«No sé si mi hermano está en las estadísticas, pero sí que murió acompañado»
Luis agradece a la residencia privada donde vivió su familiar los cuidados que le procuraron durante años y antes de morir. Como él, muchos parientes reclaman dar la talla como país y marginar a los fallecidos de la cruzada política
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Iniciar sesiónA Luis B., es mejor dejarle hablar. Porque lo dice todo. Sin fango, sin resquemor. Se sabe los Boletines Oficiales del Estado de memoria, y quién asumió qué responsabilidad en cada momento. Pero solo habla de su hermano, al que no quiere identificar, murió en ... una residencia privada de Madrid el 3 de mayo. Lee su certificado de defunción: « Causa principal: insuficiente respiratoria aguda. Causa intermediaria: posible Covid-19 ». «No sé si está en la lista de 164 fallecidos «oficiales» de ese día, ni si será parte de las estadísticas por no haberle podido hacer el test. Porque el 28 de abril no habían llegado los test a las residencias. Vivía allí por sus problemas de salud y su necesidad de atención anteriores a la pandemia». Las residencias son lugares donde los ancianos , unos 385.000 en nuestro país, residen, no son hospitales, recuerdan fundaciones como la Pilares para la autonomía personal y fuentes del sector, aunque la crisis ha puesto sobre la mesa la necesidad de medicalizarlas, apremian los geriatras. Más de 9 millones de personas en nuestro país son ancianos. Una crisis repetida no puede pillarnos de nuevo desprevenidos, remachan.
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Algunos han aprovechado la desescalada para embadurnarse en las arenas movedizas de miles de cadáveres muriendo en geriátricos y centros de mayores. En residencias de Alcorcón y Leganés se contaron decenas. Lo recuerda Conchita, de 86 años: « Se llevaron siete en cinco días. Teníamos mucho miedo ». Algunas residencias masificadas optaron por cerrar desde el 3 de marzo. Adoptaron medidas pronto, pero el «tsunami» llegó. «Aún no tenemos test -se queja Ignacio Fernández-Cid , presidente de la Federación Empresarial de la Dependencia (FED)-; ni sabemos cuántos han muerto realmente en nuestros centros».
Contradictoria desescalada
Prosigue Luis B., poseedor de una cabeza clarividente: «No sé si lo que algunos políticos dicen de las residencias privadas lo hacen porque las conocen de primera mano, o si simplemente, les encaja en su discurso. Hay que defender lo público, pero no soporto que se haga a costa de denostar lo privado . Me indigna que se tiña de ideología todo lo bueno (como propio) y lo malo (como del otro), ¡pero ni siquiera sabían qué era lo bueno y lo malo! Lo que sí sé es que la desescalada, para mí, tiene un significado contradictorio: salí de casa por primera vez junto a mi hermana mayor al cementerio, a despedir a mi hermano». «La nueva normalidad que adquirimos poco a poco choca de frente con la pérdida, para siempre, de la antigua normalidad».
En esta nueva normalidad su hermano ya no está. Pero se encoleriza cada vez que escucha a los políticos hablar de los fallecidos en residencias. «¿Cómo murieron? ¿Alguien lo sabe?» . La lucha fue de puertas adentro. El traslado oportuno o no de los ancianos desde las residencias a los hospitales está hoy, tres meses después, en boca de los dirigentes. Se han preocupado tarde, opinan dueños de residencias y familiares, porque en marzo, en abril, sin equipos de protección, con un 40% del personal infectado o de baja por miedo al contagio y sin test se enfrentaron al mismísimo demonio.
Lo fácil es «arrojarse muertos a la cabeza» hoy, protestan Luis, o Rafael, viudo de una fallecida de 92 años por coronavirus en una residencia pública de Segovia, para sacar rédito político. Y la única mirada, opina el presidente de la FED, « es que todos tendríamos que arremangarnos y trabajar porque no vuelva a ocurrir. Va a venir una segunda ola y nos deberíamos estar preparando ». Se hace, sí, corrobora, pero lanzarse 19.425 muertos (al menos) en las residencias no ayuda a levantar el país de la tragedia. Llegó a pedirlo esta semana Margarita Robles, ministra de Defensa. No se debe utilizar este dolor, no gana nadie, dijo tras escuchar a Pablo Iglesias llamar «criminal» a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.
El ministerio que dirige Robles autorizó la desinfección y la ayuda en centenares de residencias, enmarcado en la Operación Balmis. Erró, a juicio de Luis, cuando dijo que los « militares se encontraban cadáveres en las camas ». Dio la sensación, matiza este particular, de que morían desprotegidos, y lo que ocurría, subraya Fernández-Cid, es que se esperaban horas a las funerarias. «Robles se llevó por delante la reputación de un sector» necesario para un país envejecido, un sector mejorable. «Ahora los políticos piden el modelo nórdico. O que la gente viva en sus casas. El primero es un modelo de comunidad en el que se pone un minipiso al anciano y paga por los servicios que recibe. Lo segundo ya se produce aquí, porque 385.000 de 9 millones significa que hay mucha gente está en su casa , y en soledad . Nadie está hablando de lo que quiere el mayor», dice Fernández-Cid sin rehuir el debate.
Hay parientes que están muy molestos porque opinan que se debió hacer más por los mayores en estos centros. La privatización en un 75% de los casos ha puesto bajo la lupa si eran negocios que actuaban movidos por el lucro más que por un servicio eficiente. Hay 186 diligencias penales que investiga la Fiscalía General , a través de fiscalías provinciales, y deberá ser la Justicia quien dirima si hubo desatención al anciano, y su responsabilidad concerniente.
«No lo hubiese entendido»
Para Luis, en cambio, el personal de la residencia «salvó la vida de mi hermano», al menos una semana. « Murió acompañado y quiero agradecérselo al director del centro y al personal . Me cambiaron el relato porque yo ya presumía eufórico, pero en dos días empeoró y se lo llevó». Su hermano era «lector de ABC de toda la vida» y no hubiera entendido que una batalla política fuese lo que quedase de esta crisis.
Solo dejar constancia de que en su caso les llamaron para trasladarlo al Hospital Ramón y Cajal, pero dejó de respirar con la ambulancia en la puerta. «Si hubiese ocurrido un mes antes, entendería que mi hermano, con pluripatología, era un candidato a lo peor. Y también entiendo a quien se sienta desamparado si no fue así». «Los criterios clínicos» tienen que mandar.
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