De la lucha por los derechos de la infancia a la afición por la santería: así es María Sevilla

Fernández cuenta que Infancia Libre, y en concreto Sevilla, era una de las asociaciones de protección a los niños que mejor planteamiento y «más racional» hacía sobre los problemas que sufren algunos menores en el entorno familiar. Sin embargo, poco después de su intervención en la Comisión de Derechos de la Infancia y Adolescencia del Congreso de los Diputados, a la que asistió de la mano de Podemos, desaparece de la vida pública. El motivo, explica este activista, era el temor que Sevilla tenía de que los servicios sociales actuaran y se llevaran a sus hijos, pues por entonces, a mediados de 2017, el juicio que mantenía con su ex pareja, Rafael Marcos , se estaba volviendo en su contra.

Sevilla tenía un don para manejar la palabra , podía convencer a todo aquel que se le pusiera por delante, cuentan fuentes de su entorno. Fernández recuerda su intervención en el Congreso como «brillante» : «Nos dejó alucinados, respondiendo sobre la marcha a todos los que le habían preguntado y poniendo en su sitio a quienes se habían mostrado contrarios a lo que ella había explicado».

Rafael Marcos vio a su hijo S. por última vez el 19 de noviembre de 2011. Intentó contactar varias veces con su expareja para poder hablar con el niño, pero no lo consiguió. La relación entre ambos era ya inexistente , tras años de discusiones que, según Marcos, eran continuas y por muchos motivos. « Era muy estricta con todo. No podía quedar con mis amigos a solas, ni con mis padres, ni ir a cenas de empresa...etc.», relata.

Pero esa obsesión que retrata se producía también en otros aspectos de su vida, como la alimentación. Según Marcos, la presidenta de Infancia Libre siguió durante varios años la corriente vegana, algo que quiso que el hijo de ambos compartiera. «Quería darle el pecho a S. hasta que tuviera siete años», relata, algo que, finalmente, no pudo llevar a cabo por problemas de salud que tuvo el menor. Fuentes de su entorno también recuerdan su atracción por la santería. «Decía que veía muertos. Quedaba con una amiga suya y hacían limpiezas espirituales a gente», cuenta uno de ellos.

Cuando se conocieron, explica Marcos, Sevilla le aseguró que era psicóloga, pero con el tiempo se dio cuenta de que la única formación que tenía era la obligatoria. También en los métodos para educar al niño discrepaban, pues la presidenta de Infancia Libre era partidaria de educar ella misma a su hijo en casa, tal como hizo durante este último tiempo en la casa de Villar de Cañas, donde usaba las ventanas como pizarras para dar clase a S. y a su otra hija, fruto del matrimonio con su actual pareja.

Fuentes de su entorno relacionan a Sevilla con los movimientos partidarios de enseñar a los niños en casa sin que acudan al colegio y aseguran que contactó varias veces con ellos para informarse y pedir asesoramiento e, incluso, asociarse. Sin embargo, la Asociación por la Libre Educación (ALE), la más grande de este campo en el ámbito nacional, desmiente que esta mujer se pusiera alguna vez en contacto con ellos: «No habíamos oído nunca el nombre de esta señora. Hemos consultado en la base de datos y en el histórico y nunca ha sido socia».

Marcos asegura que desde que el niño vive con él, su expareja no ha intentado ponerse en contacto con ellos, ni siquiera a través de sus abogadas. Tampoco en la iglesia evangélica a la que acudía saben nada de ella desde 2012, momento en el que se dio de baja. «La última vez que la vimos fue en enero de 2013, cuando vino con su actual pareja a que conociéramos a su hija», explica el pastor.

Sevilla comenzó a ir a la iglesia evangélica cuando aún mantenía una relación sentimental con Marcos y pasaban por momentos delicados. A él no le gustó y asegura que solo fue un par de veces, pero ella continuó yendo, incluso cuando ya estaba separada de él . Fue ahí donde conoció al padre de su segunda hija, que pertenece a esa comunidad desde que era prácticamente un niño, explica el pastor, razón por la que su relación con ellos era estrecha: «Venía todos los domingos, y él participaba en algunas responsabilidades. Ella, entre que vivía lejos y tenía al niño, lo tenía más difícil», cuenta, justificando que la relación cde Sevilla con el resto de miembros de la comunidad fuera menos fluida que la de su marido.

La noticia, dice el pastor, les extrañó mucho. «La prudencia nos invita al silencio, porque es difícil ver y entender la situación, incluso condenable . Es una actitud reprochable y para nada tiene que ver con lo que predicamos. Una reacción de este tipo se escapa de toda nuestra comprensión, es todo lo contrario a lo que enseñamos», aclara. Durante el tiempo que acudía a la iglesia, asegura, nunca mostró ninguna actitud extraña que diera a pensar que tenía algún problema.

Este periódico ha intentado contactar con María Sevilla y su abogada para conocer su versión, pero no ha recibido respuesta.