El aire más contaminado no sólo se respira en las ciudades
Agost (Alicante) encabeza el ranking de lugares con más partículas dañinas en suspensión. El tráfico 'ensucia' las grandes urbes, pero la quema de biomasa, las chimeneas, la industria y algunos fertilizantes amenazan las zonas rurales
Un veneno silencioso y su antídoto tecnológico
Helena Cortés , Luis Cano , José Luis Fernández y María Tajadura
En 2020, la contaminación atmosférica causó en España casi 24.000 muertes prematuras, según las últimas estimaciones de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA). La mayoría de ellas, cerca de 17.000, se deben a las micropartículas PM2,5, las más ... dañinas para la salud, sobre todo para el sistema respiratorio y cardiovascular, imperceptibles y tan pequeñas que pueden llegar a la profundidad de los pulmones. Las boinas oscuras o parduscas, que se perciben desde lejos sobre las grandes ciudades, las causa, entre otros, el dióxido de nitrógeno (NO2), que produce unos 4.800 fallecimientos prematuros en nuestro país. El tercer gran contaminante es el ozono (O3), detrás de 2.400 decesos. También las partículas PM10 y el dióxido de azufre (SO2) empeoran la calidad del aire que respiramos.
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«Hay contaminantes que, incluso siendo imperceptibles, tienen efectos muy dañinos», explica el profesor Xavier Querol, investigador del CSIC y experto en contaminación atmosférica. Las temidas PM2,5 proceden «en un 30 o 35% de los vehículos, antes sobre todo del tubo de escape, pero desde que llevan filtros cada vez toma mas relevancia el desgaste de frenos y ruedas». También contribuyen las obras, la industria...
Pero las grandes urbes no son los únicos puntos negros del mapa de calidad de nuestro aire. Hay zonas rurales, apunta este experto, en las que la quema de biomasa y las calderas de leña, e incluso algunos purines que se usan en el sector primario, aportan una cantidad superior de partículas en suspensión. «No porque no se tenga que quemar la biomasa, insisto, que tiene muchos beneficios, sino porque hay que hacerlo bien, con tratamientos específicos», sostiene Querol. Esto explica que zonas rurales como Villanueva del Arzobispo, Bailén o Manlleu, apunta, hayan tenido en los últimos años los peores datos de contaminación atmosférica.
El caso de Villanueva del Arzobispo (Jaén) es paradigmático. Pese a las mejoras que ha experimentado desde 2019, sigue entre los lugares con el aire más contaminado del país, según los datos oficiales del Ministerio para la Transición Ecológica. La acumulación de partículas dañinas en suspensión (PM2,5), apuntan desde el Ayuntamiento, se debe a la falta de lluvias y la particular orografía del municipio jiennense, ubicado en un valle, y se produce sobre todo cuando entran en funcionamiento las chimeneas. Algunos años se han situado por encima de los 25 μg/m3, el umbral que marca una situación desfavorable, al límite de lo que fija la normativa y muy por encima de las recomendaciones Organización Mundial de la Salud (OMS).
Sin embargo, para los vecinos de este municipio de unos 8.000 habitantes la contaminación no es hoy un problema. «Me extraña que me preguntes por este tema. Ya no tenemos contaminación, eso fue hace mucho tiempo», responde un vecino a ABC.
El pueblo pasó varios años peleando para mejorar la calidad de su aire. La primera solución, que tomaron ya hace más de una década, fue trasladar la orujera del núcleo urbano a tres kilómetros de distancia. «La fábrica, considerada como la más grande del mundo de su sector tomó medidas, hasta el punto de que ha sido pionera en proyectos medio ambientales», afirma hoy el alcalde, Jorge Martínez.
Quejas de los vecinos
Resuelto el problema industrial, se procedió a la instalación de innumerables calderas de biomasa de uso doméstico, bonificadas por la Junta de Andalucía. De nuevo saltaron los medidores y se tuvieron que cambiar esas calderas por otras más eficientes, con el perjuicio económico que llevó aparejado para los vecinos, «en lugar de haber optado por los electrofiltros, más económicos y efectivos, y que según el Plan de Calidad del Aire hubieran eliminado del 80 al 85% de las partículas», señala el primer edil.
