Una anciana que acaba de cumplir 101 años confiesa que el secreto de su longevidad es el tequila

Mary se mudó a México a los 18 años, donde cultivó su afición por el tequila y vivió como ganadera.

La mujer de 101 años reveló que perdió a su madre y a su hermana a una edad temprana y estuvo sola desde entonces. Sin embargo, poco tiempo después de mudarse a México, conoció a su esposo.

Después se mudó a Chicago cuando estaba embarazada de su primer hijo, donde cambió de carrera y se convirtió en una artista de renombre reconocida por la Escuela de Arte de Chicago.

«Me gusta mucho dibujar. Y me di cuenta de que las cosas cambian incluso mientras las dibujas. Entonces, pude desarrollar los dibujos y hacerlos parecer reales. Tomó tiempo, pero no tenía nada más que hacer excepto criar a un grupo de niños», cuenta.

Mientras hablaba con los periodistas recientemente, Mary celebraba su cumpleaños tomando su cerveza favorita, Guinness, rodeada por su familia y amigos e incluso llegó a decir que se subiría a la mesa para bailar.

Mary no es la única que asegura que el alcohol es el elixir para una larga vida. De manera similar, cuando la mujer más vieja del mundo, Lucile Randon, conocida como la hermana Andrá, cumplió 118 años en abril, afirmó a los medios de comunicación que un vino al día mantiene alejado al médico.

Randon, que reside en Toulon, Francia, ha contado que su cuidador le da una copa de vino en el desayuno y misa matutina. «Su copa de vino la mantiene y quizás sea su secreto de longevidad», señaló un trabajador de la residencia donde vive la anciana.

David Tavella, director de comunicaciones del hogar de ancianos de la hermana Andre, dijo que está «feliz» con el título y ahora espera hacerse con la corona de Jeanne Calment, quien falleció a los 122 años en 1997.

Nacida en 1904 en Ales, en el sur de Francia, Randon sobrevivió a una infección por Covid-19, convirtiéndose en un símbolo de esperanza para personas de todo el mundo. Pero ella rechaza las solicitudes de mechones de cabello o muestras de ADN. «Solo el buen Dios sabe» el secreto de su longevidad, dice con una sonrisa.

Si bien está «orgullosa» de ser la persona más anciana del mundo, la hermana Andre repite que «no es bonito ser viejo, porque antes me gustaba cuidar de los demás, hacer bailar a los niños, y ahora ya no puedo hacer eso».