China pone fin a las adopciones internacionales

La decisión ha sido desvelada este jueves en la rueda de prensa diaria del ministerio de Exteriores. «China no enviará niños al extranjero para su adopción», ha declarado la portavoz Mao Ning, con la única excepción de extranjeros que acojan a hijos o hijastros de parientes chinos. «Esto está en consonancia con el espíritu de las convenciones internacionales pertinentes», ha añadido la representante gubernamental, sin ofrecer más explicaciones al respecto. «Expresamos nuestro agradecimiento a aquellos gobiernos y familias extranjeros que desean adoptar niños chinos por sus buenas intenciones y el amor y la bondad que han demostrado».

Desde que en 1992 China permitiera las adopciones internacionales, más de 160.000 niños han pasado a formar parte de familias extranjeras. Poco más de la mitad, unos 82.000, lo han hecho en Estados Unidos, el primer receptor. España es otro de los países más involucrados, destino de unos 18.000 infantes.

La enorme mayoría de ellas son féminas. La política de hijo único, en vigor desde 1979 hasta 2015, tenía una dimensión cualitativa, reducir el crecimiento de la población, y otra cuantitativa, concentrar los recursos familiares en una prole menor. Ante esta imposición gubernamental, muchas familias optaron por tener descendiente varón, dado que estos perpetuaban la estirpe garantizando el cuidado de los mayores. Las niñas, por contra, pasaban a incorporarse a la familia de su esposo tras el matrimonio, de acuerdo a la tradición imperante en una sociedad de marcado carácter rural.

Así, estas fueron mayoritariamente dadas en adopción, cuando no corrieron peor suerte. La ingeniería social provocó una enorme cantidad de infanticidios, abortos y esterilizaciones forzosas. Según cifras oficiales, esta habría prevenido hasta 400 millones de nacimientos.

El anuncio de hoy pone en cuestión qué sucederá con aquellas familias que han iniciado los trámites de adopción sin haberlos llevado a término todavía, un arduo proceso que requería años y en ocasiones hasta una década. En cartas enviadas a agencias de adopción y compartidas en redes sociales, el Departamento de Estado de EE.UU. indicaba que las autoridades chinas habrían cancelado todas las adopciones pendientes excepto aquellas con autorizaciones de viaje ya emitidas. «Entendemos que hay cientos de familias que aún esperan completar su adopción y nos solidarizamos con su situación», ha apuntado el organismo.

La decisión de China conecta con procesos simétricos en los países de acogida. En mayo de este año Países Bajos prohibió la adopción de niños extranjeros. En Dinamarca tampoco será posible después de que la única agencia autorizada anunciara la suspensión de su actividad.

A lo largo de los últimos años, el ritmo de adopciones internacionales ha venido disminuyendo a medida que China afianzaba su desarrollo económico, su tasa de fertilidad caía y las autoridades liberalizaban los derechos reproductivos de sus ciudadanos. Desde mayo de 2021 las parejas casadas pueden tener hasta tres hijos, pero esta concesión, que no representa una liberalización absoluta ni el reconocimiento de un abuso, no ha revertido la tendencia en curso.

China afronta una crisis demográfica autoinfligida ante políticas que aceleraron una trayectoria común para economías avanzadas. Su pirámide de población tiene base quebradiza, pues cuando el Gobierno quiso revertir la tendencia, la noción ya había calado entre los progenitores: hoy en día no abundan aquellos que deseen más de un vástago.

La población cayó en 2023 por segundo año consecutivo, marca sin precedentes desde la Gran Hambruna (1959-1961) —cuando entre 15 y 55 millones de personas fallecieron a causa de otra errática política del Partido Comunista—, y China perdió el título del país más poblado del mundo en favor de India. El año pasado tan solo nacieron en China 9,02 millones de bebés, uno de los guarismos más bajos en la serie histórica y, también, una de las tasas de fertilidad más bajas del mundo.