El padre Doñoro, el cura de los parias: una voz para los 300 niños rotos de la Amazonía
Aun le castañean los dientes si recuerda cómo se camufló como traficante de órganos para salvar la vida de Manuel por 25 dólares, pero el candidato al Princesa de Asturias supo desterrar el miedo y suplirlo con el amor que dan los parias
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Iniciar sesiónÉl es el padre de los parias desterrados en la selva peruana. El padre Ignacio María Doñoro de los Ríos (Bilbao, 1964) vaga desde hace un mes por España y asegura que le resquebraja decir que «aquí no ve felicidad por ninguna parte». ... Venido de la región de San Martín, jalonada por el Amazonas, donde la «vida apenas vale nada» por la expansión de los conflictos domésticos y el narcotráfico, el padre Doñoro no advierte tamañas banalidades como las que estos días dividen a la juventud española. «¡Se enfadan porque les impiden hacer un botellón!» , exclama. Allí, las heridas paralizan los cuerpos de los chiquillos que llegan al Hogar Nazaret , fundado por este capellán militar hace ahora diez años. En las casas escuelas de Bellavista y Carhuapoma, a los pequeños no se les juzga, se les rescata, mima, enseña y, lo menos anodino, se les restituye la identidad.
El pasado año, en plena guerra sin cuartel contra el Covid, cuando los niños huérfanos, impedidos o entregados daban una lección más al hacer de «cuidadores de las cuidadoras» y enseñaban al padre Doñoro «con extraordinaria resiliencia» que cada día hay que reaprender el valor de la sola respiración, este bilbaíno de vida castrense, curtido en Kosovo, Bosnia, Mozambique y Tánger, se aferró a la escritura de ‘El fuego de María’ (Editorial Nueva Eva) . Su obra, que él pensó que nunca vería la luz, se ha convertido en pocos meses en un grito en defensa de los niños vulnerables, víctimas de la trata, la prostitución y los ataques armados y le ha valido ser preseleccionado para el Princesa de Asturias de la Concordia, que se falla mañana.
Este capellán militar en excedencia fundó hace una década unas casas-escuela en Perú para los ‘hijos de la basura’
El hilo conductor de las vidas de los niños acogidos en el Hogar Nazaret es su extrema pobreza, que en conversación con ABC el padre Doñoro nunca aparta a un lado. «Ganar el premio significa algo tan sencillo como comer. Porque el hogar crece con los donativos. Saber valorar un plato de arroz y comprar un poco de harina da sentido a la honrosa labor de mendigar», afirma. «La vida es muy corta como para no ser feliz. No la malgastes siendo tan materialista», reza en su charla el padre Doñoro, que pidió una excedencia de sus labores en la Guardia Civil, como relata en su libro, para seguir el mandato del cardenal Robert Sarah , próximo a Benedicto XVI, de que debía llevar su labor solidaria hasta el corazón de la Amazonía peruana.
Ahora, él insiste: « Perú no es el África », pero hay que conocer esas regiones, de difícil acceso terrestre y con el narcotráfico fortalecido, para saber a qué atenerse. En las escuelas del Hogar Nazaret, los niños tragan humanidad. Consiguen desrrollarse sin rencor. «Quien levanta una obra así en medio del Amazonas no puede ser esclavo del miedo, sino del amor», reseñan del legado de este párroco vasco al que aún le castañean los dientes si recuerda cómo tuvo que hacerse pasar por un traficante de órganos para salvar la vida de Manuel por un puñado de dólares en El Salvador. También, después de fajarse tres veces con la enfermedad del dengue, lamenta cómo el Covid ponía entre las cuerdas al hogar , pero no pudo con esos niños que llegan como ‘entenados’, hijos del basurero, los «repudiados de la sociedad», describe. Doñoro recibe entre lágrimas las llamadas de los mismos al metamorfosearse en su adultez en ingenieros o terapeutas y afirma, con voz gutural, que no ve el momento de volver junto a ellos. A varias horas de Lima, le esperan sus 300 hijos. En los años de plomo de ETA, en el cuartel de Inchaurrondo (Guipúzcoa) adonde el padre Doñoro estaba destinado, el cura se abrazaba a aquellas viudas y huérfanos de guardias civiles asesinados con la garganta rota por el dolor.
Ahora su voz da aliento a los niños rotos del Amazonas.
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