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Violencia de género

«Hasta que no hay un martillazo la Justicia no actúa»

Isabel Rivera es una de esas personas que bregan con la indefinición de los tribunales para tratar de demostrar «una situación de chantaje psicológico» que no se manifiesta en un cardenal en la piel

Los sucesos de violencia de género, como éste del pasado 14 de marzo en Gijón, en el que ua mujer de 35 años fue presuntamente asesinada en su domicilio por su compañero sentimental, requieren de atención más temprana, alertó el CGPJ EFE

ÉRIKA MONTAÑÉS

Isabel Rivera lleva meses metida en los juzgados. El pasado 8 de octubre (tiene grabada la data a fuego en la memoria) su segunda pareja y ella vivieron un enfrentamiento con su exmarido derivado de un conflicto familiar, en apariencia insustancial, como quién pagaba la factura de la clínica veterinaria que debía sacrificar al perro enfermo que esta madrileña de Valdemoro compartía con su anterior compañero sentimental.

«Las circunstancias derivaron en una tentativa de agresi ón, puesto que me empujó y todavía estoy en rehabilitación», comenta, quejosa, Isabel en conversación telefónica con este periódico. Hacía más de un año que se habían separado cuando Isabel entró en la clínica junto a su pastor alemán. Asegura que él (por su expareja) conocía perfectamente la situación del can, y que esgrimió que ella era la titular de la custodia del perro, puesto que llevaba todo ese tiempo, más de doce meses, junto a ella en su casa. «¿Cómo demuestro el delito de acoso?», dice ella, que lamenta que en varias ocasiones equipos psicosociales de los juzgados «se han cebado con ella» acusándola de presentar denuncias falsas. «Él me estaba avasallando a mensajes, no reconoce que estamos divorciados, y sin embargo en el Juzgado de lo Penal no le han condenado por un delito de acoso», señala esta mujer de un carácter duro como una roca.

Además del animal, Isabel y su primer marido tuvieron un niño, cuya custodia también fue a parar a manos de la madre. No obstante, ella -asegura- siempre ha contado con cierta flexibilidad de visitas para que su progenitor no tuviese problemas en compartir vivencias junto al pequeño.

¿Qué sucedió el pasado 8 de octubre? Isabel, que se considera víctima de un delito de violencia de género , aunque un juez aún no haya ratificado que lo es, lo sintetiza como «media hora de tensión máxima». Y relata: «En vez de ir yo sola con mi perro, fui con mi pareja. Al verlo, me quita la correa y entra a la consulta. Me cierra la puerta en las narices y al salir, Marcos grita "¿quién va a pagar al factura?"». Se produjo un violento forcejeo por el que ella acabó interponiéndose entre su expareja y su actual relación para evitar que golpease a su pareja, y él le empujó hasta el punto de desestabilizarla, caer al suelo y sentir que su hombro se partía.

Le deniegan la orden de protección

«En el juicio yo testifico, junto a mi pareja, además de otros testigos que vieron el enfrentamiento en el parking, y mi ex, como acusado, mintió». La sentencia en primera instancia fue denegarle a Isabel una orden de protección, aunque ella ha escalado en los peldaños de la Justicia interponiendo respectivos recursos, sin que exista una resolución final.

Durante su relación, rememora esta mujer a ABC , no hubo violencia física, ni maltrato abusivo, aunque sí asume que existió cierta vejación psicológica, que se manifiesta de muy diversas maneras. «Viví inmersa en un ambiente de chantaje psicológico », muchas veces reproducido en su cabeza con miedo. Ahora dista 35 kilómetros del lugar de residencia de su expareja, y no sabe de qué puede ser capaz. «Creo que la Justicia es una mierda. La Audiencia Provincial de Madrid tampoco condenó la agresión, pero estoy dispuesta a llegar donde haga falta», afirma con una contundencia inusitada Isabel, que alude a su vez a que el maltrato no es una cuestión de género que solo paguen ellas, puesto que su nueva relación también proviene de un entorno de violencia doméstica y maltrato psicológico por parte de su antigua compañera. Isabel reconoce, empero, lo abstracto de una situación que no se puede demostrar con un cardenal en la piel, como ella resume con palabras de claridad meridiana: «Hasta que no haya un martillazo como poco, no pasa nada. La Justicia no actúa ».

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