El 75% de los empleados trabajan con «resignación» e «indiferencia»
Una investigación retrata la agonía de las actuales relaciones laborales y el comienzo de otra forma de organización
Borja Vilaseca, fundador de la consultora Koerentia y director de la investigación, pensó que «debido a la hipervelocidad, el estrés y el cansancio, muchos directivos apenas tienen tiempo de pensar en el estado emocional de sus propias empresas». De esa reflexión nació un estudio pionero, en colaboración con el máster de Desarrollo Personal y Liderazgo de la Universidad de Barcelona, que retrata un panorama gris y áspero: el 75 por ciento de los empleados trabajan con «resignación» e «indiferencia» .
La encuesta se ha realizado en plena crisis, entre enero de 2010 y marzo de 2012, mediante una aplicación informática que garantizaba el anonimato y, por lo tanto, la sinceridad. En total participaron 3.876 empleados de 171 empresas. Al analizar sus respuestas, a Vilaseca le queda una sensación de que que muchos trabajadores «están de cuerpo presente, pero de mente y corazón ausentes».
Las empresas tampoco salen bien paradas de esta radiografía. Sus autores creen que empieza a surgir un nuevo tipo de compañías más innovadoras, «que han fichado personas emprendedoras, con mentalidad y espíritu joven» . Sin embargo, «son las menos. Todavía prevalece la idea del patrón y los horarios rígidos».
Crisis antes de la crisis
Borja Vilaseca cree que la agonía del viejo modelo de relación entre trabajadores y empleados es muy anterior a la crisis. «Cuando externamente el mundo se tambalea, internamente muchos reconocen que su relación con el trabajo no es buena, aunque tampoco lo era antes». De hecho, el psicólogo Iñaki Piñuel ya escrutaba nuestras dificultadas laborales —con el «mobbing», por ejemplo— en plena época de bonanza, a principios y mediados de la pasada década.
En este nuevo estudio se plantea que «la crisis es económica, pero también de valores». Según Vilaseca, autor de «El sinsentido común» (Temas de hoy), «hay muchas personas que han delegado su bienestar en manos de corporaciones que siguen bajo un paradigma industrial agotado. La crisis da la oportunidad de atrevernos a quitarnos la máscara, a reconocer que igual no somos felices. Pero las compañías no se transforman a menos que lo hagan quienes las integran, desde el último empleado al primer directivo. Lo cierto es que la actual forma de organización ya no es válida, provoca un malestar brutal, profundo».
Las encuestas no describen valores absolutos, sino que muestran tendencias, según los autores de este trabajo. Una foto fija, que, vista negro sobre blanco, se antoja desoladora: casi ocho de cada diez trabajadores cuentan con un «horario rígido» que les hace sentir como «esclavos»; el 78 por ciento sostiene que su empresa «trata a las personas como máquinas y números»; un porcentaje similar reconoce «no estar a gusto» en su puesto de trabajo, y admite que si sigue ahí es porque «no le queda otra»...
Talento y valor añadido
En el «nuevo paradigma» que solo empieza a nacer, según los investigadores, no tiene lugar «la mentalidad de funcionario» y, en cambio, se utilizan conceptos como «talento», «valor añadido», «autonomía del empleado», «emprendimiento» o «actitud proactiva». ¿Es realista? Vilaseca admite que en las empresas actuales «la comunicación no fluye» y abundan la «desconfianza, rigidez y control». «El nuevo paradigma es un horizonte lejano, en el que aún participan pocas empresas y empleados, «aferrados a un victimismo y a viejos hábitos que no llevan a ninguna parte».
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