La OMS y Europa, incapaces de unificar umbrales de riesgo para frenar la segunda ola

En España, el Ministerio de Sanidad ha establecido el umbral de riesgo en los 500 afectados por cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días; es decir, el doble de Francia. O cinco veces más alto que el Reino Unido . Con este y otros dos criterios (ocupación de las UCI de los hospitales y positivos por PCR), el Gobierno de España cerró el pasado viernes los diez municipios madrileños con mayor población. A Madrid le seguirán León y Palencia por superar los criterios establecidos por el Ministerio de Sanidad.

Los criterios entre países no son homogéneos, como tampoco lo son las medidas acordadas. Por ejemplo, Francia ha optado por el cierre de bares, la prohibición de la venta de alcohol para consumo callejero, o condiciones muy restrictivas en restaurantes con cierres antes de las 22.00 horas. En España se ha decidido mantener la hostelería abierta aunque con límites de aforo y restringir la movilidad. Los parisinos, en cambio, pueden salir de su ciudada.

Otro ejemplo. Nueva York ha endurecido las medidas de control, pero ha considerado como mejor opción el cierre de colegios. El objetivo del alcalde de la ciudad de Nueva York, Bill de Blasio, es evitar toda actividad no esencial , incluido ir al colegio , en los nueve distritos postales de la ciudad donde se han detectado brotes de coronavirus y en los que el índice de positivos en los análisis se ha mantenido por encima del 3% durante los últimos siete días.

Madrid, París y Nueva York son solo tres ciudades. Cada país, cada territorio decide en función de su propio criterio sin tener como referencia indicadores comunes. Y esa falta de umbrales de riesgo está generando la perplejidad de ciudadanos y peleas entre administraciones, como la de Madrid y el Ministerio de Sanidad en España. No existen indicadores de riesgo marcados por la Organización Mundial de la Salud ni tampoco dentro de los países de la propia Unión Europea.

Que hubiera una coordinación entre los países miembros para la gestión de la pandemia es el sueño de la Comisión Europea desde que empezó la difusión de la enfermedad. Puesto que carece de competencias en la gestión directa de la sanidad o de la salud pública, este 4 de septiembre, el ejecutivo comunitario ya presentó una proposición para que los países miembros coordinasen una visión conjunta tanto para establecer un código de colores sobre la situación epidemiológica, incluyendo las consecuencias que todos deberían adoptar, es decir, las medidas a tomar según el color de cada zona.

La idea de la Comisión tenía sobre todo como objetivo salvar la libre circulación de personas , que es uno de los logros esenciales de la construcción europea. Bruselas quería impedir al menos esa confusión que llevó a que algunos países cerrasen sus fronteras. El viernes pasado, la presidenta Úrsula von der Leyen se lo recordó a los jefes de Estado o de Gobierno que vinieron a la capital comunitaria para celebrar una reunión presencial del Consejo Europeo, pero tampoco tuvo el eco que esperaba .

La coordinación europea podría estar en manos del Centro Europeo de Control de Enfermedades (ECDC) que sí podría contar con un criterio científico. De hecho, elabora un mapa de colores dependiendo de la situación en cada región europea. Pero s u funcionamiento está fuertemente condicionado por los datos que le envían los propios estados , es decir, que se vuelve a la discrecionalidad de los países.

Tampoco la Organización Mundial de la Salud es un buen espejo al que mirarse . No tiene criterios únicos de alerta, para establecer restricciones, que sirvan de guía a los países miembros. Tampoco se han publicado recomendaciones sobre la incidencia acumulada a partir de la cual un país debería tomar medidas.

En la crisis mundial provocada por esta pandemia, la OMS está aprendiendo sobre la marcha porque se trata de una situación novedosa con un panorama en continúa evolución. El organismo se ha limitado a emitir una serie de recomendaciones para evitar el aumento de contagios basadas en las últimas informaciones científicas recibidas.

Por este motivo, sus recomendaciones han evolucionado, a lo largo de la pandemia, como en el caso del uso de mascarillas, porque se va adaptando a la nueva realidad. Cuando se trata de cuestiones específicas, como la de restringir la movilidad, el organismo de Naciones Unidas deja que sean las autoridades nacionales las que tomen, según criterios internos, una decisión.