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Luto en la aviación española

Carlos Texidor _ AviadorBARTOLOMÉ BELTRÁNLa vida de don Carlos Texidor rebasa los límites de un obituario. Su experiencia vital con los aviones, podría llenar, a la vez, un grueso libro sobre Técnica

Carlos Texidor en la Escuadrilla Azul (Rusia, 1942).

Carlos Texidor _ Aviador

BARTOLOMÉ BELTRÁN

La vida de don Carlos Texidor rebasa los límites de un obituario. Su experiencia vital con los aviones, podría llenar, a la vez, un grueso libro sobre Técnica Aeronáutica y una novela de acción con personajes y hechos reales. Aquel niño, un mozalbete de catorce años, que se escapó del colegio donde estaba interno y se alistó en la Octava Bandera de Castilla fue reclamado por su tío, el prestigioso aviador Cipriano Rodríguez, el famoso «Cucufate», y lo envió a Zaragoza a la primera brigada del Aire.

La historia es muy singular. Y quiso que le apadrinara en sus altos vuelos uno de los fundadores de la aviación española. Junto al bilbaíno Carlos Haya, su tío formaba con Pedro Tauler, Joaquín García Morato, Luis Zubieta, Rogelio Azaola y Álvaro García Ogara, se formó un grupo de pilotos que mantuvieron una profunda amistad y dieron a los oficiales del aire un aspecto diferencial. Haya fue piloto pero también inventor, pintor aficionado y ceramista, músico, pues tocaba el laúd, y durante su estancia en la base aérea de Tablada, cuando mandaba una escuadrilla, sus pilotos para una mejor preparación se transmitían, en el Código Morse, El Quijote. Esa es la raíz educativa de Texidor y por eso la anoto. Puesto que Cucufate era jefe y amigo de Haya. Volaron juntos en la Navidad de 1931 y cubrieron en una sola etapa los 4.300 kilómetros que separan a Sevilla de Bata, el vuelo fue preciso, riguroso y brillante. Sobrevolaron la inmensa soledad del Sahara y los esperanzados verdes de la selva del Níger. En ese ejemplo se curtió don Carlos que empieza el curso de piloto en 1938, en Tablada, posteriormente hace el curso de transformación en Jerez y el de caza en Reus, de donde pasa al 21 Regimiento de Getafe, el heredero de la Escuadra de Morato, donde vuela el Fiat CR 32, el «Chirri». Pasa después a estar destinado en Gando, otra vez en Getafe, después las Baleares y de allí a Rusia... Después llegó a León, donde pronto fue profesor en varias disciplinas: navegación, arte militar aéreo, prácticas de navegación, tiro y bombardeo. Probador en Maestranza y voló todos los Savoias, SM-81, I-15, HE-51, HE-70, JU-34 y por supuesto los JU-52. Y después le reclamaron para salvar los horrores de Salamanca. «En 1947 una serie de accidentes costaron la vida a muchos profesores y el jefe de la Escuela reclutó a Texidor. Luego llegó Pombo Somoza y empezamos los cursos de Vuelo sin Visibilidad, a hacer aproximaciones a ciegas, los célebres «ZZ». Se creó el embrión de la futura Escuela Superior de Vuelo. Allí se juntaron con nosotros Gavilán, Ferrán, Plaza, los hermanos Casteleiro, Cesteros, Chaos, Pesquera, García Conde, Cruzate, Rego... Y se les dio el nombre de «pilotos superiores»». Don Carlos Texidor me ha contado historias para dar y tomar. Es la persona que mejor ha combinado ante mis ojos y, sobre todo, mis oídos, el rigor en los conceptos, el conocimiento de los hechos y la dialéctica en la discusión. Siempre le vi practicar su extraordinaria fuerza divulgativa y didáctica con sus nietos, Fernando, Rodrigo y Carlos Pinedo. Hace poco se permitía la disciplina poco común de examinar en las últimas lecciones aprendidas a Blanca Pinedo Texidor, vanguardista hoy en el aprendizaje especializado del Derecho Internacional. Don Carlos siempre matiza, emociona e ilusiona. Y siempre está, para lo que sea menester.

Ha volado en más de setenta tipos de aviones diferentes aunque el mayor número de horas las dispensó, con diferencia, en el DC-8 y el Jumbo. Se retiró en 1982 con cerca de treinta mil horas de vuelo. En el trayecto de su vida tuvo trece hijos, veintinueve nietos y una biznieta. En esa misión contó con su autentica compañera de viaje, doña Margarita Nachón. Inseparables en el camino de la vida. Ejerció las tres disciplinas que sustentan la paternidad más ortodoxa, el trabajo, la educación y el ejemplo permanente de honestidad.

Se incorpora a Iberia en 1952 y en 1958 pasa a Aviaco con la más alta responsabilidad y la sacó de un caos operativo. Su permanencia en Aviaco está llena de acontecimientos. Le nombraron alto ejecutivo de la compañía, pues en aquellas fechas se produjeron un número muy elevado de accidentes con los aparatos que se volaba, como los Heron, los Bristol 170 y los Languedoc. Los accidentes se atribuyeron a fallos humanos, a falta de entrenamiento o a un entrenamiento equivocado. Cuando llega Texidor lo primero que hace es suspender los vuelos de la compañía ante el estupor general. Durante tres meses todo el personal pasó a ocupar los pupitres de las clases y se lleva a cabo un proceso completo de reentrenamiento bajo su dirección, durante el cual se estudiaron los accidentes y se repasaron los boletines de seguridad; o sea se les dio un curso completo de reentrenamiento. Texidor no interrumpió sus vuelos, durante el día daba clases y durante las noches volaba los aviones con las tripulaciones a las que entrenaba. Aguantó por una de sus cualidades básicas, su fuerza de voluntad y su capacidad de trabajo. A nadie le extrañó que se acabara con los accidentes de inmediato y que la compañía volviera a navegar con normalidad.

En 1962, cumplida su misión en Aviaco, regresa a Iberia y empieza a volar los DC-8. Tres años más tarde es nombrado director de operaciones y estando en ese cargo se producen las negociaciones para el típico convenio colectivo de Iberia, en el que don Carlos puso su huella de consenso y tolerancia. Cuando hablaba de Iberia, don Carlos llegó a decir que «no es más que una anécdota dentro de lo que era el problema mundial».

Blanca Texidor y su marido forman parte de mi núcleo familiar. Su amistad convive con los ideales de mi familia pero nunca pensé que me aportaran tanto bagaje humano en el conocimiento de su querido padre.

Murió a la orilla del mar, en Can Pastilla, muy cerca de donde sus hijos gestaron el amor por Mallorca en aquellos veranos de Sometimes. Y así, el martes 16 de octubre de 2007, a los 85 años aterrizó en la alfombra más celeste. Ese cielo que da color al mar que más amó.

Las acciones de este piloto en Argel son de película y este «aviador de libro» como le llamó Indalecio Rego, aquel experto en Derecho Aeronáutico que decía que Texidor actuaba como hombre de pensamiento y pensaba como hombre de acción. El gran Carlos Haya inventó el «calculador de vuelo» y Carlos Texidor escribió con su «calculador de la vida» una de las páginas más relevantes de la historia de la aviación española. Buen vuelo, don Carlos.

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