horrible, inhumano y despiadado», les ha dicho, y ha ordenado una investigación interna sobre estos procedimientos que llegue hasta los años 90. Pero para las víctimas no es suficiente. «Yo quiero que esa investigación llegue hasta hoy, estamos hablando de serias violaciones de los Derechos Humanos», se queja Bebiane, otra de las afectadas. «Es necesario saber que cosas así no están sucediendo ahora, ni en Groenladia ni en ningún otro lugar del mundo».

Bebiane insiste en esta afirmación porque en las redes sociales danesas circulan versiones no confirmadas sobre este tipo de prácticas en momentos bastante más recientes. Una mujer groenlandesa ha denunciado que le insertaron uno de estos anticonceptivos DIU en 2009 sin su conocimiento y que sólo lo supo más tarde, cuando intentaba quedarse embarazada.

Otra asegura que le inyectaron anticonceptivos hormonales en 2014 sin su consentimiento y que ese fue el motivo por el que tardó mucho tiempo en poder tener hijos, pero hasta el momento estas versiones no han podido ser contrastadas y podría tratarse de fraudes en busca de las compensaciones que ahora se dispone a pagar el gobierno danés.

La investigación oficial no será publicada hasta 2025, pero debido a la edad de las víctimas, es posible que muchas de ellas ya no puedan cobrar la indemnización si se espera a esos resultados, como ha hecho ver el abogado Mads Pramming, que las representa.