El Papa, en la Epifanía: «Para la Iglesia anunciar el Evangelio no debe ser una opción ni una profesión»

El Papa ha invitado a imitar a estos sabios que abandonaron todo por buscar al Niño Dios, ha invitado a «salir de nuestras clausuras y reconocer el esplendor de la luz que ilumina nuestras vidas». Esa luz, que es Cristo, es la luz con la que brilla la Iglesia. Así lo ha explicado Francisco al advertir de la tentación de una Iglesia autosuficiente desligada de su verdadera vocación : «Anunciar el Evangelio de Cristo no es una opción más entre otras posibles, ni tampoco una profesión». Y ha recordado que llevar la Buena Nueva a los hombres no debe ser nunca sinónimo de adoctrinamiento: «Para la Iglesia, ser misionera no significa hacer proselitismo; para la Iglesia, ser misionera equivale a manifestar su propia naturaleza: dejarse iluminar por Dios y reflejar su luz. No hay otro camino».

Los Tres Magos representan a todos los hombres que esperan de la Iglesia «este compromiso misionero, porque necesitan a Cristo, necesitan conocer el rostro del Padre». Esa humanidad, -ha explicado el Papa- es una, porque «delante de Jesús no hay distinción de raza, lengua y cultura: en ese Niño, toda la humanidad encuentra su unidad». También ha pedido algo importante: que la Iglesia se empeñe en la tarea de que los hombres puedan reconocer con mayor claridad «el deseo de Dios que anida en cada uno», que quienes viven con el «corazón inquieto» haciéndose preguntas, puedan encontrar «respuestas seguras».

Para Francisco, los tres Reyes Magos encarnan además a estos hombres de «corazón inquieto». Ellos supieron distinguir, -entre las muchas estrellas del cielo-, a aquella que más brillaba, la que «los cambió». «Les hizo olvidar los intereses cotidianos y se pusieron deprisa en camino» , ha recordado el Santo Padre quien ha pedido a los cristianos que sepan, como los sabios de Oriente, leer las señales de nuestro tiempo para comprender la voluntad de Dios. «Estamos llamados a ir a Belén para encontrar al Niño y a su Madre» porque es precisamente en Belén, «donde encuentra su síntesis la vida de la Iglesia». Con esta sencilla pero profunda reflexión, Francisco concluyó su homilía.

Acabada la misa, a las doce del mediodía se asomó a la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico para presidir el rezo del Ángelus. Y lo que vio no tuvo desperdicio. Desde una región cercana a Roma, un grupo de peregrinos ha llevado hasta San Pedro su mejor folclore regional y también navideño, con tres camellos incluidos que no han mantenido las formas y no han ocasionado ni una sola molestia a los demás fieles de la plaza. De nuevo en el Ángelus el Papa ha reflexionado sobre la figura de los Reyes Magos y también sobre los pastores «hombres humildes y despreciados» que fueron los primeros a los que Jesús se manifestó la noche de su nacimiento y que, junto a los Magos, «nos enseñan que, para encontrar a Jesús, es necesario saber levantar la mirada al cielo, no estar mirándose a uno mismo sino tener el corazón y la mente abiertos al horizonte de Dios».

Pero, los pastores no acometieron la hazaña de los sabios de Oriente. Éstos, «hombres prestigiosos, de tierras lejanas y culturas diferentes», siguieron la estrella para llegar hasta donde estaba Jesús. Por eso, el Pontífice ha puesto como ejemplo para todos los cristianos esta peripecia al señalar que «la experiencia de los Magos nos empuja a no contentarnos con la mediocridad, a no «ir tirando», sino a buscar el sentido de las cosas, a escrutar con pasión el gran misterio de la vida».

Después del rezo del Ángelus y antes de despedirse, el Santo Padre recordó a «los hermanos y hermanas del Oriente cristiano» que celebran mañana el nacimiento de Dios. Les deseó la paz que tanto necesitan y pidió a los peregrinos en la plaza que se unieran a él en un aplauso dedicado a estas poblaciones que habitan en la tierra de los primeros cristianos.