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El Papa confiesa que «la prioridad» de su viaje a África «era la República Centroafricana»

Explica que por eso abrió, «precisamente en Bangui el Jubileo de la Misericordia»

El Papa bendice a un niño a su llegada a la plaza de San Pedro para participar en la audiencia general REUTERS

JUAN VICENTE BOO

En la primera audiencia general al regreso de su arrolladora visita a tres países de África, el Papa Francisco confesó a los peregrinos que «en realidad la prioridad de mi viaje era la República Centroafricana, porque el país intenta salir de un periodo muy difícil de conflictos violentos y mucho sufrimiento de la población».

Para quienes le habían visto de cerca durante el viaje, la explicación era innecesaria. Estaba claro que su corazón iba en busca de los dos campos de refugiados en Bangui -el de la parroquia del Salvador y el del barrio musulmán “Kilómetro 5”, asediado por las milicias anti-Balaka-, y del hospital de niños desnutridos , el único pediátrico de un país de cinco millones de habitantes, de los cuales un millón –la quinta parte- han tenido que abandonar sus casas y viven como refugiados en situación miserable.

La causa de ese desastre humanitario es la situación de guerra crónica. Y el Papa reveló que ese era el motivo por el que había querido «abrir precisamente allí, en Bangui, con una semana de adelanto, la primera puerta santa del Jubileo de la Misericordia, como signo de fe y de esperanza para un país que sufre tanto».

«Abrir allí en Bangui la primera puerta santa del Jubileo de la Misericordia, como signo de fe y de esperanza para un país que sufre tanto»

Aunque había dedicado comentarios muy emotivos a Kenia y Uganda, las dos primeras etapas del viaje realizado del 25 al 30 de noviembre, su corazón seguía en la tercera, la República Centroafricana , donde es necesario ayudar a la gente a «dejar la guerra a la espalda. Pero eso es un paso que tiene lugar en la conciencia, en la actitud y en las intenciones de las personas».

Esa es la clave. Y, según el Papa, «precisamente a ese nivel es decisiva la aportación de las comunidades religiosas. Por eso me he reunido con la comunidad evangélica y la comunidad musulmana, para compartir la oración y el esfuerzo por la paz».

Francisco estaba comentando un punto crucial, la vía de salida de muchos de los conflictos de esta «tercera guerra mundial a trozos» en la que muchos intereses viles intentan explotar el sentimiento religioso para movilizar personas hacia la violencia, ya sea como guerrilleros o como apoyo popular a los bombardeos con aviones y misiles ultramodernos.

Desenmascarar el fanatismo violento como contrario a la propia religión es la tarea decisiva de los líderes espirituales, pues sólo ellos pueden hacerlo dentro de su propia comunidad religiosa.

A veces eso supone arriesgar mucho, como es el caso del presidente del Consejo Islámico de la Republica Centroafricana, Oumar Kobine Layama, amenazado de muerte por algunos extremistas musulmanes precisamente porque colabora de modo continuo con el arzobispo de Bangui, Diedonné Nzapalainga, y con el presidente de la Alianza Evangélica, Nicolás Guerekoyame-Gbangou, para promover la paz.

«Los tres santos de Bangui»

El diario «Le Monde» les ha llamado «los tres santos de Bangui», pues hablan juntos en los lugares a donde pueden llegar en el territorio de la RCA, y viajan juntos por medio mundo para pedir el abandono de la violencia y clarificar que lo que está matando su país no es una guerra religiosa sino que está pilotada y financiada por otros intereses.

Es una guerra por la hegemonía regional, a la que Chad aspira. Por los diamantes y las maderas preciosas , que ahora saquean a bajo coste media docena de compañías multinacionales. Y por los yacimientos de crudo que ambicionan algunas grandes petroleras.

Junto con la tremenda situación de abandono y miseria de los refugiados centroafricanos, lo que más impresionó al Papa fue la talla humana y espiritual de los misioneros. Por eso dedicó un buen rato a contar a los treinta mil peregrinos la historia de una religiosa italiana con la que había coincidido en Bangui.

Tenía 81 años y llevaba en África desde los 23 o 24 años. Francisco relató que «era enfermera, pero después estudió un poco más y se hizo obstetra. Estaba feliz de haber ayudado a nacer a 3.280 niños. ¡Toda una vida por la vida de los demás!»

Como venía con una niña que le llamaba en italiano «nonna», abuela, el Papa mostró curiosidad «y me dijo que no era de aquí sino del país de al lado, el Congo. Había cruzado el río en canoa para traer a la niña…». Dirigiéndose a los jóvenes, el Papa comentó con orgullo que así son de generosos los misioneros, y les invitó a considerar la posibilidad de serlo si Dios les llama.

También les aclaró que «la misión no es hacer proselitismo. Esta religiosa me comentaba que las mujeres musulmanas van allí porque las curan bien. No les dan catequesis, ¡les dan testimonio! Después, las que quieren, pueden sumarse a la catequesis».

Yendo a un punto clave en su esfuerzo de reforma, el Papa insistió en que la misión, en países lejanos o en el barrio de cada uno, «consiste en el testimonio. En anunciar el Evangelio con la propia vida». Si no hay esa coherencia de vida, dar lecciones de religión es un ejercicio de hipocresía, que aleja del Evangelio a la gente.

El gigantesco árbol de Navidad , cercano al obelisco, daba ya un aire de fiesta a la plaza de San Pedro. El próximo martes, 8 de diciembre, el Papa abrirá la puerta santa, inaugurando el Jubileo de la Misericordia. Será una Navidad más sencilla, más alegre y más reflexiva pues, una y otra vez, Francisco invita a pensar.

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