Extracción de óvulos sin anestesia: «Me desmayé del dolor y me dijeron que no era para tanto»
Una paciente relata como se enfrentó a seis años de esperas, operaciones y dolor en un hospital público de Andalucía para concebir a su hijo Manuel
Denuncian desmayos por la extracción de óvulos sin anestesia en los tratamientos de fertilidad en España
Desi sujetando en brazos a su hijo Manuel
«Tampoco es para tanto», fue la respuesta de las enfermeras a Desi en su tercer intento de embarazo mediante la fecundación in vitro. Una experiencia que describe como «inhumana» y «humillante» en la que llegó a desmayarse por el dolor ante la ... falta de anestesia durante la punción ovárica, necesaria para extraer los óvulos y su posterior fertilización.
Casos como este fueron denunciados en el Congreso de los Diputados por la Asociación Red Nacional de Infértiles, que presentaron un decálogo de medidas para conseguir la igualdad de acceso a los tratamientos de fertilidad públicos en todo el territorio español.
Según explicó la presidenta de la asociación, Helena Fernández, tienen constancia de que en algunos hospitales públicos de Andalucía y Canarias no ofrecen anestesia durante el proceso de extracción de ovocitos, lo que supone un agravio comparativo para los pacientes que «afecta mucho emocionalmente y tiene un impacto severo en la salud mental», afirmó Fernández.
Todo ello apenas unas semanas después de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) presentase un informe donde califican la infertilidad como un «problema global» que afecta a una de cada seis personas en todo el mundo aproximadamente y que necesita políticas sanitarias específicas y prioritarias.
Además, en el caso de España, como en el resto de economías avanzadas, se suma el factor natalidad, que cae año tras año en nuestro país. Los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística respecto a 2022, notificaron un descenso del 2,08% en el número de nacimientos en comparación con el año anterior. Una tendencia a la baja que se mantiene desde 2008 y que contrasta con la dificultad para acceder a tratamientos de fertilidad en nuestro país, como la experiencia que relata Desi, asociada de la Asociación Red Nacional de Infértiles.
El proceso de reproducción asistida
Desde que Desi y su pareja se casaron cuando ella tenía 22 años, la dificultad para tener hijos no atenuó sus ganas de formar una familia. Tras un año intentándolo de forma natural, la diseñadora y decoradora de eventos infantiles onubense y su pareja optaron por acudir al médico de Familia para valorar un tratamiento de reproducción asistida.
La respuesta no fue la esperada, ya que les recomendaron acudir a la sanidad privada ante la lista de espera de dos años en la sanidad pública. Pero esta alternativa no era viable económicamente para la familia, que empezó a hacer las primeras pruebas en el Hospital Vázquez Díaz de Huelva. Tras 26 meses de espera, en los que Desi fue diagnosticada con una obstrucción en las trompas de Falopio, la onubense acudió nerviosa al primer día de tratamiento, donde le tuvieron que volver a hacer las pruebas por los más de dos años de espera. «Para mí no fue tan grave por la edad -comenzó el proceso a los 24 años-, pero para los demás…», comenta Desi.
Tras la espera empezaron las prisas, con consultas de apenas diez minutos, sin mucho margen para preguntar donde «explican todo muy rápido» en palabras de Desi. Un proceso complejo que implica medicación sensible y variada en el que cualquier error puede suponer un embarazo fallido, lo que añadió más nervios a la paciente. «Luego, si no te enteras, no tienes a donde llamar», añade.
Pero el auténtico tormento comenzó con el primer intento de fecundación in vitro. Sin mucha información más allá de un papel, la decoradora de interiores experimentó la primera punción de óvulos para extraerlos. Al no contar con anestesia, relata como la ataron a la camilla para evitar que se moviera y le suministraron un medicamento que la dejó «atontada» pero no paliaba el intenso dolor del proceso.
«La primera vez estaba muerta de miedo y dolor. Estaba despierta y no me podía mover porque si no podría sufrir una hemorragia», afirma Desi. Pero no fue suficiente, ya que el proceso no tuvo éxito. Al mes siguiente, la joven se enfrentó por segunda vez a la intervención, una experiencia similar a la anterior que finalizó en un embarazo ectópico, donde el óvulo fertilizado se instala en las trompas de Falopio en lugar de en el útero. Otro intento fallido donde, además, Desi sufrió una hemorragia que casi le cuesta la vida y por la que le tuvieron que operar de urgencia.
A pesar de ello, la perseverancia de la onubense la empujó a intentarlo de nuevo. Tras otra espera de un año y medio, se enfrentó a una tercer ciclo de tratamiento y nueva punción donde el dolor fue tan intenso que la paciente acabó desmayada en el proceso. «Tampoco fue para tanto», le dijeron los enfermeros tras recuperar el conocimiento. Finalmente, Desi consiguió quedarse embarazada, aunque perdió al bebé en siete semanas.
La llegada de Manuel
Después de las tres operaciones, Desi estuvo dos años «tocada» y «hundida», intentando asimilar por todo lo que había pasado. Una experiencia que le impactó gravemente; se aisló y dejó de salir de casa. Tenía miedo de, incluso, cruzarse con otra embarazada por el daño emocional que había experimentado.
Pero no fue el final. La onubense conoció a la presidenta de la Asociación Red Nacional de Infértiles, de la que se convirtió en socia, y volvió a intentarlo en una clínica privada. Dos intentos después (el quinto), Manuel nació y todo el sufrimiento y espera se tornó en amor y esperanza, aunque ella no olvida todo por lo que tuvo que pasar.
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«Tenemos la necesidad de contar que esto es inhumano. Si no lo contamos nosotros, nadie lo va a hacer», sentencia Desi.
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