El valor de la Sierra de Guadarrama
Eduardo Martínez de Pisón, Catedrático Emérito de Geografía de la Universidad Autónoma de Madrid, expone las razones que justifican la declaración del espacio como parque nacional
A estas alturas debería ser innecesario decir que la Sierra de Guadarrama constituye una montaña llena de calidades naturales y paisajísticas, asistidas por una intensa aportación cultural y que, por ello, constituye una prioridad la necesidad de guardar esos valores para bien de todos y ... por responsabilidad colectiva.
El pasado 17 de febrero la Comunidad de Madrid, de forma conjunta con la Junta de Castilla y León, aprobó el documento de petición de declaración del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama , solicitud que se ha de elevar en el siguiente paso al Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino. Al otro lado del río espera, pues, el ministerio para su examen. Confiamos que con apego al Guadarrama. Estamos, pues, en la normalidad procesal, salvo por sus retrasos, vaivenes y algunas excesivas reacciones, para lograr no sólo proteger el bien que representa el Guadarrama sino para hacerlo en el rango adecuado.
Cabe recordar que, con el fin de lograr esa salvaguarda, tras este proyecto hay, en el caso que yo conozco mejor, que es el de Madrid, 20 tomos de conocimiento estricto de la Sierra, previos a las disposiciones del Plan de Ordenación de los Recursos Naturales del Guadarrama (pdf) que se presentó en 2006 y que ya contenía una normativa territorial detallada para la montaña. Supongo que nadie puede echar atrás esos tomos de estudio que constituyen una contribución de la que pocas montañas españolas podrían presumir.
Problemas territoriales
Han sido visibles en el proceso ciertos indicadores de falta de la necesaria voluntad política (y no sólo en una parte de los poderes responsables) para remover determinados obstáculos y para alcanzar óptimamente los fines propuestos. Los políticos parece que pensaron en un momento inicial que procedía pedir una opinión a los expertos, pero está claro que en otro posterior concluyeron que les convenía más actuar ellos mismos como si fueran expertos y a partir de entonces lanzaron sus propios proyectos.
Por otro lado, hay también quienes, por diversos motivos, no son partidarios del Parque Nacional del Guadarrama. Algunos no son partidarios porque estiman que la conservación de la naturaleza y de los paisajes de la Sierra sería contraria a determinados intereses económicos. Pero además los hay que o bien se oponen por principio o bien reclaman mayor superficie al tiempo que exigen unos requisitos que cierran la posibilidad misma de esa amplitud, sustancialmente al requerir unos bosques serranos del siglo XXI en el estado que debieron tener en el inicio del Holoceno .
Pero la mayoría de los ciudadanos, aunque razonablemente escépticos, sí somos partidarios de dicho Parque Nacional, principalmente de su propuesta más ponderada y rica, pero también de la aminorada, porque, al menos, algo es algo. De modo que una negación de esta declaración no sólo acabaría por ser un daño al Guadarrama sino también una colosal frustración para tales ciudadanos. Al final nos tendríamos que conformar con aquello que escribió Zweig: «los ideales irrealizados se muestran invencibles. Lo necesario, aunque se dilate su realización, no por eso es menos necesario».
El Parque Nacional conseguido deberá ser un soporte explícito para su propia mejora y para su extensión. El Parque Nacional está destinado a crecer como un ser vivo si le dejamos nacer. A crecer en la superficie que aún no ha logrado, en el contorno al que debe aspirar y en la entidad de su función protectora . Él mismo redefinirá sus modos y sus nudos de protección en esa vida creciente, como ha ocurrido en otros casos, por ejemplo en los Picos de Europa y en Ordesa.
Los problemas territoriales del proyecto actual son evidentes y sabemos que hay que superarlos, principalmente el estrechamiento en los puertos entre pinares y estaciones de esquí, objetivo a solucionar que se logrará con más facilidad si el Parque se consolida y fortalece, porque la experiencia dirá, no sólo la teoría, que es mejor hacerlo a su manera. Que las mejoras, esas y otras, se desprendan de la práctica y que rueden por su camino. Pero antes dejemos a nuestra montaña con las espaldas cubiertas. Ciérrese, pues, en positivo el largo y a veces desabrigado proceso de protección integral de la Sierra. Y que este Parque Nacional se inaugure con el propósito explícito de emprender la mejora de sí mismo.
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