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El último reducto de la fala

Aisladas por las montañas, tres localidades extremeñas han guardado con mimo un tesoro intangible desde el siglo XI, su «único» patrimonio, solo amenazado por algún envite político

Niñas del colegio Santa Rosa de Lima de San Martín de Trevejo leen algunas frases escritas en fala en el patio que les motivan a mejorar, como ésta: «Podemos cometer errores» REPORTAJE GRÁFICO: ISABEL PERMUY
Érika Montañés

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Manhegu, lagarteiru y valvedeiru . Suenan como una letanía en boca de los vecinos que silban sus palabras en San Martín de Trevejo, Eljas y Valverde del Fresno, respectivamente. Los tres «falares» o hablas conservadas desde el Medievo en tres municipios de Cáceres, guarecidos por la Sierra de Gata y sumergidos en el Valle del Xálima, son la joya de este rincón rural del país. «Aquí no tenemos catedrales, no verás monumentos ni muestras de folclore, aquí tenemos a fala». Francisco José Antúnez es funcionario del Ayuntamiento más grande de los tres, Valverde, y secretario de la asociación A Nosa Fala («Nuestra Fala»), que protege este bien. Su defensa amurallada es exactamente igual a la de nueve kilómetros más al este, cuando Carlos Márquez , delegado de la Casa de la Cultura en el Consistorio de San Martín de Trevejo, comenta que «si se cae aquella piedra del torreón de la Iglesia de San Martín se arregla y se siente lo mismo que cuando una palabra del mañegu se pierde. Hay que protegerla, es nuestra lengua romance y de tradición oral, nuestro gran tesoro».

Francisco fala en valverdeiru con su alcalde, Amalio, en el balcón del Ayuntamiento

Pero... ¿qué es a fala? A menos de 30 kilómetros de Portugal, los tres municipios que discurren, de este a oeste, por las laderas de las montañas de la sierra de Gata –San Martín de Trevejo, Eljas y Valverde del Fresno– han creado un concepto global, la fala, para esas tres variantes lingüísticas que distan en un 15-20% de los términos, aproximadamente. El resto es un tronco común de palabras con aire silbante y que suena como el asturleonés. Esto daría para mucho más que un artículo de periódico, porque las múltiples teorías acerca de su procedencia son la mecha de una enorme discusión en la zona. Algunos estudiosos, como el investigador José Luis Martín Galindo , con media docena de libros publicados sobre la materia, arraigan la fala en las vecinas poblaciones lusas del Concelho de Sabugal y el antiguo dialecto portugués de Riba-Côa. Por ello, demanda más intervención e interacciones con ese país. La teoría no es simpática entre los vecinos. José Vieira y Florentino Mora (alias «Tinín») peroran con energía en la cafetería Enigma, propiedad del primero. Ellos son más de la otra corriente que de las galaico-portuguesas, pero zanjan la conversación con una resolución salomónica: «¿Y qué más da?».

En Eljas tienen un tono más melódico. Araceli Barroso es la directora del Colegio Público Divina Pastora. Los niños –explica a advenedizos– estudian aquí con el Plan Portugal desde hace una década, lo que supone que en el programa curricular tienen dos horas a la semana de portugués en Primaria y una hora en Infantil. Cuatro kilómetros más arriba, en el Colegio Santa Rosa de Lima de San Martín, los alumnos se dan la mano con un «i dimus u sintu» («decimos lo siento») que suena menos cantarín pero igual de luso, igual de gallego, igual de asturiano. No hay acuerdo.

Como tampoco lo hay sobre el papel y en eso está el jovencísimo alcalde de 25 años de Valverde, «la capital» donde reside el grueso de este reino de la fala, Amalio Robledo . El regidor señala que en breve se presentará un manifiesto a la Junta para que protejan la lengua de estas gentes y, sobre todo, impulse la normalización de la fala a través de una gramática y un cuerpo ortográfico común. Quieren, además, que el Estatuto de Autonomía lo reconozca –el próximo día 16 se debatirá– y asuma como un valor propio de esta zona. Ya es bien de interés cultural, pero se traduce en eso, la mención.

