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Día Internacional de la Mujer

«Cuando entramos en la Policía había cuota, pero negativa»

María Marcos es la primera jefa de la UDEV Central, comisario principal y Cristina Marí, comisario, la número dos de los Antidisturbios

Mari fue la primera al frente de un grupo de UIP. Marcos es la primera jefe de la UDEV Central IGNACIO GIL

CRUZ MORCILLO

«Volví a casa después de no sé cuántos días de viaje. Mi hija, que tenía tres años, se asomó al pasillo con su bata de nubes azules y al verme se escondió en el dormitorio y yo me quedé allí plantada, descolocada. Ese día me dije: se acabaron los viajes por ahora y la primera línea». Cristina Marí ahora es comisario de la Policía Nacional. Cuando decidió dar un paso atrás (2006) era inspectora «operativa, muy operativa», precisa. Y no hace falta que lo recalque. Llevaba siete años destinada en la Comisaría General de Información persiguiendo terroristas y criminales por toda España, «tronchando» (haciendo vigilancias) y gastando paquetes y paquetes de pipas (un clásico) en esas horas inacabables.

Antes de eso, fue la primera mujer que mandó un grupo de la UIP (Unidad de Intervención Policial), los conocidos antidisturbios. Tenía 28 años. En los 27 años de historia de esta unidad de calle y primera línea solo tres mujeres han mandado un grupo. No solo eso . En 2018 no llegan a medio centenar las que pertenecen a las UIP compuestas por más de 2.800 policías.

Cristina, que parece de sonrisa fácil, también parece que nació con las botas «uiperas» puestas. Todo en ella ha sido romper y llegar al puesto de salida en cabeza . Con su pistola al cinto y su mono de trabajo, luce una perfecta manicura y unos pendientes delicados. Ha sido jefe de grupo de Policía Judicial en la comisaría madrileña de Latina, jefe de Seguridad Ciudadana en esa misma comisaría y en 2011 volvió a la UIP. «Me va la marcha. Aquí todo es operativo», dice. Es la «número dos» de los funcionarios que se encargan de mantener el orden público en grandes concentraciones o en eventos de riesgo por cualquier motivo (véase el 1 de octubre). Durante las semanas que su jefe pasó en Barcelona, con motivo del despliegue de Copérnico, fue ella la que asumió el mando.

Recuerda los inicios en las furgonetas blindadas en las que era la única, los comentarios de «te va a tocar a ti la niña», compartir el vestuario con las policías (los inspectores tienen otros) porque no había para mujeres o la complicidad con sus subordinados. «Jefa, voy a pedir un plus de peligrosidad por los coletazos que me da usted, me decía uno de mis policías porque entonces yo llevaba una coleta larguísima». « Yo no he vivido ninguna discriminación por ser mujer, no la hubiera aceptado . Si en algún momento he vislumbrado que mis jefes trataban de asignarme un papel de florero me he negado a seguirlo. Nada de paternalismos ni de ser un adorno», recalca Marí.

La entrevista con dos de las jefas de azul tiene lugar en el despacho de la comisario principal María Marcos , primera jefa de la Unidad Central de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV). Marcos , acostumbrada al mando desde hace dos décadas, reina sobre dos centenares de los mejores investigadores de España (homicidios, secuestros, desaparecidos, organizaciones criminales, patrimonio, dopaje, propiedas intelectual, juego y un largo etcétera). Menuda, coqueta, feminista y peleona su sonrisa y su diplomacia no hay quien las borre. Marcos ha sido pionera desde que echó los dientes.

Su primer destino, con poco más de 22 años, fue la Brigada de Información de Pamplona. Solo eran dos mujeres. «Fui a uno de mis primeros juicios a un cachorro de ETA y oigo al encausado que dice: me ha tocado una juez y una fiscal, estoy condenado. Y yo pensé: y una inspectora, hijo, pero te vas a condenar tú solito». Marcos y Marí firman sus escritos como comisario «ese es el cargo», dice la primera, «pero da igual. Yo lo que quiero es que haya muchas mujeres en todas partes y que cada una firme como quiera».

María Marcos fue la primera directora del CICO (Centro de Inteligencia contra el Crimen Organizado), nada más crearse en 2007. Antes pasó por la mítica Brigada de Información de Barcelona, una de las dos grandes escuelas antiterroristas. Se quedó embarazada y siguió siendo operativa con ayuda familiar y una persona que ha trabajado en su casa 17 años . Solo una vez dejó la primera línea y eligió Policía Científica para tener un horario, dado que su marido también es miembro del Cuerpo como el de Marí y había que hacer malabares para mantener vida familiar.

A la pregunta de si han tenido problemas con sus compañeros por ser mujeres, Marcos ironiza: «Yo no, los habrán tenido ellos. ¿Y con los ciudadanos? «Un detenido me soltó una vez: a mí no me reseñas. Pues muy bien, al calabozo», recuerda la comisario principal con su habitual ironía. A Marí, en una gran manifestación en Madrid, mandando a su grupo, una mujer le gritó que se fuera a su casa a fregar. «Bueno, alguna vez han pasado de llamarme señorita a acordarse de mi familia, pero pocas... También se lo hacen a mis compañeros».

Marcos, una de las seis comisarios principales, asegura que la Policía es un reflejo de la sociedad. «Era un mundo masculino que no es igual a machista porque nosotros tenemos una convivencia en la Escuela de Ávila que te une y te hace ser un igual. En la calle lo que importa es que el otro te cuide y te acompañe y te da igual que sea de un sexo o de otro. Si acaso la pelea es por las llaves del coche...».

«Ahí me planté»

Marí quería ser policía desde niña; en la Escuela de Ávila se enamoró de la UIP y aún conserva la magia de los sueños perseguidos. Marcos no había pisado una comisaría hasta que hizo las prácticas. «Para mí fue casi un reto feminista. Me dijo mi cuñado: tú sabes que ahora las mujeres entran en la Policía como inspectoras. ¿Pero igual que los hombres? , le pregunté. Pues claro. Y ahí que me planté».

«Cuando entramos en la Policía había cuota, pero negativa», recuerda Marcos. Las mujeres accedieron al Cuerpo Superior en 1979 y durante cuatro promociones solo un diez por ciento del total de plazas convocadas eran para ellas; es decir, el acceso era mucho más complicado. Esas pioneras siguen marcando escuela, no solo policial. A la charla entre mujeres se unen dos hombres: un inspector jefe, subordinado de Marcos, y el fotógrafo de ABC. «Este Cuerpo ha cambiado mucho. Hace poco en una reunión de machos alfa policías me llamaron y cuando volví a la mesa mis compañeros estaban hablando de recetas de la Thermomix», confiesa entre risas el inspector.

«Yo me pinto las uñas -dice Marcos-, voy a la peluquería, me encanta ir de compras. Soy madre y soy policía. Todo eso y más cosas. Pero nosotros tenemos una ventaja. Somos un Cuerpo jerarquizado y no consentiría una tontería de un subordinado».

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