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Rafael Cerro Merinero

Miguel Ángel García-Juez: «Lo ha dicho la radio»

Los hombres grandes dejan huella y la de García-Juez fue de innovación. Siempre mirando hacia adelante, siempre rompiendo clichés, siempre inventando espacios de radio

Miguel Ángel García Juez Julián Grau Santos

Rafael Cerro Merinero

La radio llora porque hoy ha muerto Miguel Ángel García-Juez. El problema es que él jamás habría pronunciado así su propia necrológica porque odiaba las cursiladas. Y también los circunloquios y los estereotipos. No habría dicho «una larga y penosa enfermedad»: él habría dicho cáncer.

El caso es que intentar explicarle a esta generación cuál fue la importancia del personaje requiere ampliar el marco de referencia. Hay que volar hasta los años ochenta y encontrar una España en la que la radio era importantísima. Tanto como la televisión. Hasta el punto de que más de una vez hablé con Miguel Ángel que nuestro prestigio se medía por lo siguiente: «Cuando había que confirmar la veracidad de un hecho muy relevante, la gente decía ‘lo ha dicho la radio’». Decías algo en antena en un programa de Juez y, cuando llegabas a la universidad, la gente te lo comentaba. En su tertulia vespertina de Antena 3 de Radio solo había intelectuales de primer nivel: Alfonso Ortuño, Luis Carandell, Carlos Pumares, Luis Ángel de la Viuda, Ladislao de Arriba o Gerardo Iglesias escupían una genialidad detrás de otra. Lo hacían de manera que era difícil no estallar en carcajadas. La gente reía en los coches y en casa.

Mientras ahora contertulio es un término despectivo que significa tanto ‘parcial’ como diletante’, en la época de «Viva la tarde» de García-Juez la tertulia comentaba el proverbio serbio que dice que en la mesa no debe hablarse de política ni de religión porque hay cuchillos al alcance de los comensales.

Los hombres grandes dejan huella y la de García-Juez fue de innovación. Siempre mirando hacia adelante, siempre rompiendo clichés, siempre inventando espacios de radio. Como los informativos Hora Cero o Crónica 3, o como el hecho de que él entendía que la gente tenía que comprender lo que decíamos.

Al final, aquel periodista fanático de la radio consiguió en Antena 3 un liderazgo de las tardes dentro de un sistema terrible de medición que estaba diseñado para que nosotros perdiéramos.

Muy en privado, Miguel Ángel me decía: «El estudio de medios se ha cargado demasiadas carreras».

Los polluelos del periodismo de los años 80 lo aprendimos todo con García-Juez: a discernir qué era realmente importante, a hablar eficazmente y a ambientar nuestros mensajes con las mejores imágenes sonoras. Fabricaba el sonido Marcos Granado, el mejor técnico que he tenido delante, que tiene la radio incrustada en el cerebro. Preparábamos el programa Mari Ángeles y Rosa Martín, Carmen Moreno Alconchel y un servidor.

Juez tuvo otros equipos titulares, así que pido disculpas por no haber citado a todo el mundo por falta de memoria. Él estaba preocupado por nuestra formación y siempre nos decía: «¿Habéis oído eso de que, en España, lo difícil no es llegar sino mantenerse? Pues lo que ocurre es exactamente al contrario: lo difícil es tener contactos para llegar».

Nietzsche decía que la potencia intelectual de un hombre se medía por la dosis de humor que era capaz de utilizar y García-Juez era de humor veinticuatro horas. En el locutorio, en la escalera o en el bar. Tanto en chistes reproducibles como en bromas irreproducibles. Del café de máquina de Antena 3 de Radio llegó a decir que era laxante: «Si tomas uno, tienes que ir al servicio. Si tomas dos, no pasa nada. Si tomas tres, te lo haces delante de la máquina».

Para explicar a los jóvenes de hoy la importancia de la persona que se ha ido hay que analizar el medio entero: la radio de los ochenta era un medio que movía montañas. Un lugar en el que decías una palabra fuerte y esa semana te la comentaban cuatro personas en la calle: todo el mundo estaba escuchando. Lo que más le gustaría a Miguel Ángel García-Juez si leyera este obituario sería la sinceridad: la radio lo trató muy mal. Él no llegó más lejos porque no le dejaron. Y cuando el medio no le brindó oportunidades no fue porque él no superase el listón de calidad… sino por lo contrario: porque era demasiado brillante y asustaba a algunos. Igual que Antena 3 de Radio, Miguel Ángel García-Juez murió de éxito.

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