Aquí son los padres los que velan porque sus hijos falen. No hay cuotas, ni imposiciones. No se vigila en los colegios. En las aulas, los alumnos hablan castellano y, en el patio, ya les nace su lengua materna

Porque se da un fenómeno realmente curioso en este extremo de España: la fala es una lengua conservada desde el siglo XI, la lengua minoritaria que proporcionalmente más se habla del país, y se mantiene así sola y únicamente por tradición oral. Los abuelos la enseñaron a padres, los padres a hijos. Estos, con toda probabilidad, se irán a estudiar a Salamanca o Ciudad Rodrigo, y cuando vuelvan seguirán «falando». Solo la usarán en este lugar, o fuera, si encuentran a algún paisano. «No queremos ser maleducados, pero entre nosotros jamás hablamos otra cosa que no sea valverdeiru», departe Robledo con el visitante, y prosigue en su lengua materna con Antúnez.

Las redes sociales se han convertido en un gran aliado en esta batalla. Márquez indica que con sus hijas, de 17 y 18 años estudiando en Salamanca, no whatsappea en otra cosa que no sea o manhegu. «Tú vas a Nueva York y alguien canturrea en lagarteiru y te aseguro que lo paras. Somos como hermanos», dice el secretario de la asociación valverdiana, aunque en el corrillo formado en San Martín, José, Tinín y María del Mar no opinen lo mismo. «Entre los tres pueblos nos llevamos fatal. No van a lograr unir esto en una ortografía para todos», expone José. Un ejemplo para el debate: médico se dice meicu, mecu, o meco, en los tres falares «diferenciados».

Fortín político

En lo que sí suman es en el mensaje idéntico al corazón de Mérida, donde se aposenta la Junta de Extremadura. Se necesitan fondos para preservar la fala. Sí detectaron esa férrea defensa política cuando el bipartito PSOE-BNG de la Xunta de Galicia propuso en 2006 «anexionar» estas tres localidades en su lista de pueblos gallego-parlantes. El entonces presidente Juan Carlos Rodríguez Ibarra se revolvió contra las aspiraciones nacionalistas de pueblos hermanos, como el gallego, y «les dijo que se fuesen por donde habían venido», cuentan los mayores en la plaza de San Martín. En ese momento, la Junta se volcó en invertir en comunicaciones para esta zona. Así los gallegos pudieron regresar con su iniciativa extemporánea rumbo a Santiago, al menos por una carretera asfaltada.

El Valle del Xálima es un paisaje verde, que se está secando en un año de escasez. Jalonado por completo de olivos, sus gentes se dedican a la agricultura, la ganadería y repunta el turismo con distinciones como la que exhibe con todo merecimiento a la entrada San Martín: «Uno de los pueblos más bonitos de España». Antaño fue tierra de contrabandistas con el país luso, y de emigración prioritaria a Suiza y Alemania. «El empleo es lo que más inquieta aquí», apunta el regidor de San Martín, Carlos García Casillas , licenciado en Empresariales que se acaba de lanzar al cultivo de pistacho. «La fala no es lo que más preocupa, pero debería, porque con los nuevos nombres en inglés, con la castellanización de ciertos usos, se está perdiendo una raíz importante de la fala», anotan, por su parte, Francisco y Amalio.

El alcalde de San Martín, Carlos García, charla con Julián, dueño de una bodega en un pueblo olivarero

En el colegio, Alejandro, Daniel y sus amigos siguen dirigiéndose en castellano al foráneo y no abandonan su lengua entre ellos. El 95% de ellos acunan este idioma. Sin saberlo, siempre les nacerá un impulso interno que se les inculcó con cariño. Son bilingües desde la tripa de sus madres. Aquí no se les impone, no se les vigila en recreos, no se les dividen las materias. «Les nace con libertad, solo sus padres velan porque la conozcan, no hace falta que ningún político les obligue a estudiarla», resume Márquez. No hay cuotas. Por eso, posterga, «la fala no se perderá». Ni en otros diez siglos.

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