P4 de Wuhan, el laboratorio de la discordia entre EE.UU. y China por el coronavirus
Las sospechas sobre un accidente en este centro de investigación abren un nuevo frente entre ambos países por el origen de la pandemia
En el laboratorioa P4 de Wuhan se encuentra el mayor banco de virus de Asia, con 1.500 cepas
Iba a ser un centro de referencia mundial para la ciencia, un ejemplo del compromiso de China con la medicina internacional y un motivo más de orgullo patrio para esta superpotencia autoritaria que plantea un modelo de desarrollo alternativo a Estados Unidos y, ... por extensión, a las democracias liberales al estilo occidental. Pero hoy es el centro de todas las sospechas y la diana de una virulenta disputa política que amenaza con truncar el auge de China y reventar el mundo globalizado por el que tan alegremente nos movíamos hasta que el coronavirus nos cambió la vida.
Por casualidad, culpa del destino o lo que sea, la pandemia estalló en Wuhan, donde China tiene su más importante centro de investigación de virus. En las colinas a unos 30 kilómetros a las afueras de la ciudad, el Instituto de Virología de Wuhan dispone de un superlaboratorio con el más alto nivel mundial de bioseguridad (BSL-4) autorizado para manejar los patógenos más peligrosos y mortales. Conocidos como P4, entre ellos figuran el ébola y otros como el SARS (síndrome respiratorio agudo y severo), en el que está especializado porque también surgió en China y es «primo» del nuevo coronavirus, cuyo nombre técnico es SARS CoV-2.
Máxima seguridad
Entre los jardines, y rodeado por una alambrada con cámaras de seguridad cada pocos metros, este laboratorio se ubica en un moderno edificio cuadrado de 3.000 metros cuadrados y unas cinco plantas de altura conectado en una de sus esquinas a una torre circular con ventanas tintadas. A tenor de la agencia France Presse, aquí se encuentra el mayor banco de virus de Asia, con 1.500 cepas y también otro laboratorio con un nivel inferior de seguridad (P3).
Con el cuatro como máximo, dichos códigos determinan las medidas de control a la hora de tratar con los virus más contagiosos, como el filtrado del aire y el agua, los trajes aislantes que deben vestir los investigadores y la gestión de los desechos materiales o biológicos con que trabajen, como las cobayas de sus experimentos. Tal y como cuenta su portal de internet (http://english.whiov.cas.cn/Home2016/), este laboratorio P4 es fruto de un acuerdo firmado entre China y Francia en 2004, tras la epidemia del SARS, para combatir nuevas enfermedades infecciosas.
«Ninguna de las secuencias genómicas del virus coincide con las muestras que tienen almacenadas en el laboratorio», aseguran los científicos del P4 de Wuhan
Con un presupuesto de 300 millones de yuanes (39 millones de euros) y el asesoramiento del Gobierno galo y la firma bioindustrial Institut Merieux, fue terminado en 2015, aprobado en 2016 e inaugurado en 2017 por el entonces primer ministro francés, Bernard Cazeneuve. «Este proyecto debe permitir a China, en alianza pionera con Francia, entender mejor y prevenir las epidemias y pandemias y comprender enfermedades comunes como la gripe aviar para proteger a su población y la salud mundial», se congratuló el embajador de la época, según recogía la prensa gala.
Operativo desde 2018, el P4 de Wuhan ha colaborado, entre otros, con el Centro Internacional de Investigación e Infecciones (CIRI) de Francia y el Laboratorio Nacional de Galveston en Texas, ya que EE.UU. también participó en su financiación. Además, tenía proyectos comunes con el Laboratorio de Microbiología de Canadá hasta que dos científicos chinos, Xiangguo Qiu y su marido Keding Cheng, fueron expulsados en julio de 2019 por un oscuro incidente que, según algunos medios de ese país, pudo estar relacionado con espionaje científico o incluso con un inquietante robo de muestras.
Con 37 grupos de investigación en disciplinas como la epidemiología, la virología molecular, la inmunología y la microbiología analítica de patógenos y agrícola y medioambiental, el Instituto de Wuhan está especializado en los coronavirus de murciélagos. Su subdirectora, la prestigiosa doctora Shi Zhengli, fue quien descubrió que el SARS, originado en 2002, procedía de murciélagos de una cueva de la provincia de Yunnan, cuyo coronavirus había mutado en las civetas que se comían en un mercado de Cantón (Guangdong), desde donde pasó al ser humano.
