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Se buscan intelectuales católicos

La sensación es que se está perdiendo la «guerra cultural»

«Habitación de Eliodoro», una de las estancias de los Museos Vaticanos decoradas por Rafael entre los años 1511 y 1514 EFE
José Francisco Serrano Oceja

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Hacía tiempo que una polémica no suscitaba tanto entusiasmo. Lanzó la piedra el profesor de filosofía Diego S. Garrocho preguntándose ¿dónde están los cristianos? Le siguió el también filósofo Miguel Á. Quintana Paz añadiendo términos: ¿Dónde están (escondidos) los intelectuales cristianos? En diversos medios y redes se ha creado un hilo del que tengo contabilizado cerca de un centenar de aportaciones.

De lo dicho se deducen algunos datos. Primero, existe una general insatisfacción, por incomparecencia de testigos, respecto a la presencia pública del pensamiento cristiano y su capacidad efectiva de ser prescriptor social en diálogo con otras propuestas de sentido. La sensación es que se está perdiendo la «guerra cultural», entendida tal y como el sociólogo norteamericano James D. Hunter la formuló: el tipo de enfrentamiento que se alimenta, fundamentalmente, de la sustentación de cosmovisiones ideológicas, políticas, sociales y morales diferentes y que se dirime, también básicamente, en el amplio terreno de la cultura.

Segundo, paradójicamente este proceso implica una desproporción entre los recursos de la Iglesia destinados a la educación y a la generación de cultura, incluida la Universidad, y sus efectos públicos. No seré yo quien cuente el número de universidades que tiene la Iglesia en España, el números de profesores, investigadores en formación –doctorandos-, etc. Por no añadir los medios de comunicación eclesiales o las editoriales. Lo que está claro es que existe un «ensimismamiento católico» que afecta negativamente a la propuesta sobre las cuestiones que se ventilan en el debate público. Siempre hay excepciones notables y no sigo por no caer en chovinismo. Hay una incapacidad del sujeto cristiano de generar tejido social intermedio , grupos de pensamiento y acción en la sociedad civil, incluso en los centros que determinan las políticas en los partidos y en los gobiernos. Un terreno que parece que está bloqueado por determinadas ideologías políticas.

Y tercero. Quizá para tener una cabeza que piense en cristiano hay que tener un corazón que viva de tal forma . Sería lamentable que el problema estuviera no en la elaboración intelectual sino en la experiencia personal, testimonial. Ahí lo dejo, pero podemos seguir cuando quieran.

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