LA PALMA, ISLA VIVA

Crecer entre las cicatrices de la lava

Los palmeros de más de 72 años ya han vivido tres erupciones: San Juan en 1949, el Teneguía en 1971 y el volcán de Cumbre Vieja. «Este es el peor», coinciden. Testigos y supervivientes muestran las huellas de los temblores quese quedan en el terreno, pero también en la memoria y el carácter

¿Qué significa que un volcán esté en fase de deflación?

En directo la erupción del volcán de La Palma

Luis Manuel, en el cráter de Teneguía, de cuya erupción fue testigo Vídeo: Ignacio Gil / ABC Multimedia

Domingo Guerra tenía 7 años cuando se abrió la tierra de La Palma en 1949. Lo hizo también dentro del Parque Natural de Cumbre Vieja , a tan solo unos kilómetros al Sur de la actual erupción. «En ese momento la isla venía de una ... sequía de tres años, y en la zona de Las Breñas, donde yo me crié, no había agua. Era una situación muy difícil, nos tocaba llevar a los animales a la montaña para que pudieran comer algo. Y como broche de oro llegó el volcán. Provocó una nube de humo y ceniza que invadió la isla. Entonces no teníamos nada con lo que ayudarnos unos a otros», rememora el párroco de la iglesia de Tajuya, zona desalojada el viernes. Ya el jueves por la noche, las imágenes del templo temblaban a causa de las explosiones. «He vivido también el Teneguía, que fue un espectáculo precioso. Pero este volcán está causando un daño tremendo» , lamenta.

Como Domingo, todos los palmeros mayores de 72 años saben muy bien las consecuencias de que se abra la tierra. Tres rugidos han vivido ya. Y el sentir común es que cualquier erupción pasada fue mejor. La primera brecha en La Palma del siglo anterior, la del volcán de San Juan, mantuvo a la 'isla bonita' en vilo 47 días y provocó un desaparecido y un herido. «Le dio amplitud a la isla y no hizo daño», añade Guerra. La llamada punta de la lava, de Porto Naos, es fruto de esa erupción.

En aquella época, apenas había casas o plataneras en el camino que cogió la lava. Tal y como recuerda el párroco, la miseria de los años cuarenta hizo que muchos jóvenes emigraran, lo que a medio plazo dio riqueza a una isla que, pese al 'boom' turístico, sigue viviendo de la agricultura.

Carmen, que suma más de 80 años, recuerda también perfectamente las dos erupciones, aunque la que vivió realmente cerca fue la del Teneguía, en 1971. Ella residía en Los Quemados, uno de los dos núcleos evacuados en aquel incidente. Erasmo, otro de los hijos del volcán de esa zona, puso su camión a disposición de sus amigos y familiares para evacuar a la población de esos barrios, unas 2.000 personas. Fueron más rápidos que las autoridades, recuerdan. Sin haber recibido cursos de vulcanología, conocían como nadie su tierra.

«Yo tuve que salir con mis tres niñas, pero al día siguiente me vine porque vi que no había problema, ni de lava ni de gases. Ese volcán fue una fiesta, era digno de ver. Por las noches la cima de una montaña cercana estaba llena de gente. A mí no me dio ningún miedo, lo que realmente me atemorizaba es que dejaron acercarse mucho a los curiosos» , plantea. Antes de aquella erupción, a diferencia de lo que ha estado ocurriendo estos días, hubo unos movimientos de tierra tremendos. Por eso este volcán de Cumbre Vieja la tiene desconcertada . Y cree que a los vulcanólogos también.

Espectáculo de una vida

De medir los temblores previos al Teneguía se encargaban los expertos geólogos pero también chavales de la zona como Luis Manuel, que estudiaba bachillerato en Fuencaliente. «Mi padre era teniente de alcalde, entonces nos daba clase la gente del ayuntamiento. Cuando reventó, después de comer, fue el municipal a buscarnos y subimos al volcán. El secretario, que era de Asturias, se volvió loco y hubo que ingresarlo . Yo viví de cerca los 26 días que duró la erupción» , cuenta este palmero, que se ofrece a hacer de cicerone por las huellas que aún quedan del Teneguía. «Antes del estallido registrábamos en el papel hasta 200 temblores diarios. Había uno de madrugada que nos levantaba de la cama. Y como vinieron a estudiar este estromboliano geólogos de la talla de Fúster pues aprendí mucho», explica mientras camina con paso ligero para enseñarnos el volcán creado a las faldas del San Antonio.

«¿Sabes por qué se llama Teneguía? Se lo puso Octavio Sánchez, que hacía las crónicas para el 'Diario de avisos' de La Palma. Le querían poner San Evaristo por el día que explotó, pero ganó Teneguía porque estaba en las bocas del Teneguía», señala con ilusión y nostalgia al recordar «el mayor espectáculo que vio en su vida».

