¿Bisontes europeos en España? La introducción que divide a los científicos
La Península cuenta ya con 178 ejemplares, muchos en régimen de semilibertad. Ahora un grupo de 40 expertos cuestiona su presencia
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Un bisonte pasta en una reserva situada junto al pueblo de San Cebrián de Mudá (Palencia)
La revelación vital de Fernando Morán llegó con la embestida de un bicho de casi dos metros de altura y 500 kilos de peso. El veterinario visitaba por ocio el zoo de Santillana del Mar (Cantabria) cuando una hembra de bisonte europeo se ... giró hacia él. «Me dio un topetazo, algo que nunca ha pasado», asegura Morán. Es un animal pacífico. Sus ojos negros, su barba picuda y el pelaje pardo hicieron el resto. Hubo flechazo. El veterinario decidió dedicarse por entero a la recuperación de la especie. De hecho, desde que inició este camino en 2009, el bisonte europeo ha pasado de tener 24 ejemplares en zoos españoles a 178 en toda la Península Ibérica, incluyendo rebaños en semilibertad. Pero su trabajo no está exento de polémica. En especial, porque no existen evidencias de que esta especie llegara a habitar nunca aquí.
En la Edad Media, el bisonte europeo (Bison bonasus) estaba muy extendido en gran parte del continente. Se distribuía desde Francia y la actual Alemania hasta el Báltico y el este de Ucrania, llegando al Cáucaso. Se convirtió en un trofeo de caza popular y acabó al borde de la extinción a principios del siglo XX. El último animal fue cazado en 1927 y, en su peor momento, apenas sobrevivieron 12 ejemplares dispersos en zoos y santuarios.
Hoy la situación para el mamífero europeo vivo de mayor tamaño ha cambiado. Los trabajos de conservación a lo largo del último siglo han dado sus frutos y el herbívoro cuenta con más de 9.000 ejemplares, de los que unos 6.800 viven en libertad repartidos en 40 manadas salvajes, especialmente en Polonia, Bielorrusia y Rusia. Por ello, en 2020 la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) decidió rebajar el nivel de peligro de extinción de la especie a una categoría menor. Figura como «Casi Amenazada» en la Lista Roja.
Crecimiento en España
Entre esos esfuerzos por conservar la especie se cuentan los de Morán, miembro del Centro Europeo para la Conservación del Bisonte (EBCC), la red internacional que reúne a criadores de la especie. En España existen 18 enclaves con bisonte europeo, desde fincas hasta zoológicos, que han ido proliferando especialmente en los últimos años. Sin embargo, desde 2018 los bisontes solo se adjudican a fincas que superen las 200 hectáreas, para que estos animales puedan estar en régimen de semilibertad. «Se reproducen muy bien. Desde 2009 a 2024, han nacido 130 bisontes», cuenta Morán.
El rebaño en la finca de Sierra de Andújar (Jaén). Está en semilibertad, ya que en España está vetada su liberación /
En España son ya cuatro grandes parcelas en las que se pueden ver rebaños de hasta 25 ejemplares. Los animales campan en la Sierra de Andújar (Jaén), en Extremadura, en Castilla y León y Castilla-La Mancha.
«La motivación para iniciar estos proyectos suele ser la de ayudar a la especie, conservar un animal en peligro», dice Morán. Al final, «la fauna grande nos emociona. No es lo mismo una ballena que una sardina», ejemplifica. El interés de la asociación que dirige en España es también que la finca acabe logrando ingresos por ecoturismo a la vez que el animal «mejora el espacio», contribuyendo a su renaturalización. «Hay mucha gente que le parece una idea romántica, pero la realidad es que estos proyectos llevan sus procesos y tiene que estar muy claro. Cuesta mucho traer los bisontes a España, que se cuiden, que se monitoricen...», asegura. En los últimos 15 años, la organización ha valorado hasta 180 peticiones y solo ha desarrollado poco más de una decena.
Entre los beneficios que desgrana el veterinario se encuentra el de disminuir la carga vegetal de las fincas y disminuir el riesgo de incendios, mejorar la presencia de insectos al restablecer la carga de nitrógeno en el suelo, luchar contra la despoblación al ofrecer un modelo de negocio, así como actuar como reservorio genético de la especie.
