El Papa pide a los jóvenes que piensen qué clase de padres quieren ser en una entrevista sobre la paternidad

Francisco explica que el cariño de un padre por sus hijos «nunca debe convertirse en una prisión, ni en poseerlo». «Un buen padre sabe retirarse en el momento oportuno para que su hijo pueda emerger con su belleza, con su singularidad, con sus decisiones, con su vocación». La claves es que quienes «nos han sido confiados, encuentren en nosotros un punto de referencia pero nunca un obstáculo». Cada padre «ayuda al hijo a convertirse en quien es, haciendo posible su libertad y empujándole a las grandes decisiones».

El Papa Francisco hace un acertado diagnóstico de la cultura actual a la que se enfrenta cada padre cuando ve crecer a sus hijos, esa «incapacidad de tomar decisiones grandes para la propia vida». «Nuestros jóvenes tienen miedo de tomar decisiones , de elegir, de ponerse en juego; y a veces por miedo a las consecuencias y a los riesgos se quedan paralizados y no son capaces de elegir nada».

Ante este drama, «un verdadero padre no te dice que 'todo te irá siempre bien', sino que 'incluso cuando las cosas no te vayan bien, podrás afrontarlas y podrás vivir esos fracasos con dignidad'». «La persona madura se reconoce no en las victorias sino en el modo en el que sabe vivir un fracaso», añade en la entrevista.

Como «los hijos de hoy se convertirán en los padres de mañana», les propone que se pregunten «qué padres han tenido y qué padres quieren ser». «No deben dejar que su papel paternal sea el resultado de la casualidad o consecuencia de una experiencia pasada, sino que deben decidir conscientemente de qué modo amar a alguien, de qué modo responsabilizarse de alguien».

«Como llevaremos con nosotros sobre todo la experiencia que hemos hecho como hijos, debemos reflexionar sobre esta experiencia para no repetir los mismos errores y atesorar las cosas hermosas que hemos vivido», responde el Papa a los periodistas Andrea Monda y Alessandro Gissoti.

El Papa lleva el discurso también al terreno religioso y dice que «la Iglesia debería ser también paterna, aunque no paternalista. Me refiero a la capacidad de los padres de poner a los hijos en condiciones de asumir sus propias responsabilidades, de ejercer la propia libertad, de tomar decisiones».

La fe cristiana, como la paternidad, no se aprende a través de un «libro o un razonamiento» sino a través de «relaciones con otras personas». «Por eso, como la propia experiencia de fe nace a partir del testimonio de otros» hay que combinar «la gratitud hacia estas personas con la capacidad crítica de saber distinguir lo que nos ha llegado a través de ellas que no sea bueno».

A la pregunta sobre cómo los sacerdotes pueden ejercer esa «paternidad espiritual» , recuerda que «un buen padre espiritual no sustituye la conciencia de las personas que se confían a él, y no domina la vida de los que le han sido confiados, sino que, de manera discreta y firme, es capaz de indicar el camino, de ofrecer claves de lectura diferentes, y ayudar en el discernimiento» de la propia vida.

El Papa además hace un homenaje a los «padres y madres que escapan de las guerras y son rechazados en las fronteras, pues atraviesan situaciones de dolor y de injusticia, y a nadie les toma en serio o se les ignora deliberadamente». «Quisiera decirles que para mí son héroes porque tienen el coraje de quien arriesga su propia vida por amor a sus hijos», se despide.