El club del gurmé de la droga
No hace falta ser un erudito informático para adentrarse en Tor, el barrio sin ley al otro lado de la Red más oscura, y conseguir opio, fentanilo o cocaína de gran pureza. El consumidor que lo hace, sibarita de edad media, busca no jugársela en sitios lúgubres ni con camellos a punta de malas artes
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Hay un lugar en el que no existen los vuelcos ni las esperas, un sitio donde pasear es seguro, pese a que en sus aceras se concentran los comercios más punteros de todo lo ilegal, de todo lo peligroso. En este barrio del hampa, ... las tiendas se escriben en código fuente y las puertas para entrar en el barrio, se parecen más a las de 'Matrix' que a las de un poblado de la droga: bienvenidos a Tor, la tienda gourmet del vicio en grado puro, la excelencia en sustancias ilegales donde todo se puede conseguir en su calidad extrema.
No hace falta ser un erudito en programación para acceder al otro lado del mundo, a ese oscuro digital donde ni los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado ni los señores de la droga pueden controlar a quienes venden mandanga porque todo es anónimo y secreto, cifrado, seguro.
Una fuente conocedora del tema confirma lo sencillo que es poder entrar en este centro comercial de lo prohibido. «Tan sólo debes descargarte el navegador de Tor, ejecutar el archivo y conocer algunas direcciones de la 'dark web', ya que no están indexadas en motores de búsqueda convencionales», dice.
Entonces, ¿de dónde sacarán la información de esas direcciones? «Se va enredando previamente en foros conocidos, donde algunas personas van dejando miguitas con las sustancias que ofrecen y establecen poco a poco lazos de confianza que al final terminan por consolidar una relación puramente digital y comercial, claro». Sigue: «Antes de comprar algo en la 'dark web' debes tener claro que, al mismo tiempo que puedes acceder a personas que solo tienen intención de venderte algo, existen también otros muchos que pretenden robarte o hackearte. Por eso debes hacer un uso muy responsable y tener funcionando solo ese navegador. No descargues archivos ni inicies sesión en cuentas personales porque te robarán toda tu información. Esto es el hampa digital, amigo».

Este usuario es la antítesis del drogadicto normal, el impulsivo, el que se pasa de copas y necesita una papela porque se ha venido arriba o el que pretende que el camello tarde menos de una hora en llegar a la esquina. Aquí se trata de un consumidor premeditado que busca la pureza de la sustancia y que se conforma con saber que, tarde o temprano, encontrará en el buzón de casa un sobre con dos o tres gramos de opio puro, de heroína, de ala de mosca, de cocaína sin cortar; pues al ser cantidades pequeñas, sus envíos pasan por cartas de amor que caben en un sobre de tres milímetros de grosor.
Suele pagarse en 'criptos'
La transacción es sencilla. Hasta que el proveedor no recibe el dinero no hay envío. Y se paga en 'criptos', generalmente en Bitcoin, aunque también existen criptomonedas específicas para estos mercados como Monero.
Un método que sirve cuando un camello digital se vuelve recurrente se hace fuera de Tor, en una simple cuenta de correo electrónico de Google o de cualquier otra plataforma tecnológica. Se da de alta un nuevo usuario y tanto comprador como vendedor utilizan la misma cuenta dejándose mensajes en la bandeja de 'Borradores'.

En el buzón, como una carta de amor
La transacción entre comprador y vendedor es sencilla: no hay envío antes que el dinero. Y se paga en 'criptos', normalmente en bitcoins
Nunca se envían mensajes entre ellos. Pero en cola están las peticiones y las respuestas entre los dos: un método infalible para mantener conversaciones seguras que no levantan sospecha alguna y evita los riesgos de encontrarte en Tor con alguien con peores intenciones que tú.
Desde la Unidad de Ciberseguridad de la Guardia Civil reconocen a este diario que «perseguir a los camellos que venden pequeñas cantidades desde países en origen es muy complicado porque el anonimato que garantiza la web profunda (o 'dark web') les hace ser prácticamente indetectables. Conocemos casos, ya no solo de drogas sino de venta de armas, por ejemplo, donde los vendedores envían por partes el producto que después el comprador ensambla en destino, saltándose los controles que en Aduanas pudieran detectar el envío de un arma de fuego, por ejemplo».
