La despedida de Benedicto XVI en su lecho de muerte: «Señor, te amo»

Según fuentes cercanas a Benedicto XVI, el Papa emérito falleció «extremamente sereno» y «sonriente», rodeado de su médico, un enfermero y sus colaboradores. Eran las 9:34 de la mañana del sábado.

En el momento del fallecimiento la primera y única persona avisada fue el Papa Francisco, quien inmediatamente se trasladó al exmonasterio 'Mater Ecclesiae' para rezar ante los restos de su predecesor y dar el pésame a los «familiares» de Benedicto XVI, como el Papa emérito consideraba a Gänswein y a las personas que atendían su casa y su secretaría.

Lo inédito de este caso es que fue el Papa Francisco quien decidió el momento y la modalidad de publicación de la noticia. El Pontífice solicitó que se hiciera pública lo antes posible, a través de la oficina de prensa del Vaticano.

A partir de ese momento se puso en marcha una complicada maquinaria protocolaria, en la que cada paso se mide con extrema prudencia dado el inédito estatus de Papa emérito. Los Papas y la Santa Sede se expresan con símbolos que se remontan a tradiciones de siglos. Por eso, la muerte de Benedicto XVI, el primer pontífice que presentó su renuncia en tiempos modernos, ha obligado a replantearse el protocolo existente e incluso a inventarse uno nuevo.

No es formalismo. La clave para entender los quebraderos de cabeza que se plantean en estas horas en la oficina del maestro de ceremonias y en la Secretaría de Estado es que quien ha fallecido no es un jefe de Estado ni es el vicario de Cristo, y por lo tanto, no puede ser tratado como tal.

Por eso, el anuncio oficial de su fallecimiento se limitó a una línea y no entró en detalles personales, como la enfermedad o quiénes estaban en ese momento a su lado: «Con pesar doy a conocer que el Papa emérito Benedicto XVI ha fallecido hoy a las 9.34 horas, en el Monasterio Mater Ecclesiae del Vaticano», anunció el portavoz a las 10:32 del sábado.

En 2005, horas después del fallecimiento de Juan Pablo II se publicó el certificado de defunción y la lista de cardenales y colaboradores que lo acompañaban. Además, dio oficialmente la noticia el cargo más alto de la Secretaría de Estado en caso de fallecimiento papal, el «sustituto» Leonardo Sandri. En este caso no ha sido así.

Como Benedicto no es un jefe de Estado, no fue necesario comunicar oficialmente el fallecimiento a las nunciaturas y al cuerpo diplomático ante la Santa Sede; y tampoco se han decretado días de luto oficial ni se ha solicitado que las banderas estén a media asta.

Al no ser un Papa reinante, las campanas de la basílica de San Pedro no sonaron ni el sábado ni el domingo con el toque de difuntos, que sin embargo sí que se escuchó durante horas cuando falleció Juan Pablo II.

Una cuestión bastante más delicada era si el cadáver debía llevar las vestiduras pontificias, o si era más coherente con la renuncia revestirle sencillamente de morado tal y como se hace con todos los obispos.

Al final se optó por la primera opción, con algunos matices. Diego Ravelli, maestro de ceremonias del Vaticano, preparó el cadáver con la sotana blanca papal, revestido con una casulla de color rojo, que es el que se reserva para el cadáver de los pontífices, y una mitra con bordes dorados, procedente de la sacristía del Papa.

También cuenta la disposición en la cámara ardiente. A diferencia de sus predecesores, Benedicto no lleva el palio papal, esto es, la cinta de lana con cruces que se pone sobre los hombros, que simboliza la potestad de gobierno del obispo en una determinada jurisdicción, pues renunció a ella en 2013. Coherentemente con la renuncia, tampoco lleva la «cruz pastoral», el bastón rematado con una cruz, que tiene un significado paralelo al del palio. El cadáver lleva zapatos de color negro y no burdeos, que en la tradición de los papas evocan la sangre derramada por los mártires siguiendo los pasos de Cristo.

Otra diferencia relevante es que el primer día de velatorio se ha hecho en su casa y no en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, y se ha reservado a colaboradores y amigos íntimos, y no explícitamente a la Curia Vaticana y al cuerpo diplomático. Pero sí que se mantiene el velatorio de varios días en la basílica de San Pedro para los peregrinos y la sepultura en las grutas vaticanas, junto a sus predecesores.

Benedicto tampoco tendrá un funeral de Estado. Será una ceremonia solemne, «pero sobria y sencilla», según su voluntad. Significa concretamente que sólo han sido invitados los jefes de Estado de Italia y de Alemania, y que otros mandatarios que deseen participar deberán hacerlo a título personal.

La ceremonia será idéntica al funeral de un pontífice, con una única gran diferencia que ha hecho añicos el experimentado protocolo relativo a la muerte de un pontífice: que lo va a celebrar otro Papa.