Los misioneros mercedarios llevan al cine el genocidio de Ruanda

Fray Juan Carlos Mancebo llegó a Uganda en 1985 tras ser expulsado de Burundi. Primero estuvo en Nemba (al norte del país) y luego se trasladó a la misión que los mercedarios tenían en Rwamiko (este). «Los primeros años fueron tiempos de paz donde podíamos disfrutar de la tarea evangelizadora», asegura. Allí crearon escuelas y construyeron algunas iglesias. Años después estos espacios se convertirían en cobijo para los más de 18.000 refugiados ruandeses que llegaron del norte del país huyendo de una guerra atroz que se cobró entre abril y julio de 1994 más de un millón de vidas.

El Frente Patriótico Ruandés (FPR), compuesto principalmente por tutsis exiliados en Uganda, irrumpieron en Ruanda en 1990 lanzando un ataque que desató cuatro años después una guerra civil entre esta etnia y los hutus , que suponían la gran mayoría de la población. La masacre fue considerada por la comunidad internacional como un genocidio.

«Fue dantesco ver cómo miles de personas llegaban a la misión y los acogíamos con lo poco que teníamos. Fue tremendo. Muchas de las cosas que habíamos puesto en marcha quedaron paralizadas y luego llegó el problema más fuerte que era restaurar las heridas de los corazones de los familiares de las personas asesinadas» , recuerda el padre Juan Carlos, que ahora es párroco de la iglesia del Corpus Christi en Jerez de la Frontera.

La cinta titulada «Redentores Cautivos» narra en primera persona las vivencias de este fraile y otros nueve misioneros de la Orden de la Merced durante la guerra de Ruanda y de la que se cumplen 25 años este mes de abril. «Por primera vez salen a la luz las imágenes que los propios frailes registraron con su cámara durante el genocidio y muestra su labor humanitaria en los campos de refugiados. Este documental es un homenaje a la labor de tantos misioneros españoles que se dejan la vida en los lugares más insospechados», explica Gutiérrez. La labor de Juan Carlos y de los 160 misioneros españoles desplazados a Ruanda y Burundí durante aquellos años sangrientos fue reconocida en 1994 con el premio Príncipe de Asturias.

Para poder llevar a cabo esta película, Gutiérrez reunió en Jerez de la Frontera no solo a los diez misioneros que coincidieron con Juan Carlos en Ruanda en la década de los 90. También consiguió contactar con Elí Mushengezi un joven de la etnia hutu a quien el padre Karoli –como llamaban a Juan Carlos en Rwamiko– le salvó la vida cuando tenía 14 años.

No fue el único niño salvado por este misionero. A pocos metros de la misión de Rwamiko, fray Juan Carlos consiguió rescatar a otro niño entre las pilas de cadáveres de sus familiares masacrados. El fraile mercedario se percató de que el niño estaba aún con vida porque al tomar una fotografía de la masacre vio que alguien se movía. «Mi compañero José Estévez le hizo las primeras curas de emergencia. Ese chico también vive», asegura. El fraile y su compañero fueron los últimos en salir de Ruanda. Incluso los dieron por desaparecidos. «Cuando logramos salir del país lo tuvimos que hacer por nuestra propia cuenta. Fue una situación dramática».