[Así se ha cubierto en directo la tragedia de Mallorca, en ABC.es ]
Los ingredientes que multiplicaron la desgracia son: «Un subsuelo poco permeable, y más tras los últimos días en que ya había llovido bastante», indica Grimalt; una «manta de agua» de 150 a 233 litros por metro cuadrado en su momento más álgido. Asimismo, prosigue en declaraciones a ABC, «el terreno estaba movido, porque hablamos de un terreno a media montaña, con muchas vaguadas y crestas que subdividen el curso en multitud de corrientes de agua; y todas ellas convergen en el mismo punto, Sant Llorenç des Cardassar ». Eso, unido a que el agua bajaba por una pendiente descendiente desde una altitud de más de 140 metros hasta los 60 metros sobre el nivel del mar.
«No puede haber un tipo de curso más peligroso que éste. Anteriormente he dicho que
parece configurado por un asesino en serie.
Y es que si la naturaleza tuviese que diseñar un curso de agua para concentrar más cantidad en menos tiempo, sería el torrente de Sant Llorenç», agrega el doctor en Geografía.
En medio de esa búsqueda de motivos que sucede de modo habitaul tras una tragedia, el especialista aporta datos al debate: el torrente de Sant Llorenç des Cadasar estaba «completamente limpio, como una patena». Además, se había pasado maquinaria de limpieza los días previos para quitar del cauce algunas cañas que motivaron ciertas quejas vecinales. «Las canalizaciones se adecentaron en los años 80-90, y se ampliaron a cinco metros, pero también dan un margen de seguridad que a veces no es real», dice.
«Hay cultura aquí»
«Lamentablemente, en Mallorca hay cultura de inundaciones en octubre. Se producen en esta época grandes diluvios. En la zona de Sant Llorenç, se vivieron en el año 1943, el 73, el 82 y el 89. Todas fueron inundaciones graves, aunque ninguna tan gordas como esta vez». Grimalt aclara que la construcción del pueblo de Sant Llorenç ha propiciado en cierta medida que, cada vez, «se metan más recursos e inmuebles en la colina», aunque en el curso propiamente del agua hacia la falda de la colina no hay viviendas, sino, sobre todo, talleres, explica.
El municipio ha ido expandiéndose desde los años 40. La llegada de población nueva ha conllevado la construcción de infraestructuras turísticas desperdigadas por la zona, completa el geógrafo balear.
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