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Miquel Vera

«No podemos entender el plan de Dios en nuestras vidas»

El periodista de ABC Cataluña relata en esta entrevista cómo se bautizó con 23 años y cómo le costó más decirles a sus padres que era católico que homosexual

Salvador Sostres

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¿Qué es la Navidad?

Es familia, muy abandonada durante el año. Es la oportunidad de vivir la fe cotidiana. Deja de estar en la catacumba de la intimidad , encerrada en el cuarto, y se instala en el centro de la mesa, en las conversaciones.

Misterio.

Es un misterio tan grandioso que aún no lo he podido sentir completo. Pero la vez que más cerca estuve fue en Colombia. Era el corresponsal de la agencia Efe. Y completamente solo en una ciudad de 8,5 millones de habitantes me encontré sinceramente con lo que yo creo que es la especial dulzura de la Navidad sin tener que diluirla en tanta celebración pagana.

La luz de Dios.

La Navidad es la luz de Dios. Teológicamente es más importante la Semana Santa, pero la Navidad explica mejor la presencia de Dios en la Tierra.

Disociación.

Desde pequeño hasta que empecé a entender mi fe he visto cómo deliberadamente se disociaba la Navidad. Con el atropello de celebraciones se la desconecta de su origen, de su victoria.

Mis padres.

Mi padre es comunista y en mi casa prima lo racional. La espiritualidad se considera una cosa menor. Pensaba que si les decía que creía en Dios, les decepcionaría. Y un hijo nunca quiere decepcionar a sus padres.

Clandestino.

Iba de escondidas a Misa. Los domingos por la noche. Salía de casa a las 8 y regresaba a las 8:50. Entraba el último en la iglesia, me sentaba en la última fila. Procuraba que no me viera ningún conocido de mis padres.

Excusas.

En casa daba las más absurdas y variadas excusas como si fuera un fumeta.

¿Cómo descubrió su fe?

Aunque mis padres estaban en el anticlericalismo tenía una tía monja que me fascinaba. No entendía por qué no se había casado ni había tenido hijos, y cómo podía pasarse media vida en Venezuela, comida por los mosquitos.

La curiosidad.

La curiosidad por entenderla me llevó a descubrir la fe. Entendí su inmensidad y que podía acudir a mi iglesia.

Una respuesta.

Cada paso en mi fe tuvo una respuesta de Dios. Es lo más tangible de mi vida. Ni una sola oración desatendida.

¿Qué respuestas?

Nunca he vivido mi fe como quien tira monedas a un pozo y espera que suceda algo. Pero siempre que he rezado pidiendo o preguntando he recibido una respuesta, aunque no fuera la fácil, ni la que esperaba.

Libertad.

Dios no molesta, Dios es libertad. Pero quien lo busca, siempre lo encuentra, porque Dios es amor.

Ya nadie cree.

Tres generaciones de descreídos que piensen que en sus algoritmos está la explicación del mundo no son nada en más de 2.000 años de historia.

Una pasa.

El descreimiento es una pasa. Ahora es lo común, pero que sea mayoritario no significa que sea inteligente, ni mucho menos verdadero. La fe volverá porque es lo que hay.

Bautizo.

Cuando cumplí los 18 les medio dije a mis padres que era católico, y se lo dije del todo hace dos años, con 23, cuando me bauticé. En cambio no me costó nada decirles que era gay.

¿Cómo se lo explica a Dios?

La contradicción real no es con Dios ni con mi fe. Es con la Iglesia, que administra mi fe. Aquí es donde está el conflicto de intereses. La Iglesia se siente incómoda con la homosexualidad.

No es motivo de cese.

Pero bueno, la Iglesia también es el brazo imperfecto de Dios en la Tierra. Algunos miembros de la familia también dicen barbaridades sobre la homosexualidad o sobre la Iglesia y no me parece motivo para romper con ellos.

La Iglesia no es una bandera.

Me preocuparía si hubiera un argumento teológico contra la homosexualidad, y entiendo que la Iglesia no tiene que abanderar la liberación sexual. Basta que me acompañe con amor como a uno más de sus hijos imperfectos.

¿Se enfadó con Dios cuando su hermano falleció?

No me enfadé, pero durante dos o tres días fui a rezar y me quedé en blanco.

La vida y la muerte.

Pero me pasó enseguida. Al final tenemos que acoger la vida y la muerte como iguales. Me sorprende mucho la gente que se enfada con Dios por la muerte de un familiar.

Un padre que pierde a un hijo.

Entiendo que esté muy triste, pero no que pierda la fe. Somos demasiado insignificantes para entender la magnitud del cálculo de Dios en nuestras vidas. La fe que desaparece por una muerte cercana es una fe que no era sana.

Algún día querrá casarse.

A la larga la Iglesia hallará la manera de encajar las uniones homosexuales a su liturgia, pero tendrá que basarse en un argumento teológico serio y no en una respuesta populista a una demanda del momento.

Un favor.

No hay prisa. Ahora mismo ni yo sé visualizarlo. Ni me angustia ni me hiere. Y además, de momento, me hace un favor, porque Àlex no quiere casarse .

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