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El Banco Vaticano despide a 'Romeo y Julieta' tras su boda no autorizada por el reglamento

La norma prohíbe el matrimonio entre empleados

Uno de ellos debía dimitir para que el otro mantuviera el puesto, pero han preferido no hacerlo

El Papa permite bendecir a parejas de homosexuales y de divorciados

El Papa saluda a una pareja de recién casados tras la audiencia general del miércoles en la plaza de San Pedro Reuters
Javier Martínez-Brocal

Javier Martínez-Brocal

Corresponsal en el Vaticano

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Para no dar su nombre, el diario romano que sacó a la luz su historia los identificó como «Romeo y Julieta». E igual que los amantes de Verona, su historia por ahora es una pequeña tragedia ambientada nada menos que en el Ior, el banco del Vaticano.

Romeo y Julieta se conocieron en las oficinas del Ior, allí se enamoraron y allí anunciaron en febrero que habían decidido casarse. Tres meses más tarde, en mayo, les comunicaron que un el nuevo reglamento interno de los empleados del banco prohibiría bodas entre empleados, también con efecto retroactivo.

La única salida que les daban era que dimitiera uno de ellos. «Esta causa de pérdida de la elegibilidad para el empleo se considerará superada para uno de los cónyuges si el otro cónyuge deja de ser empleado del Instituto y de las otras administraciones del Estado de la Ciudad del Vaticano dentro de los 30 días siguientes a la celebración del matrimonio», recita el reglamento.

Ni el marido ni su mujer han querido presentar su dimisión, convencidos de que se trata de una norma injusta. El periódico italiano 'Il Messaggero' recoge que la boda fue el 31 de agosto, y que el 1 de octubre el banco les notificó su cese inmediato. Además, el banco Ior les amonestó recientemente por haber filtrado el conflicto a la prensa.

La entidad bancaria explica que tiene sólo 100 empleados y una sola sede, por lo que para evitar eventuales «conflictos de interés» debe aplicarse la norma del reglamento que prohíbe bodas entre quienes trabajan para ellos.

Los dos exempleados han puesto ya el caso en manos de la abogada Laura Sgró, experta en escándalos a la sombra de la cúpula de San Pedro, que representa también a la familia de Emanuela Orlandi, la adolescente desaparecida en Roma en 1983, y la del guardia suizo Cédric Tornay, que se habría suicidado en 1998, tras disparar a muerte al comandante Alois Estermann y a su mujer Gladys Meza Romero.

En un comunicado enviado este miércoles a la prensa, Sgró asegura haber «impugnado» el despido, que «considera nulo, ilegítimo y gravemente lesivo de los derechos fundamentales de las personas y de los trabajadores y, por tanto, carente de todo efecto». Explica que no hay peligro de conflicto de intereses pues «no son funcionarios con cargos ejecutivos, sino empleados sin cargos decisionales, sin acceso a información confidencial de los clientes, y ubicados en áreas separadas».

También se ha sumado a las protestas la Adlv, Asociación de Trabajadores Laicos del Vaticano, que hace las veces de sindicato para quienes trabajan en este país. Este organismo informal ha amenazado al Vaticano con «protestas concretas». Consideran que la decisión del banco «no se basa en una verdadera razón jurídica, sino únicamente en un reglamento interno, además con efecto retroactivo, lo que es contrario a cualquier principio de derecho». «Creemos que el Vaticano debe abrir una nueva fase en la que la legislación laboral se base en principios universalmente reconocidos, y no en interpretaciones unilaterales», añaden con sorprendente dureza.

Curiosamente, el pasado 18 de septiembre el Papa elogió en público a dos empleados de Radio Vaticano, que se esposarían unos días más tarde. Durante la audiencia general, los llamó a su lado y pidió un aplauso para ellos. «Es bonito ver cómo el amor lleva a construir una familia», dijo. Quizá no le escucharon en el banco vaticano. Una posible solución amistosa es que se les ofrezca un trabajo en otros departamentos del Vaticano.

Por lo pronto, la pareja guarda silencio y, fieles a lo que prometieron en la Iglesia el día de su boda, no consentirán que nada les separe. Ni siquiera su empleo.

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