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Orgullo misionero

No son pocos los síntomas de desconfianza que, en los últimos tiempos, han aparecido en torno a la experiencia de fe en la Iglesia

José Francisco Serrano Oceja

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En no pocas ocasiones la crisis de aceptación del cristianismo tiene como base una crisis de humana confianza. La confianza es condición indispensable para vivir, una dimensión de la existencia imprescindible que muchas veces reconocemos cuando la hemos perdido. La confianza afianza los vínculos sociales y favorece la aceptación del otro, incluso del que es distinto. Apostar por la confianza significa dar oportunidades a la libertad. La percepción del futuro está vinculada a la confianza que tengamos en el hoy.

No son pocos los síntomas de desconfianza que, en los últimos tiempos, han aparecido en torno a la experiencia de fe en la Iglesia: desde la pérdida de credibilidad de algunos ministros por la incoherencia de sus actuaciones hasta cierta confusión en la propuesta de lo esencial cristiano. El Papa Francisco es, sin duda, un artífice destacado en la recuperación de la confianza en el Evangelio y en la Iglesia. Sus gestos, sus palabras, dan forma a lo que el Evangelio ha pretendido ofrecer al hombre a lo largo de la historia, experiencia y verdad.

Estos días, mientras asistía a una ejemplar Semana de Misionología en Burgos, pensé que la fórmula más eficaz para que la Iglesia recupere la confianza es dejar hablar a los misioneros , que cuenten su historia, que hablen dentro y fuera de los templos, que sean protagonistas no solo de las campañas publicitarias en busca del favor público sino de la orientación misma de la Iglesia. Es cierto que los misioneros, y la misión, tienen problemas. Hoy son 11.018 los misioneros españoles por el mundo. Antes eran muchos más. Su edad media comienza a ser un poco alta. Pero mientras existan hombres y mujeres que con su vida muestren la verdad del amor en la historia, en particular, en la de los más pobres y necesitados, la Iglesia debiera sentir un sano orgullo. Blaise Pascal escribió que «hay bastante luz para aquellos que desean ver y bastante oscuridad para aquellos que tiene una disposición contraria». Con los misioneros podemos ver, quizá porque esta sea la más evidente narrativa exitosa.

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