Impresionante, desde luego, tuvo que ser. «Era sobrecogedor, le veíamos la garganta y era como estar en la boca del infierno», sintetiza don Domingo. En primera línea y en aquellos primeros días, Alfredo Semprún, enviado especial de ABC, veía la situación más preocupante, y relataba en sus crónicas que los vecinos miraban con preocupación al volcán. «Todas las bocas arrojan lava incandescente con gran vehemencia, hasta el punto de que, mientras el río de magma se desliza impetuoso , el ritmo de las explosiones lanzan al aire, con fuerza, nubes de humo y ceniza. Estas alcanzan cotas de entre 500 y 700 metros, junto a piedras de tamaño regular que, a modo de proyectiles, caen sobre las tierras circundantes. Nadie puede predecir qué va a ocurrir en las próximas horas».

La reconstrucción

El mayor daño del Teneguía fueron las dos vidas que se llevó por delante. Ninguna por el fuego, sino por los gases, mucho más peligrosos, según los lugareños. De hecho, cuenta Luis Manuel, un equipo del NO-DO salvó su vida de milagro mientras filmaban demasiado cerca del cráter. Peor suerte tuvo Juan Acosta, de 37 años, que falleció a consecuencia de la emanación de gases cuando estaba pescando a unos dos kilómetros de las corrientes de lava. Le llevaron al hospital pero no se pudo hacer nada por salvar su vida.

En noviembre falleció también, por envenenamiento, Francisco José Felipe, un empleado del Banco Hispanoamericano aficionado a la fotografía que pasó demasiado tiempo filmando la erupción de cerca. «Es terrible. Porque cuando veo la actual erupción se me vienen todos los recuerdos de golpe, como un volcán. Y yo me angustio más al pensar en el estado de ánimo de mamá, que sobrevivió a todo eso con nueve niños pequeños. Tengo el corazón dividido, veo las casas de mis amigos desaparecer bajo la lava y me angustio por los recuerdos vividos. Tengo dos amigos periodistas informando en el frente y para mí es muy difícil, porque hacen lo mismo que mi padre», cuenta su hija Carmen a ABC. Su padre, denuncia, no fue considerado víctima oficial del Teneguía, así que tuvieron que salir adelante «sin ayudas de ningún tipo» y gracias «al esfuerzo de mamá y la ayuda de los compañeros de mi padre».

Por contra, como la grieta que se abrió del Teneguía lo hizo apenas a un kilómetro del mar, los destrozos materiales no fueron tan traumáticos, como los de la actual erupción del Cumbre Vieja. La vida en los distintos barrios de Fuencaliente pudo seguir con cierta normalidad. Muchos evacuados volvieron en unos días a sus casas, como Carmen.

Sin embargo, otros muchos comprobaron que sus hogares, a los que la colada respetó, habían sufrido daños estructurales por la violencia de los temblores, «así que las autoridades hicieron unas cuarenta casitas nuevas para los damnificados» , señala Luis Manuel. La lava se llevó por delante algunos viñedos y una playa, llamada de los franceses y portugueses porque ahí atracaban barcos llenos de extranjeros que buscaban el agua milagrosa de una fuente santa de la zona. Pero la naturaleza ha creado, con el tiempo, otra a base de erosión. Y sobre la lengua del Teneguía, que se distingue perfectamente -por su roca negrísima- se han construido también unas salinas.

Aunque Luis Manuel cuenta que tardaron meses en volver a pisar ese terreno -los primeros que lo hicieron fueron militares con trajes de amianto- la vida siempre vuelve a abrirse paso. En el cráter, muestra, aún hay bocas de calor. Al meter la mano en una de ellas, damos fe de ello. Podría asarse una carne al punto. Hubo que esperar unos 40 años para ver salir de nuevo plantas del suelo volcánico, señala nuestro guía, pero hay un buen campo de vides a las faldas del Teneguía. Y algo más lejos, plantas de plátano.

«Nosotros somos hijos del volcán. Hemos nacido con él. A veces nos dicen que los canarios estamos aplatanados o que tenemos pachorra. Pero no es cierto, somos hijos de esta tierra y del volcán. Esa filosofía de vida nos la da la naturaleza, que nos enseña a resignarnos con aquello contra lo que no puedes luchar. Este volcán no tiene nada que ver con el Teneguía», lamenta.

«He estado un día o dos por Cumbre Vieja pero no voy a ir más. No me identifica, el placer de verlo es mucho menor que la desgracia. Y lo peor es que los políticos no saben la que se nos viene encima, porque no están con los pies en el suelo, no saben que esto va a ser un caos logístico. El Teneguía nos volvió a poner en el mapa de La Palma, este va a borrar la zona de Las Manchas y Todoque. Uno nos favoreció y el otro nos ha destruido», sentencia.

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