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Juan José Omella asume el arzobispado de Barcelona con el reto de «escuchar» a todos

Su intención es «tender la mano» y «ver, oír y callar» para aprender «las cosas buenas de Cataluña»

SONIA BARRADO

Hace días que se lo comunicó el nuncio en secreto y desde entonces siente una especial unión con sus feligreses, pero no fue hasta ayer cuando el obispo de la Diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño, Juan José Omella (Cretas, Teruel, 1946), pudo hacer público su nombramiento como sustituto del arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, después de haber sido designado por el Papa Francisco.

En una rueda de prensa convocada en la misma mañana tras hacerse oficial el relevo por parte de la Santa Sede, Omella dijo sentir «pena» por tener que abandonar La Rioja –a la que llegó en 2004- y la cercanía que dan las pequeñas regiones y los pueblos en los que todos se conocen, aunque asume su nuevo cargo con la «ilusión de un reto nuevo».

Se enfrenta a su llegada a una gran ciudad con el recuerdo de cuando desempeñó su labor en Zaragoza, por la dimensión de la capital maña, y porque es aragonés, pero la situación es bien distinta debido a la realidad política de Cataluña. No es ajeno a ella porque «mi pueblo está muy cerca de Cataluña y siempre hemos estado cerca de las preocupaciones, inquietudes y forma de ser de los catalanes ».

Hablo catalán «chapurreao»

Omella entiende la idiosincrasia de Cataluña y habla catalán –«chapurreao, aunque un periodista me ha dicho en una entrevista que lo hablo bien »-, lo que le facilitará la bienvenida y el desempeño de su nueva labor. Pero tiene claro que «no soy un político que vaya a hacer política, yo voy con actitud de pastor que va a conocer a sus ovejas» en una Iglesia «donde hay pensamientos de toda clase». Por ello, su intención es «tender la mano» y, en primer lugar, «ver, oír y callar» como la mejor forma de aprender «de las cosas buenas de Cataluña» y poder saber qué puede aportar con su gestión y experiencia.

En inicio su cometido será «escuchar y luego, ya iremos viendo lo que ha hecho la Iglesia de Cataluña en estos años y lo que se puede ir haciendo, seguro que se puede aprender de muchas cosas buenas que tienen los catalanes». Entiende a quienes han cuestionado su nombramiento porque prefieren a un obispo catalán, «aunque cuando llegas al sitio, te vas relacionando y el roce hace el amor, iremos haciendo camino», aseguró con la voz firme y afable que le caracteriza.

Bienes de la Franja

Dialogante y considerado de talante progresista, próximo al papa Francisco, Omella mostró en todo momento su cordialidad y amabilidad con la prensa y no dudó en hablar de otros temas espinosos, como el conflicto de los bienes de arte sacro aragoneses retenidos por Cataluña, los Bienes de la Franja. Recordó que cuando fue obispo de Barbastro-Monzón, «ya decía que quería que se cumpliera la sentencia, y ahora, como arzobispo de Barcelona, sigo queriendo igual que se cumpla ».

Habló además de los retos a los que se enfrenta en su nuevo cargo, como es la progresiva secularización y la pérdida de la fe, «que se va dando no solo en Cataluña o en Barcelona, sino en Logroño, en Zaragoza, en Madrid, en Sevilla y, en general, en toda Europa, es necesaria una pastoral muy misionera en todo el continente». También consideró que «el problema de la familia hay que trabajarlo mucho» porque «es la célula básica de la sociedad y a la que, como Iglesia, tenemos mucho que aportar».

Por el bien común

Apostó por hacerlo de forma conjunta «con otras administraciones e instituciones», lo que ve igualmente necesario para abordar la ayuda hacia los jóvenes «sin futuro», la gente «sin trabajo» o los inmigrantes. Se requiere una labor conjunta y la implicación de más agentes porque la Iglesia «no tiene una varita mágica por sí sola, pero juntos podemos hacer mucho» . En esta unión, abogó por lograr «un gran pacto contra la pobreza entre todos, por el bien común».

Como fecha para su toma de posesión y para empezar a trabajar en todos los retos barajó el 26 de diciembre, y quiso hacer llegar ya un mensaje a sus nuevos feligreses: «Quiero estar muy unido a ellos, vamos a caminar juntos, deseo conocerles bien, tender la mano a todos, porque todos cogidos de la mano, sabremos construir una sociedad y una Iglesia de la esperanza».

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