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«Los sirios gritan como Jesús en la Cruz: Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»

Pascal Bedros testimonia la persecución que sufre la comunidad cristiana en Alepo

Jóvenes católicos trasladan simbología religiosa a una iglesia católica para la celebración de la Navidad AFP

ÁNGELES CONDE

Está en Roma para pasar unos días con otros focolarinos (pertenecientes al movimiento eclesial dentro de la Iglesia católica) del mundo y descansar. Para dormir una noche entera sin sobresaltos, sin el sonido de las bombas interrumpiendo un sueño que, desde hace casi ... cinco años, no es ni mucho menos profundo. Pascal Bedros es libanés, pero vide desde 2009 en Alepo, una ciudad, dice, «en la que los civiles no saben muchas veces ni a quién pertenecen las bombas que caen del cielo». Alepo es una ciudad dividida, una suerte de Barcelona o Madrid donde vivían más de dos millones de personas y donde ahora los diferentes frentes han trazado unas líneas rojas infranqueables para la mayoría de la población. Quienes no han huido están a merced de diferentes facciones: desde efectivos gubernamentales hasta brigadas rebeldes, yihadistas e incluso del Estado Islámico .

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