Dos medios estadounidenses denuncian la «falta de seguridad» en el P4 y apuntan a que el «paciente cero» trabajaba en el laboratorio
Con este antecedente y una coincidencia del 96 por ciento del nuevo coronavirus con el de los murciélagos, todas las miradas se posaron sobre el mercado de Huanan en Wuhan, donde también se cocinaban especies salvajes, cuando estalló esta nueva epidemia en China. Como la mayoría de los primeros casos diagnosticados estaban ligados a dicha lonja, tanto la Organización Mundial de la Salud (OMS) como la comunidad científica internacional dan por buena dicha hipótesis debido al riesgo de mutación de virus que entraña tal concentración de especies en pésimas condiciones higiénicas . Por eso, el mercado de Huanan fue cerrado el 1 de enero y desinfectado. Pero un estudio de investigadores chinos en «The Lancet» ya señalaba en enero que el primer paciente del coronavirus enfermó el 1 de diciembre y no tenía ninguna relación con ese mercado. Y no solo él porque, de los primeros 41 casos, 13 no tenían vínculos con Huanan, un número demasiado elevado. La cuestión es saber cómo el coronavirus, que se sospecha que procede de los murciélagos, llegó al mercado de Huanan, donde no se vendía dicho animal.
Por la falta de respuesta a dicha pregunta, enseguida surgieron teorías de la conspiración que apuntaban al laboratorio P4, que las ha negado tajantemente. Aunque su subdirectora, Shi Zhengli, reconoció en marzo a la revista «Scientific American» que al principio incluso ella temió que el coronavirus se hubiera «escapado» de allí, asegura que ninguna de sus secuencias genómicas coincide con las muestras que ella tiene almacenadas. «Lo juro por mi vida, no tiene nada que ver con el laboratorio», anunciaba en la red social WeChat la doctora, que culpaba del coronavirus a los «malos hábitos alimentarios de la gente», ya que se sospecha que pudo mutar en un pangolín, una especie protegida con la que se trafica en China.
Es un virus natural
Aunque los más prestigiosos virólogos interncionales, como W. Ian Lipkin y el español Luis Enjuanes, creen que el coronavirus es natural y no ha salido de un laboratorio, dos medios estadounidenses han ahondado recientemente en dicha idea. Pero no como el «arma biológica perfecta» que, sorprendentemente, presagiara el escritor Dean Koontz en su novela «Los ojos de la oscuridad», donde se inventa un virus llamado Wuhan-400 que, en su primera edición de 1981, era soviético y se denominaba Gorki-400. No, las sospechas apuntan ahora a una «fuga» accidental del laboratorio.
Así lo sugiere uno de los columnistas de «The Washington Post», Josh Rogin, que asegura haber visto cables diplomáticos de la Embajada estadounidense en China alertando en 2018 de la «falta de seguridad» en el P4 de Wuhan tras una visita de dos de sus expertos. Citando «múltiples fuentes» de la Administración estadounidense, de igual modo ha informado la cadena de televisión Fox News, que incluso apunta a que el «paciente cero» trabajaba en el laboratorio y llevó el virus a Wuhan.
Dichas informaciones han dado munición a Trump para exigir explicaciones a China y, de paso, desviar la atención de su responsabilidad sobre su nefasta gestión de la catástrofe del coronavirus, que al principio minimizó como si fuera una simple gripe al igual que la mayoría de gobernantes en Occidente. Pero el régimen de Pekín lo niega y uno de sus más agresivos portavoces, Zhao Lijiang, responde dando pábulo a otra rocambolesca teoría de la conspiración en sentido contrario. A su juicio, el coronavirus se habría «escapado» de un laboratorio del Ejército de EE.UU., lo que habría provocado las muertes por «vaporeo» el año pasado y no los cigarrillos electrónicos, y sus soldados lo habrían llevado a Wuhan durante los Juegos Militares celebrados en octubre. Ni el profético Dean Koontz, el «padre literario» del Wuhan-400, habría tenido tanta imaginación para inventarse semejante novelón.