Altamira
Pero algunos científicos han puesto en duda que la especie deba criarse en la Península Ibérica, incluso en fincas privadas. Hace pocas semanas, un grupo multidisciplinar de 40 investigadores de 25 universidades desaconsejó la introducción del bisonte europeo como parte de la fauna ibérica. El problema, aseguran en un artículo, es que no cumple con ninguno de los objetivos que supuestamente se buscan con su presencia. De hecho, no existe ninguna prueba de que esta especie traspasara los Pirineos, incluso tras rebuscar en los fósiles. No es el tipo de bisonte prehistórico representado en Altamira, conocido como «bisonte de estepa», una especie distinta y desaparecida que vivió en un hábitat conocido como la «estepa del mamut», hoy inexistente.
«Pretendíamos dejar claro o plantear que muchas cosas eran incorrectas o falsas», dice Carlos Nores, profesor de Zoología en la Universidad de Oviedo y autor principal del artículo. El grupo es consciente de que actualmente ninguno de estos ejemplares vive en libertad en España, pero destacan que en 2020 hubo una solicitud para intentar clasificar al bóvido como animal salvaje para soltarse en libertad, así como su inclusión en el listado de especies en peligro. La petición fue denegada por el Ministerio para la Transición Ecológica, pero en Andalucía han persistido las «presiones» para que los animales puedan ser soltados al medio.
«Vimos que podía ser peligroso», dice el experto, que asegura que se desconocen las consecuencia de soltarlos en libertad. «Si se hace un experimento a ver qué pasa y vemos que no funciona bien, ¿cómo se pueden retirar?», dice. Y si sale bien, algo que cree «poco probable», podría acabar como especie invasora, como ocurrió con los hipopótamos que Pablo Escobar llevó a Colombia: el narco compró cuatro por capricho y han prosperado en el entorno. Hoy son más de 170, no se pueden matar y están destrozando la vegetación de la zona. El Gobierno colombiano lleva años intentando averiguar qué hacer con ellos.
Nores también cuestiona que los ejemplares se traigan a fincas privadas de España, donde las condiciones climáticas no son las mejores para el animal. Y pone otro ejemplo más cercano de las consecuencias indeseadas de introducir el animal: los propios bisontes europeos en Alemania, que fueron soltados en una finca en Renania del Norte-Westfalia en 2009. El problema es que acabaron escapando y ahora causan daños en los bosques vecinos, arrancando las cortezas de los árboles. No se pueden matar, porque es una especie protegida, y la organización que los liberó se ha declarado en quiebra por las reclamaciones de indemnización.
Bisonte europeo
«Nos parece muy bien que se recupere la especie, y que se haga fuera de los reductos donde quedan. Pero debe hacerse no en la Península Ibérica. Si nunca vivieron aquí, ¿por qué ahora? ¿Solo porque la densidad de habitantes es menor en España que en Alemania?», se pregunta.
Adaptación al medio
Morán no es ajeno a la polémica, aunque asegura que su pretensión «nunca es la reintroducción, que tiene que tener una base legal». Y aunque no descarta que en un futuro pueda demostrarse que el animal sí llegó a España, hoy su proyecto «es para ayudar a una especie a tener más ejemplares y a deslocalizar a la especie, por si hay una pandemia que se lleva parte de los bisontes en Centroeuropa». Además, al someter al herbívoro a un clima diferente, favorece que «la evolución proponga nuevas diversidades genéticas».
El caso emblemático es el de la finca El Encinarejo, en Jaén, con una extensión de 1.000 hectáreas. El proyecto lleva cuatro años en marcha, con unas condiciones que «podrían ser infumables por el calor», dice Morán. Pero el bóvido se ha adaptado. Las hembras, cuenta, han atrasado el celo tres meses. Así las crías no tienen que enfrentarse a la escasez de pasto de agosto, cuando son más vulnerables. «Es increíble», resume Morán.
«Estos grandes herbívoros suelen tener un margen de plasticidad bastante amplio y en este caso se ha visto que no ha tenido problemas en consumir especies mediterráneas, aguantado temperaturas altas y parece que las cosas van bien, siempre y cuando tengamos en cuenta que son sistemas acotados», dice Jordi Bartolomé, profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona que publicó en abril un estudio sobre el rebaño andaluz.
«Creo que hay bastante prejuicio», lamenta el experto sobre la polémica presencia del animal. «La renaturalización lo que busca es tener unas condiciones próximas para cumplir una función que permita mantener la diversidad y los servicios ecosistémicos. ¿Que lo podría hacer la ganadería extensiva? Probablemente. Pero la realidad es la que es. En muchas partes de la Península, la ganadería extensiva está en declive. Esto complementaría el papel de otros grandes herbívoros como el ciervo o la cabra montés», asegura.