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Mujeres en el tercer mundo

«Ser feminista en África es un estigma que aboca a la soledad más absoluta»

La investigadora de género Trifonia Melibea reivindica que Occidente, pese a los pasos dados en igualdad, incurre en la peor de todas: la mirada indiferente a rincones como Guinea, donde la mujer aún no puede significarse

Trifonia Melibea, en Madrid, posa para ABC ISABEL B. PERMUY
Érika Montañés

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El lenguaje del feminismo se pronuncia en silencio en el continente negro, donde, salvadas honrosas excepciones (Botsuana, Angola y Sudáfrica), aún es una «práctica nociva» que una mujer se signifique. El drama familiar horada las carnes de miles de féminas si, como describe la politóloga Trifonia Melibea , se rebelan o si pertenecen al colectivo homosexual. Entonces, la «familia amenaza, te impone una relación, te violan para dejarte embarazada ». Y ahí la deshonra podría acabar, pero la mujer se queda en soledad, se encierra en sí misma. Salir de ese círculo las enfrenta a más agresiones y a más mancha.

Esta investigadora de temas de género llegó a Madrid para colaborar con la ONG The Equality Advocacy Project. Achaca al primer mundo que no mire con ternura al tercero, a una colonia española como es su país donde el Estado autoritario auspicia en pleno siglo XXI normativas como las «de magos y maleantes». Con admiración y profundas reflexiones, puntúa con un notable el estado de la igualdad en España.

Ayúdenos a entender cuál es la salud actual del feminismo

Hay una especie de olvido en la conciencia colectiva de todo lo que han hecho las mujeres en el pasado; las nuevas generaciones no son conscientes de muchos de los logros conseguidos. También creo que se han logrado muchas cosas, pero hay una especie de «intifada» contra el feminismo: se muestran como logros conseguidos a la fuerza.

¿Los jóvenes lideran esa «intifada»?

No. Siempre aparece alguien que contradice los datos, por ejemplo, de los asesinatos de violencia de género. Cuando se da visibilidad a las políticas de cuotas, aparecen mujeres en algún partido político mostrando que eso no es necesario y se les olvida que ellas están ahí porque hay una política de igualdad detrás. Las personas que trabajaron aquí por la igualdad no son tenidas en cuenta, hay que cuidar el presente. Los derechos no son estables, puede entrar cualquier partido político y destrozar lo trabajado.

Y España, en términos de igualdad, ¿cómo está?

Le pondría un 8, se ha hecho mucho, sobre todo en el campo de la educación; la presencia de las mujeres en lugares de representación ha marcado en forma de referentes a la gente más joven.

Sin embargo, en las horas antes de esta entrevista varias mujeres han sido asesinadas

Veo los asesinatos de género como una especie de enfrentamiento. Hay una guerra, alguien la tiene que ganar. Nos hemos acostumbrado a que las guerras consistan en el lanzamiento de un misil, pero la guerra contra el feminismo no es así, es una guerra ideológica. Cuando tú crees que ya no controlas un bien –porque en muchas tradiciones las mujeres son una posesión–, se reacciona.

¿Cuánto más feminista sea la sociedad más crímenes va a encontrar?

Hasta que la gente asuma que el feminismo no va a terminar. Hasta que se interiorice que la mujer no pertenece a nadie. Ese momento no ha llegado todavía. Pero también estoy percibiendo que se está creando la sensación de que todo está hecho; lo que representa, de alguna manera, nuestra derrota como feministas. Es un fracaso que dentro del grupo de mujeres se encuentre a otras que a pesar de beneficiarse de los logros feministas, no reconocen que alguien ha hecho algo por ellas.

«No se ha llegado aún al momento en que se interorice que la mujer no pertenece a nadie»

¿La mujer debe llevar intrínseca la lucha por la igualdad?

Si quiere ser tratada como persona sí, cualquier mujer que intente reivindicar su condición, ha de serlo. Muchas mujeres protegen su valor sin saber que son feministas.

¿Es muy diferente ser feminista en el primer mundo a serlo en el tercer mundo?

Aquí se ha logrado una cierta aceptación y ya existe un discurso interiorizado en lugares como en la Cámara de los Diputados, donde te colocas de pie, hablas y la gente te hace caso. En África negra ser feminista es un estigma, si te declaras feminista, el primer sector de personas que te excluye es tu familia, porque representas un modelo de vida que no es acorde a lo que se espera de ti. El estigma viene de tu familia, de tu pareja, del Estado y la soledad es abrumadora. No conozco en Guinea a una feminista que no esté sola.

En Guinea, está perseguida. ¿Cuando regresa, camufla su feminismo?

No, sigo siendo feminista, pero asumo que ya no tengo familia. Te tratan de pervertida, «blanquita» o «neocolonialista», en un país que no ha superado el trauma de su colonización.

Escribe sobre la maternidad forzada...

Cuando en Guinea Ecuatorial descubren que tienen en una familia a una mujer Lgtbi, una de las estrategias de curación es la maternidad forzada, que implica una violación. La homosexualidad es una patología. Te imponen quién te tiene que violar, si no lo haces tú. La familia se deprime, se avergüenza. Cuando la familia descubre que eres homosexual, te reúnen, los hermanos mayores te repudian, te dan palizas, incluso comunitarias. Los hombres puedan abandonar a sus mujeres si el hijo es gay, y el estigma se hereda. Muchas chicas acaban en la prostitución. Es un drama silenciado. Retamos al Gobierno desde las asociaciones que averigüe qué esta pasando con su ciudadanía, pero no lo hace. Hay visos de speranza en algun país de los 54 que tiene Africa, es todo un récord que hemos batido.

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