Italia blinda el norte ante la expansión del coronavirus

«Madre mía, parece que estamos en guerra , no se ve a nadie en el pueblo». Así saluda Giuseppina, una vecina de Castiglione d’Adda (Lodi), municipio de 4.700 habitantes, que constituye el epicentro del foco de la epidemia, porque de aquí es originario el «Paciente Uno», de nombre Mattia Y. M., una persona atlética y deportista, de 38 años, el primer contagiado por el coronavirus.

Después del decreto del Gobierno italiano, aprobado en la noche del sábado, prohibiendo la entrada y salida de los habitantes de once pueblos, ayer aún se podía recorrer esa «zona roja». Si el sábado las calles estaban desiertas, con algún que otro vecino que se movía por el pueblo, después de las medidas extraordinarias del Gobiern o la atmósfera en estos pueblos es irreal, espectral . Sin exagerar, se puede utilizar un oxímoron: aquí se escucha el silencio.

Giuseppina, de 72 años, dice que ha salido de casa obligada para pasear a Zeus, su perro pincher. Su hijo, un informático de 32 años está en cuarentena, porque tuvo fiebre y fue reconocido en el ambulatorio del pueblo por el Dr. Luca Pellegrini, el mismo médico que examinó por primera vez a Mattia Y.M. Hoy el ambulatorio está cerrado, con un cartel en el que se lee: «A causa de fuerza mayor, el ambulatorio permanecerá cerrado hasta nuevas disposiciones».

Ante Giuseppina, llegan en coche particular dos enfermeras con mascarillas para visitar un vecino que ha llamado al 112 porque tiene fiebre. Si al hacerle el test da positivo se le traslada al hospital de Lodi, a 18 kilómetros, un centro con enfermos en pasillos porque está ya desbordado, al igual que el centro hospitalario más próximo, el de Codogno , a ocho kilómetros. Este municipio de 15.600 habitantes es también epicentro de la epidemia, seguramente el más representativo de la situación de alarma que se ha creado y de las consecuencias que acarrean las medidas extraordinarias del gobierno. Dos hermanos originarios de Irpinia, en la provincia sureña de Avellino (Campania), regresaron a su ciudad, abandonando Codogno para «escapar» del aislamiento y del coronavirus. Enterado el alcalde Irpinia, los sometió a cuarentena.

En general, los habitantes de Codogno dicen que viven una pesadilla, pero respetan y aceptan las medidas extraordinarias del Gobierno. Roberto, un ingeniero mecánico de 54 años que trabaja en Milán, comenta paseando su perro Stella, un pastor australiano, que este lunes ya no irá a la capital lombarda «por respeto a mis compañeros, ya que alguno podría sentirse incómodo de trabajar al lado de una persona de Codogno». Igualmente, un joven, Lorenzo, acompañado de su mujer y su hija, asegura que por ahora no irá a ver a sus padres que viven en Piacenza, a 28 kilómetros.

La decisión del Gobierno de prohibir la entrada y salida en once municipios se pondrá en práctica con puestos de control de las fuerzas del orden . Este domingo la movilidad total en la «zona roja» todavía era posible. Pero se preparan ya 35 controles, con policías y carabineros avisando de que, una vez que se entre en esos pueblos, ya no se podrá salir.

Si casualmente se identifica a personas que no son del área, en especial a periodistas, se les invita a irse . Así lo hizo a este enviado especial una pareja de la Guardia de Finanzas en Codogno: «Es lo que hay, es una ordenanza del Gobierno, porque la situación es seria y hay que cumplirla», dijo el Guardia de Finanzas, con mascarilla, antes de alejarse conduciendo el coche policial.