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Nadia Otmani: «El segundo tiro me dejó sin piernas, pero el de la frente no pudo cegarme»

Un agujero taladra su frente. Es la cicatriz del tercer tiro. ¿Pero quién creyó que una pistola bastaría para acallarla? Hoy su 1,75 de estatura y su belleza de cine cabalgan heroicas sobre una silla de ruedas. Su plan: salvar mujeres

Nadia Otmani: «El segundo tiro me dejó sin piernas, pero el de la frente no pudo cegarme»

-Resucitó de entre los muertos.

-Cuando mi padre murió -lo mató Hassán I en 1984, tras ser su guardaespaldas y mano derecha de su hermano-, mi hermana vino a estudiar a España. Yo había terminado Empresariales en Casablanca y tenía mi propia empresa ... de importación de moda francesa. Mi hermana conoció a un iraní, se casó con él y tuvo dos hijos. Yo venía continuamente a verla en medio de mis viajes de negocios entre Fez y París. ¡Cuántas veces me pidió que pusiera un negocio en Madrid! Incluso abrí una cuenta en un banco marroquí de la calle de Serrano. Pero yo no quería irme de Fez, alejarme de sus olores, de su medina, de mis raíces... A ella no le iba bien y tampoco decía gran cosa... Siempre tan reservada... Hasta que no pudo más y me dijo que buscáramos un piso. Se quería marchar, pero sabía que él no la dejaría. El 5 de octubre de 1998 -mi vuelo salía dos días después-, discutieron y me llamó porque él se había ido de casa. Me extrañó en un hombre tan frío y calculador. Abrí la puerta de su urbanización en Barajas. Ella estaba con Ismael, de dos años, en brazos, y él sacó la pistola. La cubrí y grité que corriera y me disparó en la espalda. Caí al suelo, y seguí gritando que corriera, que corriera con los niños, y me disparó otra vez por detrás, en la cabeza. Ya no podía arrastrarme, mis piernas no respondían... Me sentí como una muñeca de trapo. Otra bala me dio en la frente y en una fracción de segundo perdí la vista. Grité y grité dónde estaban los niños y concentré toda la fuerza en ver y lo logré. ¿Sabe?, todo está aquí: en la cabeza.

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