Creyentes de todo el mundo acuden a la canonización de Acutis: «Salí de un trasplante de corazón y me encomendé a Carlo»

Cuando hablan del nuevo santo, la mayoría no citan su apellido, pues el chico de 15 años se ha convertido en un amigo de toda la vida. «Me llamo Isabel y venimos de España, de Guadalajara», dice por ejemplo una joven de un grupo tempranero que estaba cruzando la plaza con prisa. Van todos vestidos de oscuro, muy elegantes, en contraste con el estilo informal del resto de asistentes. «Hace año y medio me hicieron un trasplante de corazón, se lo encomendé a Carlo y vengo a esta misa para darle las gracias», asegura sonriente la joven a ABC con una pizca de emoción en la voz mientras busca la entrada a los lugares reservados.

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Muy cerca también está buscando sitio Andrés Rubio, de 16 años, que ha llegado este domingo por la mañana desde Málaga. Tiene un año más que el nuevo santo. «Ayer mismo me animé a venir a Roma a la canonización de Carlo Acutis, y pregunté a un amigo que trabaja en una aerolínea si quedaban billetes. Me ayudó a conseguir uno, y aquí me he plantado», explica sonriente. «Es mi primera vez en Roma, a ver qué tal». «Creo que va a ser un santo extraordinario y que nos enseña a cuidar del Señor en la Eucaristía. Me traigo recados de amigos que me han pedido que rece aquí por ellos», asegura en plena aventura.

En una de las filas laterales, tres jóvenes irlandesas con un niño en la silleta miran emocionadas hacia el retrato de Carlo Acutis que cuelga de la fachada de la basílica. «Vengo a dar las gracias», dice Jana, una de ellas. «Estábamos teniendo dificultades para que yo me quedara embarazada y recé en una iglesia en Derry donde hay una imagen de Carlo. Tiempo después tuve a este niño, y le puse como nombre Jude Carlo. Por eso lo he traído», explica feliz.

Desde Barcelona, un grupo de 30 peregrinos de la basílica de la Mercè cuenta orgulloso que ellos guardan la primera reliquia de Carlo que su madre envió a España, por lo que se consideran como sus primeros devotos. «Teníamos que estar aquí», dice Juanjo, de 28 años. «Le gustaban los videojuegos, como a nosotros», destaca Ruth, de 21 años.

Ludmila viene con dos niños. Quiere hablar sobre la ceremonia, pero le cuesta expresarse, no sólo por el idioma. «He viajado desde Cracovia porque Carlo y Pier Giorgio son muy importantes en mi vida. Estoy aquí porque quiero pedirles un milagro para mí», dice y se marcha deprisa, sin dar detalles. Mario, también polaco, viene con su mujer y sus tres hijas. «Ayer hice un maratón en las montañas, en Suiza, pero hoy estamos aquí porque Carlo es el santo que ayuda a nuestra familia», cuenta mientras sus tres hijas de entre 3 y 5 años esperan que llegue el Papa sentadas en el suelo tomando un helado.

Una pareja de cubanos, Loredana y Alberto, ha viajado desde La Habana para estar en la canonización. «Acutis está motivando mucho a los jóvenes en Cuba, y los adolescentes lo ven como paradigma para seguir a Cristo», dice Loredana. En el capítulo de milagros, ella va a rezar al nuevo santo para que «el pueblo de Cuba sea libre, pueda celebrar la fe y creer en Jesucristo. La libertad es importante».

«Queremos mucho a Carlo desde que lo conocimos, es un ejemplo para nosotros y para los adolescentes de la familia», dice José María señalando a sus tres hijos. Son de Madrid pero residen en Lisboa. Han encontrado cerca de la plaza una barrera en la que apoyarse y parece un buen sitio para seguir la ceremonia vistas las enormes colas que se han formado. Laura, su mujer, comenta que «Carlo tiene frases que son para los jóvenes pero que ayudan a los adultos». «Lo conocimos porque nos recomendaron un libro sobre él y lo hemos leído todos en casa», comenta su hija. «Es una oportunidad fantástica, surgió de repente. No va a haber muchas otras ocasiones como esta», añade su hermano mirando alrededor.

También llevan una bandera de España Emilia y Mari Carmen, dos señoras de Córdoba. «Veníamos para el Jubileo y nos ha coincidido con la canonización», dice Mari Carmen. «Vamos a ver al Papa, y si por intercesión de Carlo nos llega algo, pues perfecto, por ejemplo, salud y la paz», le hace eco Emilia, casi de broma.

Una familia argentina no pasa desapercibida porque llevan las camisetas albicelestes de su selección nacional. «Venimos por fe», explica Bibiana, «pues me lo pidieron mis hijos». «Es un santo joven y queremos darle las gracias por el testimonio de esperanza que nos ha dado también a los mayores», asegura. Su hija Lucía, de 14 años, explica que «si tuviera que pedirle algo a Carlo, le diría que me ayude a llegar a ser la mitad de lo que él fue. No quizá a ser santa, pero ser una persona que pueda ayudar». Ya sólo el hecho de que alguien de su edad lo pida, parece un milagro.