Joumana Haddad: «Los fundamentalistas me acusan de ser el demonio»
Confesiones de una mujer árabe furiosa, poeta y periodista
Joumana Haddad: «Los fundamentalistas me acusan de ser el demonio»
- Asesina a Sherezade. ¿Por qué?
-Era un crimen necesario.
-¿Y perfecto?
-Estaba harta del cliché de la mujer árabe sensual en el imaginario occidental. O de la que cuenta historias al hombre o a la autoridad para poder vivir, estudiar, hablar... ... Era el momento de matarla.
-¿Ser escritora en un país árabe significa...?
-...Levantarse cada día y preparar tus uñas para lo que viene. Afrontar cada palabra como un desafío.
-¿Si una mujer árabe escribe sobre sexo se la considera «una mujer erótica atrevida»?
-Cierto. Es una de las muchas discriminaciones.
-Y si escribe «Dios» le traducen por «Destino».
-Y «Ahogar a besos» por «pasar un rato»...
-¿La censura es una forma de violación?
-Es una agresión sobre tus derechos, juicios, ideas.
-¿Para ser una mujer escritora en el mundo árabe hay que ser «ingeniosa y escurridiza»?
-¡Ser una Sherazade!
-Ser mujer escritora en un país árabe significa escribir en un código: por ejemplo, un amante pasa a llamarse un «buen amigo» y un padre violador, el padre de la «pobre chica de la casa de al lado». Terrorífica hipocresía sobre esos verdugos.
-Sí, terrible. Es pura esquizofrenia, como el mundo árabe. Te impones una fuerte autocensura, que es un cáncer mil veces más peligroso que la oficial.
-Con doce años buscaba en las rendijas de la biblioteca de su padre libros para leer. ¿Cuáles?
-Leí a Sade, Miller, Nabokov, Nin... Él no lo sabía. Mi padre era muy estricto y conservador.
-Una mujer árabe como usted crea una revista árabe sobre el cuerpo, «Jasad». ¿Cómo se recibe?
-El cuerpo es el universo en el que mi lenguaje poético eligió expresarse. Es mi pasión y mi herramienta. En nuestra historia, la mayoría de los temas relacionados con el cuerpo se convierten en tabú, mientras que nuestro antiguo legado literario está repleto de obras capaces de sacar los colores al escritor occidental más liberado. Estoy harta de todas las prohibiciones impuestas. La cultura árabe que conocí era muy rica en erotismo y habla del cuerpo de una manera natural y creativa. El tabú sobre el cuerpo es castrar la lengua árabe.
-¿Ha sufrido la censura «Jasad»?
-Por supuesto, en todos los países árabes: allí no existe, menos en Líbano. Es trimestral y vendemos entre tres mil quinientos y cuatro mil ejemplares.
-¿Se esperaba la ignominia de los ataques?
-No me sorprende. A causa de «Jasad» se han asociado a mi nombre epítetos como: «inmoral», «disoluta», «falta de ética», «pecaminosa», «pervertida», «corrupta y corruptora», «depravada», «lujuriosa», «criminal», «perversa»... Hay también quienes me dicen: «Eres brava, qué bueno...», y otros, como los fundamentalistas, me acusan de ser el demonio, «corruptora de nuestros valores». Yo soy un ser humano natural, a veces me río de todo ello.
-Y frases ponzoñosas y amenazadoras...
-Como: «Mereces morir apedreada», «Te pudrirás en el infierno», «Deberías avergonzarte de ti misma», «Te escupimos la cara», «Ojalá alguien lance ácido contra ti...». Admito que esto último me provocó pesadillas aterradoras dos semanas seguidas. De haber vivido en los tiempos de las cazas de brujas, sin duda me habrían estrangulado, acuchillado, ahorcado, quemado y ahogado, todo a la vez.
-Pero se ha mantenido admirablemente inmune.
-«Jasad» no es, como la han clasificado muchos árabes, una revista pornográfica. En el Líbano, como en otros países árabes, convivimos ya con suficiente pornografía de tipo político, social, artístico, cultural, mental, intelectual y moral como para temer al tipo más inocuo de todos. «Jassad» apela intelectualmente a la conciencia del cuerpo.
-¿Necesitamos un tsunami para cambiar la situación de la mujer en el mundo árabe?
-Pero no solo la árabe, sino de la mujer en todo el mundo. No puedo dejar de notar una cierta represión que vive la mujer en Occidente. A luchar.
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