Pero los vendedores en este mercado digital tienen que ser muy prudentes con los clanes originales y locales, que suponen una seria amenaza para ellos.
El mismo usuario corrobora que es un habitual en este método de comprar droga. Para él este mercado es una especie de tienda gourmet de productos prohibidos. «No hay nada que no puedas conseguir, desde amapola banca a fentanilo, pero te aseguro que nadie de los que yo conozco lo usa para drogas blandas, sino todo lo contrario. Es casi como una tienda anexa a la 'Historia general de las drogas' que escribió el sabio don Antonio Escohotado.
'Silk Road ('Ruta de la seda') fue un precedente de todo lo que sucede ahora. Cerrado por el FBI en 2013, este mercado ilegal marcó un antes y un después en el acceso a sustancias ilegales de manera global. Su fundador, conocido por su seudónimo –'Dread Pirate Roberts'–, fue identificado como Ross Ulbricht y en junio de 2015 fue sentenciado a cadena perpetua por una corte Federal de Manhattan, después de haber sido hallado culpable de siete cargos de blanqueo de capitales, hackeo de ordenadores y conspiración por tráfico de drogas. Recientemente ha sido indultado por Donald Trump, ya que consideró «excesiva» la condena.
Versus Market es uno de los herederos de estas amplias zonas comerciales donde solo importa el anonimato y la calidad. En Versus los usuarios pueden encontrar artículos falsificados, joyas, oro, software y artículos adquiridos mediante compras ilegales con tarjetas robadas. Se considera un proyecto comunitario en el que los compradores participan en el desarrollo de la plataforma mientras adquieren todo lo que estaría prohibido en un comercio convencional.
Y es que mucho han cambiado los usos y costumbres del ser humano desde que comenzara a buscar sustancias para tratar de colocarse. Porque desde el primer momento que los sapiens pusieron un pie en la Tierra, fueron experimentando con todo lo que estaba a su alcance. Una de las primeras evidencias es la planta potencialmente alucinógena llamada kaishe, utilizada por los curanderos bosquimanos que les hacía pasar «un buen rato». Asimismo, los arqueólogos han encontrado evidencias del uso de opio en Europa hacia el 5.700 a. C. y de las semillas del cannabis en excavaciones arqueológicas en el 8.100 a. C. en Asia.
El historiador griego Herodoto informó que los escitas se drogaron con marihuana en el 450 a. C. El té se elaboró en China en el año 100 a. C. y desde entonces, las personas no han dejado de evadirse, explorar, matarse o divertirse con sustancias prohibidas, aunque de poco a nada se dice del daño que causa el alcohol, que parece ser una droga mejor vista que otras mucho menos dañinas cuando el consumidor lo hace de una manera esporádica o experimental, alejado del enganche, del derrape y de las terribles secuelas que el consumo de drogas genera en las personas.
El perfil de un catador
El tipo de consumidor de la web oscura está más cerca del catador que del enganchado y generalmente se trata de personas mayores de cuarenta años, esos que lograron salir del estupor de una «comida de techo» y de la suciedad de un baño de bar.
Lo que sí está claro es que en un mundo que aspira a ser globalizado y que se mueve al dictado de internet, cualquier sustancia prohibida está al alcance de un par de clics, con la garantía y seguridad de que no te darán un cambiazo ni un vuelco cuando salgas del camello. Por este motivo, el uso de este tipo de webs oscuras en las que todo está permitido es una práctica que está en alza.
Los primeros clubs ingleses, los de caballeros, se fundaron al abrigo del consumo de cafés y tés, bebidas espirituosas y prohibidas que se dispensaban según el peso de los clientes que lo consumían. Aún existen pruebas increíbles, como la báscula en la que Berry Bross pesaba a los clientes frente al Palacio de St. James en Londres. Lord Byron está en sus libros de registro. Desde entonces, los lugares donde adquirir sustancias ilegales fueron convirtiéndose en tugurios debido a la ilegalidad de la actividad.
Pero hoy, en la era de internet y de la inteligencia artificial, los consumidores pueden comprar cualquier droga del mundo y recibirla en casa para cuando quieran. Es un modo de drogata maduro, un sibarita de las sustancias ilegales que va adquiriendo con el paso de los años un consumo anónimo y depurado, una forma de seguir colocándose mientras los avances tecnológicos permiten que se acceda a la mayor pureza posible.
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