Esperando a GodOMS en Wuhan

Quizás por el elevado número de periodistas y cámaras de televisión, que antes del amanecer se escondían en sus coches y luego tomaron sin disimulo posiciones alrededor del hotel, la Policía ni siquiera hizo acto de presencia para expulsarlos , como suele ser habitual cuando se cubre algún tema sensible. Con la poca convicción que delataba su hilillo de voz, unos guardias de seguridad advirtieron de que estaba prohibido grabar y tomar fotos, pero nadie les hizo ni caso y se fueron derrotados por ignorancia. Para tapar las imágenes, pusieron un todoterreno delante del autobús que iba a llevar a los especialistas de la OMS y una furgoneta detrás.

Aunque era un incordio, se aguantaba porque, al contrario que durante toda la semana pasada, no llovía y el sol había disipado la espesa niebla que cubría la ciudad. Todo un respiro para aguantar en la calle pese al frío con el único objetivo de conseguir algún testimonio de los enviados de la OMS, aunque fuera una hueca declaración de intenciones. En definitiva, algún compromiso de que, después de varios retrasos, la misión se ponía en marcha con el fin de aclarar, sino todos, algunos de los muchos interrogantes que perduran sobre el estallido de la pandemia en Wuhan hace ahora un año.

Pero, contagiándose de la opacidad del autoritario régimen de Pekín, los 14 virólogos, epidemiólogos, médicos y veterinarios de la OMS no explicaron cuál iba a ser su agenda para las dos próximas semanas ni qué van a poder inspeccionar. Cuando salieron del hotel y fueron despedidos por sus trabajadores, se confirmó el mal augurio que había presagiado un gato negro que se paseaba por la cornisa del hotel. Saludando desde su autobús, cuyo conductor iba pertrechado con un traje especial de protección, se perdieron a toda velocidad por las calles de Wuhan para dirigirse a un «resort» de lujo en las afueras especializado en convenciones . Allí está previsto que sean informados por sus colegas chinos, pese a que supuestamente ya habían aprovechado la cuarentena para entrevistarse con ellos a través de videoconferencias.

Se espera que visiten el clausurado mercado de Huanan, donde se vendían animales salvajes y se sospecha que se originó o propagó el coronaviru s, y vayan a los hospitales para conocer a los médicos que trataron los primeros contagios con el fin de localizar al «paciente cero». Pero no se sabe si podrán entrar en el polémico superlaboratorio P4 de Wuhan , al que Estados Unidos señaló durante la presidencia de Trump como origen del coronavirus. Aunque la mayoría de científicos piensa que es natural, el coronavirus se ha convertido en una disputa política que añade más presión a la investigación de la OMS.

Pero sus expertos se dejaron llevar ayer por el hermetismo del régimen en lugar de mostrar la transparencia de la que hacen gala en Twitter, donde cuelgan fotos de sus comidas, pruebas PCR y primeros atardeceres tras salir de la cuarentena, en la que aseguran haber estado tan ocupados que no han podido ni leer un libro. Como en aquel clásico del «teatro del absurdo», el mundo sigue esperando a GodOMS en Wuhan .