«Pensaba que como no tenía vocación a la vida religiosa no podía ser misionera»

«Muchas veces me preguntan cuál es la edad media de los misioneros. Y es verdad que es alta pero también van apareciendo nuevas realidades eclesiales que están aportando muchos jóvenes», aseguró el director de las Obras Misionales Pontificias (OMP) de España, el sacerdote Anastasio Gil, durante la presentación del Día Mundial de las Misiones (Domund) , que se celebra este domingo en 140 países.

Belén Manrique es una de ellas. Esta joven madrileña de 30 años pertenece al Camino Neocatecumenal y decidió en 2014 dejar definitivamente su trabajo como periodista para irse de misionera. «Tenía una vida perfecta y un trabajo que disfrutaba mucho pero no era feliz», comenta Belén, quien descubrió su verdadera vocación después de ver un vídeo en el colegio sobre la labor de las Misioneras de la Caridad en la India.

«Cuando salí de aquella clase estaba impactada y me pregunté por qué no estaba allí. Pensé que como no tenía vocación a la vida consagrada no podía ser misionera». Sin embargo, Belén no cejó en su empeño y en cuanto tuvo la primera oportunidad se fue con las Misioneras de la Caridad a hacer una experiencia de verano a la India. A su vuelta decidió acompañar a estas misioneras, esta vez a Etiopía, donde se encuentra desde 2014.

«Mi trabajo en Etiopía consiste en estar al lado de los que sufren para ayudarles a descubrir que Dios existe». Las dificultades en el país donde trabaja Belén son muy grandes sobre todo porque es una «sociedad muy primitiva» y la Iglesia debe abrirse paso «en medio de una comunidad musulmana muy radicalizada». Su labor sobre todo consiste en acompañar a las mujeres víctimas de la prostitución . «Estamos muy cerca de la frontera con Somalía y por eso hay una fuerte presencia del Ejército. Donde hay Ejército hay prostitución», comenta.

Muchas de estas mujeres que ejercen la prostitución mueren como consecuencia del sida o la tuberculosis que contraen «por la mala vida que llevan». «Hemos acompañado a muchas mujeres que mueren solas y abandonadas. Recuerdo especialmente a una de ellas, Fatuma. Murió días después de dar a luz a su hijo. Le cuidábamos todos los días en el hospital, le lavábamos la ropa y antes de morir le dijo a mi compañera que cuando saliera del hospital quería ir a la Iglesia a la que íbamos nosotras. Nuestra misión era acercarle el amor de Dios a través de los cuidados que podíamos prestarle», comenta esta joven misionera, convencida de que «vale la pena confiar la vida a Dios». «Dios convierte esa vida en apasionante, mucho mejor de lo que serías capaz de imaginar», insiste.

España no solo es el país que más misioneros aporta a las misiones --incluso por encima de Italia-- sino que además es uno de los que más fondos destina. El año pasado fueron 12,2 millones de euros que se invirtieron en más de 600 proyectos, sobre todo en el continente africano.

Pese a la generosidad de los españoles, el director de las OMP de España, el padre Anastasio Gil, recordó que el Domund no se reduce a una hucha. «Mejor les iría a las misiones si no nos centráramos en la colaboración económica. El Domund habla de universalidad, de solidaridad, de descubrir la dimensión mundial de la Iglesia, de casi trece mil hombres y mujeres españoles gastando su vida al servicio de los más necesitados», recordó el sacerdote, con motivo de esta jornada mundial dedicada a los misioneros y que este año lleva por lema «Sé valiente, la misión te espera».