Día del Padre
Padres a miles de kilómetros de casa
En el mundo se reparten muchos españoles que, por su oficio y sacar a sus familias adelante, ni los verán ni disfrutarán de su compañía. Son padres a distancia, sin que eso minimice su función, aunque sí, reconocen, mitiga su labor en la crianza
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Una festividad para todos los padres
Hoy, festividad de San José , muchos serán los hombres que celebren su paternidad. Los de reciente cuño gozarán de cuatro semanas de un permiso dilatado en el tiempo este 2017. Pero en el mundo se reparten empresarios, científicos, diplomáticos, periodistas, marineros y asalariados que, por su oficio y por sacar a sus familias adelante, ni los verán ni disfrutarán de su compañía. Son padres a distancia, sin que eso minimice su función, aunque sí mitiga su labor en la crianza. Con gran pesar para todos ellos.
Estos son sus testimonios, brindados a ABC.
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«Me han nacido varios hijos mientras faenaba»
«A barco nuevo, capitán viejo». El refrán marinero se ajusta como anillo al dedo a Vicente Rodríguez Vergara y su familia, formada por su simpática mujer Lucila Gutiérrez y seis hijos . A algunos de ellos, no recuerda cuántos ni cuáles, este armador gallego de Cedeira (La Coruña) ni los ha visto nacer. «Me nacieron varios hijos mientras estaba en alta mar. Me llamaron por telefonía, me lo comunicaron y continué con el trabajo».
Estaba en plena captura de bonito, tal vez en las cercanías de las Azores, adonde se va durante varias semanas cada verano. Tiempo atrás en Irlanda con las palangreras de fondo. Porque, añade, dedicarse al oficio no es centrarse en un arte de pesca exclusivo. Aél le ha tocado un poco de todo. Pero este marinero de raza –que se autodefine como «el armador más viejo de toda la costa atlántica y cantábrica, de la Baiona de Pontevedra a la Bayona francesa, aunque no lo parece», se jacta– sigue pasando meses fuera de casa. Sin ir más lejos, hasta esta temporada, que faena cerca con su gran «volantero» su rutina diaria le impide capitanear la crianza de sus hijos. Aunque cuenta con una ayuda: «Mis dos hijos varones van en el barco, del que soy el patrón».
En una jornada usual, no se aleja ahora más de 8-10 hasta las 24 millas del litoral gallego, mas se levanta a las 2.00 de la madrugada y a las 4.30 ya está en la faena. «Regresamos, según la carga de pescado, pero hasta las 19.00-20.00 no estamos en el muelle».
Y, así, día tras día. Vicente se ha acompañado de la compañía de sus hijos como marineros de a bordo. Y le entusiasma capitanearlos. Sus otras cuatro hijas, todas mujeres, trabajan en sus casas, porque la vida del marinero es extremadamente dura. Y ellas también tienen su labor de crianza particular con sus pequeños.
Morriña imperecedera
Vicente lleva una vida entera sufeando los avatares de la mar. «Qué le voy a hacer, me he perdido demasiadas cosas. Ellos y yo hemos asumido que me dedicaba a esto. Estás en el Gran Sol faenando y trabajas. No puedes parar. Con una vida entera dedicada a la mar no se cumple ni con los hijos ni, en realidad, con nada. Antes, ahora y después se trabaja muchas horas y durante periodos largos de tiempo, que te impiden estar al frente del cuidado de los hijos y todas sus necesidades. Eso sí, nunca les ha faltado qué comer».
«Cuando han pasado quince días ya empiezas a sentir esa morriña tan nuestra»
«Lo que peor llevo es, que cuando han pasado quince días desde que te has ido de casa, ya empiezas a sentir esa morriña tan nuestra», comenta. «Tienes ganas de volver. Si encima coges malos tiempos en la mar, te gana el cansancio y el abatimiento», dice con voz entrecortada. «La tripulación –ahora tiene seis personas a su cargo– se empieza a poner de mal humor. Están de mal talante. Pero hay que ir tirando de todos ellos, para eso soy el patrón».
