Santiago Martín
La marca de la izquierda
El arzobispo de Toledo y primado de España, ha puesto el dedo en la llaga al referirse esta semana a lo que él ha llamado «ataque despiadado y absurdo» contra la fe cristiana, en Europa en general y en España en particular. Aunque ... no ha citado casos concretos, bien podría haberse referido al cóctel molotov arrojado contra la imagen de la Virgen de los Desamparados de un convento malagueño. O al vídeo que dos lesbianas difundieron en el que salen besándose delante de la Virgen de Montserrat . O a lo de la drag queen en Canarias.
«Puede ser -sigue diciendo el arzobispo- que algunos insulten a los miembros de la Iglesia porque piensen que lo que creemos es mentira. De ahí el ataque despiadado y absurdo. ¿No se puede distinguir entre no aceptar lo que decimos y el insulto? ¿Por qué, pues, no insultan a otros credos, aunque no estén de acuerdo con ellos?».
Don Braulio no es un ingenuo y sabe cuál es la causa de que no se metan con Mahoma como con Cristo o que no hagan pintadas en las mezquitas como hacen en las iglesias. Estos «come curas» son unos cobardes. Se parecen a los matones de los colegios, que aprovechan el recreo para amedrentar a los niños pequeños y quitarles el bocadillo, en lugar de enfrentarse con los que son de su edad.
Pero en esta «cristofobia» que recorre España y Europa hay algo todavía peor . Si bien no hay un apoyo explícito por parte de los políticos a esos ataques, tampoco hay una condena, al menos entre la izquierda y la extrema izquierda. Al contrario, los ataques de Podemos contra la misa en televisión española o reclamando catedrales como en el caso de Zaragoza, son como las declaraciones que a veces hacen jugadores o técnicos antes de los partidos de fútbol; ellos no golpean a nadie, pero son responsables de que luego los hinchas más fanáticos provoquen violencia e incluso asesinatos. La izquierda no ha entendido -y temo que no lo entienda nunca- lo que dice el arzobispo de Toledo, que se puede disentir sin insultar. Violencia y cobardía son sus marcas. Las víctimas de Paracuellos, por ejemplo, aún están esperando, desde el cielo, que alguien les pida perdón.
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