Con todo, el Ayuntamiento tuvo que prohibir, hace cinco años, el encendido de chimeneas en las casa, lo que desató una protesta multitudinaria. A ella asistió Encarnita Mora, una villanovense que sostiene que «no se puede condenar a un pueblo a la pobreza energética». «No se puede sacrificar a un pueblo a vivir en una burbuja, éramos el único pueblo del mundo que no podía encender una lumbre. Este año, por fin, hemos podido celebrar San Antón, nos ha llovido, pero hemos conseguido vivir nuestra tradición y encender las hogueras», añade.
Las partículas PM 2,5, las que más perjudican nuestra salud, provocaron 17.000 muertes prematuras en 2020, según datos europeos
No obstante, no todos los lugareños son tan poco críticos con la contaminación atmosférica invisible que sufren. «El medidor no es un enemigo del pueblo, sino una gran herramienta para gestionar este tipo de riesgo mucho mejor», añade otro paisano. El alcalde también insiste en que esta problemática afecta también a otras poblaciones de la provincia, «pero al estar aquí el medidor es la nuestra la que salta». «Hay un montón de Villanuevas», reconoce Jesús de la Rosa, catedrático de Petrología y Geoquímica de la Universidad de Huelva. Al final, lo que indican los datos de los medidores oficiales es que en lugares con características (orográficas, meteorológicas y de modo de vida) similares ocurrirá lo mismo.
La influencia del tiempo
De hecho, en 2022, el último año con datos oficiales disponibles, el pueblo donde peor se respiró en España fue Agost, seguido de Murcia, Bailén y Villanueva del Arzobispo. Este municipio alicantino de apenas 5.000 habitantes, conocido por ser el plató natural de 'Los Siete Magníficos' y 'Astérix en los Juegos Olímpicos' alcanzó una media anual de 25,5 μg/m3 de PM2,5, aunque está condicionada por el episodio de polvo africano que afectó al levante a mediados de marzo de aquel año. La estación de Agost registró los números más altos aquellos días. «El problema con la medición por partículas en suspensión es que en esta estación de la red de la Generalitat Valenciana se utiliza un método aleatorio, sólo uno de cada cinco días, un número bajo y, aunque se realizan todos los meses, en 2022 coincidió con dos fechas de entrada de polvo africano», aclara Miguel Ángel Ceballos, portavoz de Ecologistas en Acción.
Pero este factor natural no fue el único que empeoró la calidad del aire del pueblo. Aun descontando esos días excepcionales, Agost se mantiene entre las localidades con los valores más negativos desde 2019. Hay un problema endémico causado por la industria cerámica, al igual que ocurre en la provincia de Castellón, señala Ceballos. La Generalitat aprobó hace una década un plan de mejora de la calidad del aire, que en la zona castellonense redujo algo la polución.
«Sabemos el fármaco, el problema que tienen todas estas medidas es que tiene que haber un equilibrio económico. Y tendremos que adaptarnos», admite De La Rosa, que sostiene que, con las cifras actuales, «dos tercios de las estaciones no cumplirán los parámetros que entrarán en vigor con la nueva directiva europea de calidad del aire, que está actualmente debatiéndose en Europa».
Esta normativa, que se prevé que salga a la luz esta primavera, propondrá límites más cercanos a las últimas recomendaciones de la OMS: 5 μg/m3 de media anual para las partículas PM2,5, 15 μg/m3 para las PM10 y 10μg/m3 para el NO2. «La nueva directiva es absolutamente necesaria», asume Querol, una exigencia compartida también por organizaciones como Ecologistas en acción o Greenpeace. «Al final, si los límites son muy permisivos no se toman medidas. Y es importante hacer esfuerzos en este sentido», añade este investigador. «Es una cuestión de salud que entra dentro de las obligaciones de todas las administraciones. Puedes elegir qué comer o beber, pero el aire es el que te toca, no puedes crearte una burbuja», sentencia De la Rosa. Mientras, nos quedan rincones como Mahón, Calanda, Algar de Palancia o Peñausende, donde sí merece la pena respirar hondo.
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