«Cada ser humano es de su manera. Pero yo soy el que manda en un volantero, soy comunicativo con la gente y me gusta mucho ser serio en el trabajo. Les doy confianza, alegría y contratos».
¿Y como padre cómo es? «Tendría que preguntar a mis hijos, pero me esclavizo bastante por ellos. Me sacrifico mucho y eso que el próximo 6 de abril cumplo los 70. Y sigo activo. Como un soplo del viento huracanado que mueve su barco en la dársena de la población coruñesa.
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«Telecelebro el Día del Padre con mis tres hijos por Skype»
Desde Mogadiscio, la capital de Somalia, el coronel José Aparicio , jefe de «training» o formación en la misión de la Unión Europea en Somalia (EUTM) celebrará el día de hoy con sus tres hijos pequeños por «Skype». «Les quedará el recuerdo de esta “telecebración” de cuando “papá estaba en Somalia”». Y es que la tecnología ha servido de arma aliada a este coronel del Ejército español , con su familia residente en la provincia de Zaragoza. A miles de kilómetros de distancia, «las sonrisas en vivo y en directo no son sustituibles por nada, pero voy a decirle qué me dijo Marcos , de 11 años, hace un par de semanas antes de partir: “papá, cuando sea mayor, también seré militar, pero no tendré hijos».
Marcos aguarda con sus hermanos mayores, de 14 y 16 años, al retorno de esta misión, de ocho meses de duración y solo veinte días compartidos con su progenitor, habituados como están ya a ver a su padre a través del ordenador. «Es más fácil con la técnica entrar en el salón de casa, pero claro, no se puede ir con ellos al campo, a la iglesia, a hacer deporte. Su madre carga con todo», responde el coronel, que es profundamente creyente. Quiere que sus hijos hereden el «tesoro escondido» de la fe. De estirpe militar, antes deSomalia estuvo otros tres años destinado fuera de casa.
«Mi hijo Marcos me dijo que en el futuro sería militar, pero no tendría hijos»
«Somos unos 2.500 militares españoles desplegados por el mundo y creo que todos estamos orgullosos de servir a los intereses de España . Nuestra vocación nos hace correr riesgos y sacrificio en beneficio de los demás. Espero que mis hijos entiendan que ellos son parte de ese sacrificio en favor de la comunidad». Lo que espera de sus tres muchachos es ayudarles a que den «el diez, el veinte, o hasta el ciento por uno». «Lo mejor que podrán decir de ellos es que pasaron por esta vida haciendo el bien», se desafía.
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«Lo que más echo de menos es la rutina»
La mayor parte del año Joel Sans tiene una rutina corriente. Pero cuando los meses fríos llegan a España, él se embarca en un buque oceanográfico o viaja hasta la Antártida en busca del verano austral. Así ocurrió este año, cuando después de Navidad viajó hasta el continente más frío y seco del planeta para trabajar en la base antártica española Juan Carlos I.
Pero ni los rigores del clima ni las largas jornadas de trabajo le hacen olvidarse de su familia, asentada en San Pedro de Ribas, Barcelona. Su mujer, Meritxell, y su hija, Ariadna, de 11 años, están muy presentes. «Las echo mucho de menos. Lo que más se echa en falta es participar en la rutina. Llevar a la niña al cole, lavar un plato, tener una conversación con mi mujer».
Este ingeniero industrial trabaja para la Unidad de Tecnología Marina (UTM), una sección que forma parte del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y que tiene como objetivo prestar apoyo técnico a los proyectos científicos de España en océanos y polos.
Cada año emprende una campaña de varios meses y se encarga de los sistemas electrónicos en entorno muy hostiles. Se pierde cumpleaños y citas familiares, pero mantiene contacto permanente con su gente gracias a internet. Su hija ya muestra interés por la biología del mar. De momento, la familia ya cuenta los días hasta su regreso, en abril.
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