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Jugar a los vampiros es peligroso

Las autoridades médicas de EE.UU advierten contra las compañias que prometen rejuvenecer con transfusiones de sangre

EPA
Javier Ansorena

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Jugar a ser Dios –entender, controlar, replicar el misterio de la vida– es una ambición irrefrenable para la ciencia. Jugar a ser vampiros para alcanzar la juventud eterna es una aventura más prosaica y, según las autoridades médicas de EE.UU., peligrosa para la salud. La Administración de los Alimentos y los Medicamentos (FDA, en sus siglas en inglés) ha advertido esta semana sobre los riesgos de la última moda del rejuvenecimiento: la transfusión de sangre de personas jóvenes.

Hay gente dispuesta a hacer lo que sea por retrasar el envejecimiento: gastar una fortuna en cosméticos, dormir en una cámara hiperbárica o someter el cuerpo a temperaturas de 120 grados bajo cero (una trabajadora de un centro que ofrecía esta terapia falleció en una sesión). Un estudio de Zion Market Research asegura que el mercado del antienvejecimiento moverá 216.000 millones de dólares en 2021.

Una de las técnicas que más atención ha recibido en los últimos años es la de la transfusión de sangre. La obsesión por alargar la vida ha calado en especial en Silicon Valley, donde se conjugan dos factores: multimillonarios idealistas, convencidos de que todo es posible con la tecnología, y emprendedores que ven la posibilidad de negocio con la venta de estas ideas.

Peter Thiel, uno de los inversores tecnológicos más célebres, ha destinado millones de dólares a la investigación de terapias y mostró especial interés en la técnica de la transfusión de plasma joven.

Desde 2016, empezaron a aparecer firmas que ofrecían ese servicio. Aseguraban que las transfusiones podían ayudar a tratar la pérdida de memoria, demencia, Parkinson, multiesclerosis, Alzheimer e incluso dolencias cardiacas.

8.000 dólares el litro

La firma más conocida es Ambrosia, que arrancó sus operaciones en San Francisco y ya tiene clínicas en Los Ángeles, Omaha, Houston y Tampa, además de planes para abrir otra en Nueva York este año. Ambrosia, fundada por Jesse Karmazin, un médico de la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford, compra plasma sobrante de bancos de sangre de personas de entre 16 y 24 años y los transfusiona a sus clientes a precio de oro: 8.000 dólares el litro (con descuento si se opta por dos litros, 12.000 dólares).

En una advertencia publicada esta semana, la FDA ha sido tajante: «No hay ningún beneficio clínico comprobado de la infusión de de plasma de donantes jóvenes para curar, mitigar, tratar o prevenir ninguna de esas enfermedades». Al contrario, advierte de que hay «riesgos» con ese uso del plasma que pueden ser «significativos» si se hacen con grandes cantidades, como problemas de «infecciones, alergias o riesgos respiratorios y cardiovasculares».

La FDA no se refirió a ninguna compañía en concreto, pero calificó de «actores sin escrúpulos» a quienes prometen beneficios con esas terapias, que desaconsejan por completo.

Ambrosia tiene ahora un mensaje en su web en el que dice que, debido al anuncio de la FDA, «hemos cesado los tratamientos a pacientes». En 2017, Karmazin aseguró que la compañía había hecho ensayos clínicos con resultados «realmente positivos». Muchos expertos calificaron los estudios como «el equivalente científico a las fake news».

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